Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 5 de octubre de 2009

Dark City - capitulo 11 - Nuevos Aires (II)




-No, papi. Mami no.-dijo algo molesto.- ¿Se lo enseñaste tú?

-No, debió de ser en la guardería. Recuerda que lo empezaste a llevar hace una semana, supongo que piensa que eres su madre y no uno de sus padres.-eso era un problema, algo que le fastidiaría bastante. En el caso de Jasmine, si fuera él, no le importaría en absoluto. Sin embargo, él no era como su amigo. Estaba por poner el grito en el cielo.

-Jun.-él miró atento a Phoenix cuando le habló.-Tú… tú tienes dos papás, no tienes mamá.-intentaba no ser cruel con el pequeño, explicarle que mamá no estaba y el resto del asunto era demasiado pronto y doloroso para mí.

-Mami.-sonrió mostrando sus pequeños dientes, los que iban saliendo. Al menos no lloraba, pero no sabía si compensaba.

-¡Atsushi!-gritó molesto.-Haz que deje de decir eso.-estaba comenzando a formar drama porque le diera ese título, pero la verdad es que yo me divertía.

-Jun.-susurré besando su mejilla y el se agarró a mis cabellos.-Es papi y yo papá.-señalé a mi pareja cuando dije papi y a mí al decir papá.

-Mami.-dijo señalándolo.-Mami gapo.-estiró sus manos hacia Phoenix deseando que lo tomara entre sus brazos.

-No.-susurré besando su sien.-Papi, di papi.

-Papi.-al decir papi me miró a mí y jugueteó con mi colgante.

-Ven amor.-susurró Phoenix tomándolo entre sus brazos.

-Papi.-repitió mirándolo con aquellos ojos enormes.

-Sí, papi.-dijo él y el pequeño se abrazó dejando caer su cabeza sobre sus hombros.

-Papá.-murmuró estirando una de sus manitas y yo la tomé entre mis manos, era pequeño y dulce. Pronto comenzaría a crecer y se despegaría de nosotros, pero en esos momentos deseaba que no creciera.

-Pronto cumplirá un año.-aquello me recordó a todo lo vivido, todo el dolor sufrido.

-Sí, pronto será un año y es curioso porque cumple en las fechas que Hero empezará la pubertad.-Phoenix me miró fijamente.

-¿Ya cumplirá trece años?-interrogó confuso.

-Sí, así es.-aún me parecía prácticamente imposible que aquella bolita rosada que me devolvió la esperanza en mi matrimonio, que me dio fuerzas de continuar con Clarissa e intentarlo diez años más, fuera a conquistar nuevos territorios. Mis hijos iban creciendo, iban dejando sus huellas en el mundo y demostrando que los Sakurai tienen ese carácter extraño. Pronto sería un extraño, pronto dejaría de ser mi pequeño para ser un adulto. Hizaki maduró demasiado pronto, si bien él intentaba aún satisfacernos y enternecernos con una dulce e inocente sonrisa.-Este año no sé que le compraré, cuando vivía con él podía saber todos sus deseos y comprarle algo acorde. Pero Hizaki ya compró caballete para su nueva afición y amor, la pintura. Además le compró todo lo esencial para el curso de verano, ahora iniciará uno de invierno. Creo que lo único que haré será comprarle una cámara de fotógrafo profesional.-sonreí con la idea, sin embargo no sabía si era realmente lo deseado por él. Aunque siempre había algo que jamás le comprábamos y eso era un gato.

-¿Haréis fiesta?-interrogó.-Hizaki cumplió hace poco años y no hicisteis nada.

-Yo le compré la casa, pero nada más.-eso era un buen regalo, creo que el mejor que tuvo en mucho tiempo. Además no era sólo para él, también lo era para mi nieto.

-Lo sé amor, pero no lo festejasteis.-susurró acariciándome los cabellos.-Tienes canas Atsushi Sakurai.

-Gracias por recordármelo.-murmuré mirándolo de reojo y él rió bajo.

-Ve a que te corten un poco el pelo y lo tiñan, últimamente no has tenido tiempo para ti.-besó mi mejilla quedándose de puntillas unos segundos.-Te amo.-susurró antes de marcharse con el bebé al piso inferior. Allí puso música para bebés que compramos, era música de la denominada clásica. Jamás entenderé porque a la buena música se la llama clásica, cuando es intemporal.

Me quedé pensativo unos instantes. Mis hijos crecían y yo envejecía, era ley de vida. no podía echar el tiempo atrás y sentirme un joven alocado subido en una moto hecha con piezas de desguace. Era imposible. Nadie tenía esa capacidad. No podíamos nacer viejos y morir jóvenes, sería un camino extraño. De igual modo que echamos en falta a las personas que amamos, que ya han desaparecido, echamos en falta los momentos de la juventud que no se repiten.

Terminé frente al lavabo, juro que no sé porqué, y me miré al espejo observando como tenía leves arrugas. Mis dedos acariciaban lentamente mi rostro, mis cabellos caían sobre mi frente y algunas canas se mostraban. Al quitarme la yukata noté la herida de bisturí y la que aún estaba próxima a mi cadera, mis heridas de guerra. Era un hombre con un camino recorrido y otro por recorrer. Mis hijos estaban por comenzar la vivir realmente. Yo tan sólo tenía unos años para saborear la vida con intensidad.

-Atsushi.-la voz de Phoenix me sacó de mis preguntas y de mi examen físico.-Nuestro niño ya duerme.-dio unos pasos hacia mí y me abrazó. Sentí un confort extraño en la semipenumbra del cuarto de baño. Sus manos empezaron a palpar mi pecho, por impulso yo inicié caricias sobre su espalda.

-Te amo.-dije quitándole su bata y dejándolo desnudo frente a mí.

-Por favor.-musitó.-ámame por siempre, ámame hasta que llegue el momento en que desaparezca.-sus lágrimas comenzaron a rodar por su rostro y yo simplemente lo cargué en brazos hasta la cama.

-Jamás dejaré de amarte.-murmuré.

-No digas algo que después incumplas.-su voz se oía quebradiza, perdido en la agonía.-Por favor no hablemos más de esto, no quiero que esta noche se convierta en una noche terrible.

-No es una noche terrible.-respondí de inmediato.-Las frías y terribles no son las que me quitan el sueño por pesadillas, sino aquellas en las que no siento tu cuerpo junto al mío. Entonces me aferro a la almohada que contiene tu perfume y es único refugio que poseo... el recuerdo.-lo había notado en mi viaje, también en los meses que llevé una doble vida. Mientras decía aquello lo recostaba en la cama y yo me convertía en su manta.


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Lestat de Lioncourt