Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 7 de octubre de 2009

Dark City - capitulo 11 - Nuevos Aires (III)


-Jamás dejaré de amarte.-murmuré.

-No digas algo que después incumplas.-su voz se oía quebradiza, perdido en la agonía.-Por favor no hablemos más de esto, no quiero que esta noche se convierta en una noche terrible.

-No es una noche terrible.-respondí de inmediato.-Las frías y terribles no son las que me quitan el sueño por pesadillas, sino aquellas en las que no siento tu cuerpo junto al mío. Entonces me aferro a la almohada que contiene tu perfume y es único refugio que poseo... el recuerdo.-lo había notado en mi viaje, también en los meses que llevé una doble vida. Mientras decía aquello lo recostaba en la cama y yo me convertía en su manta.

Pasadas unas horas me levanté. No podía dormir. Algo en mí se había revuelto al escuchar el nombre de Yutaka. No conseguíamos dar con él, su móvil siempre permanecía apagado. Era el culpable. Esa sensación de culpabilidad extrema no era únicamente una sensación, realmente lo era. Una y otra vez venía a mi cabeza su sonrisa, sus caricias y sobretodo esa noche.

En esa noche, en aquel hotel de lujo, él se entregó por completo. Realmente pensaba que despertaría a su lado, que ambos seríamos una familia junto a Jun. Siempre había temido dañarlo, decirle la verdad porque era dolorosa y dañina para él. Sin embargo, esa noche hice que el dolor traspasara la piel y se clavara en su alma. Yo sabía que el daño que había causado era imborrable e innegable. Me preguntaba dónde podía estar y si alguna vez me perdonaría, aunque jamás olvidara. Deseaba abrazarlo y acariciar su rostro, dejar que él calor de nuestros cuerpos calmara el frío de la daga que le había clavado.

Fui a mi despacho y me senté en mi sillón, saqué de un cajón con llave un álbum de fotos de mi juventud. Me lo había regalado hacía años, cuando Hizaki nació, y en ellas salíamos ambos abrazados sin importar nada. Creo que en esa época no pensaba en el futuro, no veía futuro en mi vida. El pasado era demasiado doloroso y por ende tan sólo tenía presente. Ese presente era él. Podía estar horas abrazado a él meditando, escribiendo o simplemente estando pegado a él.

Comencé a llorar empapando algunas fotos. No podía parar aunque lo deseara. Tuve que guardar el álbum nuevamente y sentarme recostado en mi silla giratoria. Meditaba todo lo que había sucedido esa noche. Me ardía a fuego cada caricia que recordaba. No puedo decir, ni entonces ni ahora, que me arrepiento de esa noche y del amor que le otorgué. Sé que no fue lo más indicado, pero ese placer carnal estaba envuelto con un hermoso papel celofán cargado de imágenes de recuerdos necesarios para vivir.

Encendí el portátil y fui a la carpeta de escritos, abrí un nuevo documento y comencé a escribir. Necesitaba relajarme, purificar mis pensamientos. Por los cajones se encontraban mis auriculares, los conecté y encendí una página de música online. Busqué como desesperado una canción que me motivara. Bajo el nombre de Placebo, un grupo que me sonaba pero no demasiado, encontré la oportuna. Se titulaba “Every yo, every me”. Recordé de inmediato de que me sonaban, mi hijo tenía varios cds de ellos desperdigados por la mesa de estudio junto a otros grupos. Una vez los tomé prestados todos, los escuché varias horas y se los devolví. Esa canción daba vueltas por mi cabeza y mis dedos iniciaron las pulsaciones sobre el teclado.

Empecé a dejar todo lo que sentía en el papel. Cada nota musical se fundía con los latidos de mi corazón. Podía inclusive notar en mi piel los dedos de Yutaka, el perfume que usó aquella noche y sus labios susurrando que me amaba. Palpaba con nitidez su figura desnuda bajo las yemas de mis manos. Todo mi cuerpo reaccionaba quedando atrapado en una encrucijada. Cuando uno ama tanto tiempo a una persona parte de él queda en ese amor y parte de ese amor convive por siempre. Quería pedir disculpas una vez más, aunque jamás leyera aquel archivo en mi ordenador. También quería sincerarme. Había optado por lo correcto y por lo que me hacía feliz, eso era Phoenix.

No podía dejar de escribir, creo que lo hice hasta que amaneció y todo el tiempo estuve escuchando canciones de aquel grupo, prácticamente desconocido para mí. Sin embargo, al llegar a una canción me quedé meditando. Black Eyed parecía relatar todo lo que era yo realmente. Era un infiel de cuerpo, aunque no sabía si también de alma, me pasaba el día con moralismos cuando jamás tuve uno. Era un chico perdido de un hogar desecho desde antes de mi venida al mundo, pero deseaba conquistar un pequeño territorio al que llamar hogar. Tan sólo quería ser amado, quería ser amado hasta el final de mis días. Phoenix me amaba, me abrazaba el alma con una sola mirada, y yo caía en su juego. Le amaba más de lo que pensaba, pero las circunstancias me hacían ser fiel únicamente a mi bragueta y al recuerdo de otras épocas.

1 comentario:

Gabriela dijo...

Q felicidad me dió leer la parte d Placebo en este capítulo!!! Sobre todo Black-eyed y la explicación d la canción, es una canción muy fuerte, tal vez por eso es una d mis favoritas ^^ Gracias por compartir tu novela con todos!

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt