Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 12 de septiembre de 2009

Dark City - capitulo 9 -Días precipitados, demasiado precipitados XI




Primero me di una buena ducha como dije, después un afeitado y me vestí de forma cómoda. Un parto era un parto. Hizaki tardó cinco horas en salir y Hero casi siete. Así que no sería algo rápido. Phoenix se quedó con Jun en casa, aunque me dio su mejor cámara fotográfica para que hiciera fotos al bebé.

Antes de montarme en el coche mandé un mensaje al móvil de Megumi, le comentaba que nuestra hija estaba con Hizaki en el hospital porque él iba a ser padre. Lo hice para que no se preocupara y le diera razón a Eduart Josep. Durante el tiempo en el hospital tuve oportunidad de conocerlo brevemente, me di cuenta que realmente la quería y respiré tranquilo. Pronto le tocaría a mi hija hacerme abuelo, hacernos abuelos a ella y a mí, pero en ese instante era Clarissa la que sería abuela. Mientras conducía reí a carcajadas intentando imaginármela como una dulce abuela, pero era imposible. Ella mantenía la figura que tenía cuando nos conocimos, su forma fría de Cruella de Vill y su amor por la moda, además de por la elegancia extrema y de lo sotisficado, la hacían una abuela extraña. Era divertido imaginarla con un bebé en sus brazos, engatusada de nuevo con la sensación de tener uno junto a ella, pero a sabiendas que no era suyo sino de nuestro pequeño Hizaki.

Nada más llegar al hospital fui directo a preguntar por la chica. Sabía su nombre gracias a Hizaki, aunque me costó horas poder averiguarlo, y eso me hizo saber dónde estaban. Era una camarera de la tetería que tanto nos gustaba, jamás pensé que terminara embarazando a una chica de aquel lugar o a cualquier chica en realidad. Quizás tan sólo deseaba no ser abuelo, mucho menos tan joven. Tampoco recuerdo haber deseado ser padre, aunque cuando lo fui me hizo ilusión cargar a mis hijos.

-Anna Lee está ya en quirófano.-comentó con una sonrisa.-¿Es usted el padre?-interrogó.

-No, soy el abuelo.-ella abrió los ojos y se dio cuenta de con quien estaba hablando.

-Señor Sakurai.-murmuró.-Lamento no haberlo reconocido, está usted mucho mejor que la última vez que lo vi.-recordé entonces a la mujer, era una de las chicas que estuvo cuidando de mí algunas noches.

-Sí, estoy mucho mejor y veo que usted es tan dulce como siempre.-se sonrojó cuando dije aquello y salió de detrás del mostrador.

-Acompáñeme, yo le guiaré hasta la sala de espera del quirófano.-comentó guiándome y yo la seguí.

Era una chica alta, rubia, estilizada y con una voz dulce. Tenía un temperamento fuerte, aunque no dejaba de ser servicial y agradable. Una mujer con clase y con amor a su profesión. Sin duda, tenía toda mi admiración. Otras de sus compañeras eran horribles, o por su forma de tratar a los pacientes o por su nulo gusto por lo que hacían. Ella sin duda era un rayo de esperanza para cualquier enfermo.

-Hola Cheshire.-cuando escuché esa voz casi me crispo de los nervios.-¿Ahora pides a bombones que te acompañen por el camino? Pero no habéis tirado migas de pan, seguro que os perdéis por el camino de baldosas amarillas.-automáticamente le agarré del cuello.

-Por favor, Sakurai, no haga caso al joven. No debería de alterarse, ya sabe lo que le hemos dicho.-comentó ella tomándome de los hombros.-Sakurai.-murmuró.-Por favor.

-Hazle caso a tu novia.-murmuró y mi hija apareció con un vaso de café, de esos de máquina que hay en los pasillos de hospital.

-Atsushi, suéltalo de una vez.-dijo agarrándome del cuello clavándome levemente sus uñas.

-Dios mío, paren.-murmuró la enfermera.

-Dejad de hacer el ganso.-era la voz de mi hijo.-Sobretodo frente a mi hijo.-todos nos giramos hacia él y notamos que llevaba el bebé en brazos.-Me han permitido sacarlo para que lo veáis, ahora tengo que llevarlo para dentro y que lo limpien.

Yo dejé al greñudo, mi hija me dejó a mí, y los tres fuimos a rodear a Hizaki.

-Que pena, tan feo como tú.-dijo Amaury y mi hija le dio un golpe en la cabeza.

-Cállate, es muy mono y no se parece en nada al padre.-murmuró tocando con cuidado uno de los mofletes de aquel pequeño bebé.

-Ha nacido antes de tiempo, lo tendrán en incubadora.-murmuró mi hijo.-unos días al menos, mientras le hacen pruebas.-me miró a mí esperando que dijera algo.

-Felicidades ahora tienes un saco de responsabilidades.-fue lo único que dije a todo aquello.

En ese momento apareció la matrona y le quitó el niño de los brazos. Mi hijo estaba vestido de quirófano, así que la acompañó hacia dentro para quitarse la ropa. Cuando salió nos comentó que ella firmó los papeles, que no había nada más que mover. Después iría al registro y le pondría el nombre que había dicho durante meses.

-Le pondrás entonces como al Cheshire, pobre crío.-murmuró Amaury y él le miró fijamente fulminándolo.

-Por mucho que digas vas detrás de mí, ¿te crees que no sé que babeas cuando me miras mocoso greñudo?-eso le encabritó y se lanzó contra él. Miho simplemente los golpeó a ambos.

-Comportaros, estamos en un hospital no en un parque infantil y yo no tengo ganas de cuidar de vosotros.-aquello me hizo reír bajo.

-Mira, ya se ríe el gato.-murmuró el greñudo.

-¿De quién es esto?-interrogué mirando una carpeta de color marrón, dentro había unos dibujos muy buenos.-Tiene estilo, me gustan los dragones y estos motivos medievales.

-Son míos.-dijo Amaury lanzándose sobre ellos y me miró como un gato acorralado.-No los toques, debería verlos antes mi hermano.

-Hablas mucho de tu hermano ¿no?-dijo Miho como si nada.- ¿Te gusta tu hermanito?

-Dios no digas eso Miho, es como si algún día tú y yo.-inmediatamente tuvo otro golpe en la nuca, pero mío.

-No digáis perversidades de ese estilo ninguno de los dos.-suspiré y vi a Amaury bastante rojo, mirando hacia abajo y aferrado a esa carpeta.- ¿Para qué son? Parecen como ilustraciones para libros.

-Mi hermano es escritor, escribe novelas medievales con cierto grado de erotismo pero sin dejar de ser bélico.-murmuró.-Me pidió que ayudara con estas ediciones, además que la historia en parte es gracias a mí. Pues yo le di la idea de parte del argumento y él la puso en práctica.-suspiró.-El muy puto me hizo obedecerle porque es el mayor, sólo por eso.

-¿Te amenazó con afeitarte la cabeza?-interrogué carcajeándome.

-No, me amenazó con golpearme hasta dejarme muerto.-le revolví la melena y me quedé observándolo.

-Espero que tengáis suerte.-susurré y él me miró de reojo.

-La suerte es para perdedores, nosotros somos ganadores.-ese egocentrismo tan elevado me recordaba aún más a mí.

-¿Cómo se llamará el libro?-dijo con curiosidad mi hijo.

-No lo sabemos aún.-respondió sin más.-Pero el muy puto seguro que le pone algo que esté bien.

-¿De qué va?-Miho tenía curiosidad, curiosidad felina que todos los Sakurai teníamos.

-Incesto entre hermanos.-dijo como si nada y todos nos quedamos fríos.

-Hace buen tiempo.-comentó Hizaki.

-Sí, ideal para salir a pasear.-él cambió de tema, yo simplemente lo seguí.

-Sí, nació en un lindo día.-añadió Miho.

-Mejor me largo, tengo que hacer la cena.-se levantó y corrió hacia la salida, casi tropieza con Clarissa la cual entró triunfante vestida de Dior.

Sus cabellos estaban algo rizados, su rostro perfectamente maquillado y ese traje blanco la hacía verse más estilizada que nunca. Los tacones de los manolos que llevaba retumbaban por todo el pasillo. El bolso de mano realzaban sus uñas perfectas, sus manos delicadas.

-Hola Hizaki.-susurró quedando frente a nosotros.- ¿Ya nació el bebé?-interrogó sin mirarme.

-Sí, lo tienen en la sala de incubadoras. Nos hemos quedado aquí para que nos informen si tiene algo malo, ya que es prematuro.-murmuró.

En ese preciso instante salió la camilla con Anne, ella no dijo nada y ninguno de nosotros hicimos algún gesto hacia ella. No supe demasiado de aquel tema con él, pero mi hijo tenía los ojos cargados de odio cuando hablaba de su tiempo con ella.

-¿Cómo estás tú Atsushi?-su voz templada parecía cubrir cada herida que yo le levantaba.

-Bastante bien y sé que este no es el lugar para conversar, pero deseaba hablar contigo desde hace algún tiempo. ¿Podríamos ir a la cafetería del hospital y tomar café mientras chequean al bebé?-sus ojos tuvieron un leve destello, no sé que significado tenía ese breve cambio. Antes podía comprender su mirada, pero ya parecía imposible.

-De acuerdo, así podremos esperar para ver bien a nuestro.-se quedó pensativa unos instantes.-nieto.-añadió con una leve sonrisa hacia Hizaki.

-Miho cuida del cabeza de chorlito y tú cuida de tu hermana.-ambos asintieron.

-Tranquilo haré que no termine haciéndoselo encima como en el parque.-su tono de voz era muy parecido al de mi madre.

-Chivata.-reprochó.

-Me preocupa tu salud, ¿y si te pasa igual que al viejo?-interrogó alzando una ceja.

Suspiré mirándolos a ambos gruñirse para luego terminar carcajeándose. Se miraban fijamente y terminaban riendo, como si jamás hubieran estado separados. Era extraño ver que ambos simpatizaban bien a pesar de sus caracteres fuertes.

Clarissa me siguió caminando a mi lado. Al entrar en la cafetería todos los hombres se quedaron con sus ojos clavados en ella. Una mujer como era Clarissa jamás pasaba desapercibida. Sus ojos azules se clavaron en un discreto rincón frente a una ventana. La seguí y la ayudé a sentarse. Después me senté con ella y ambos quedamos en silencio.

-¿Qué desean tomar?-interrogó una camarera.

-Café frío con un poco de leche, por favor.-ella asintió a mi petición y después miró a mi antigua esposa.

-Té frío de limón.-susurró.

-Ahora mismo les traigo sus pedidos.-comentó con una sonrisa y se marchó.

-¿Y bien?-dijo colocando su bolso en un lado de la mesa.

-Lo siento.-susurré.-Lamento haberme comportado como un patán, te merecías un caballero a tu lado y no alguien como yo.-dije mirándola a los ojos, estaba siendo sincero.-No debí hacerte daño por todo lo que me diste durante tantos años, por el amor que una vez nos unió y también porque eres la madre de dos de mis hijos.

Ella quedó quieta en su asiento, se quedó observándome minuciosamente y noté como sus ojos brillaban de nuevo. Parecía calmada, pero sabía que dentro de ella habitaba un huracán.

-No es el mejor lugar para hablar de esto.-susurró con temple tibio, no tan serio como podría esperarse.

-Clarissa, no lo digo para hacerte sentir mejor o para que me perdones.-respondí.-Sé que no es el mejor lugar, pero necesitaba hacerlo. Llevo meses intentando ponerme en contacto contigo, hablar, pero no he tenido la valentía de hacerlo.

-No dejamos esto de la mejor forma posible.-susurró.

-Aquí tienen sus pedidos.-dijo la camarera dejándonos solos de nuevo tras dejar mi café y su té.

-Arigato.-susurré antes de que se fuera.

-Gracias.-murmuró ella acariciando el vaso bastante pensativa.

-Quería decírtelo, que lo nuestro no daba para más por mi parte. También darte las gracias por formar parte de mi vida, aún lo haces y lo harás siempre. Cuando me casé contigo tomé una serie de decisiones para ser el mejor esposo, pero por el camino eché de menos ciertos momentos que ya no tenía. Fue estúpido por mi parte no mencionártelo, dejar que eso hiciera mella en mí y luego tuviera repercusión en ti.-su mano se apartó de su bebida e intentó retomar la compostura, si bien le era prácticamente imposible mostrarse como la dama que le enseñaron a ser.

-Atsushi no es el lugar.-murmuró.-Pero he de decirte que me he dado cuenta que no eres quien más daño me ha hecho.-comentó mirándome a los ojos.-Lexter me hizo más daño de lo que puedes imaginar.

-Lo sé.-la interrumpí y tomé una de sus manos acariciándola. Siempre hacía eso cuando notaba que algo la trastornaba, que la hería. Lo hacía desde antes de ser novios o un matrimonio prácticamente perfecto, mucho antes. El primer día que nos conocimos lo hice por inercia.

-Pero más daño se hizo él, no sé si lo sabes o tienes constancia de ello, pero hace un par de días que apareció su cadáver en el río Ángel, en la desembocadura de este al mar, cerca de la depuradora.-aquello me impactó. Mi mano agarró la suya y agaché la cabeza. No me alegraba de su muerte, la muerte de una persona siempre es una tragedia y más cuando no pude hacerle pagar el precio de dañar a mi hijo.

-No lo sabía, te juro que no lo hice.-dije por inercia.

-Lo sé, se suicidó.-murmuró.-Dejó nota inclusive, pero la policía no la ha hecho pública ni quiero que llegue a Hizaki.-entonces apartó su mano de la mía y dio un sorbo del té.

Yo me dediqué a beber mi café en silencio, ella hizo lo mismo con el té. Ambos estábamos meditando, mirándonos y sintiendo quizás que tal vez podríamos volver a nuestro tiempo de amistad. Pero, eso costaría. Me costaría bastante la confianza de Clarissa.

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Lestat de Lioncourt