Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 17 de octubre de 2009

Dark City - capitulo 11 - Nuevos Aires (X)


-Debo llamar a Hizaki.-respondió sin más dándome al bebé.

-No, está con Olivier y tal vez les interrumpes.-no sabía si era cierto, pero no quería que se preocupara más de lo debido. Todo se estaba solucionando, se encauzaba, o al menos esa era la sensación que yo tenía.

-Pero…-balbuceó y asintió mirándome a los ojos, se giró para marcharse hacia el jardín.

Entendía que se preocupara, pero sabía que estaba con su pareja. Yo conocía bien a mi hijo y sabía que si ya se encontraba bien se molestaría. Deseaba que le diera la oportunidad de ser maduro, de venir a mí sólo cuando me necesitara. Pero a quien debía de llamar era a Clarissa, se me había pasado por alto. Dejé que se fuera con el bebé hacia el jardín y yo me subí al despacho, tenía que hablar con ella. Llamé a su móvil, no a casa para no alertar a Clara.

-¿Sí?-interrogó de forma seca.-¿Quién es?

-El único con que tienes dos hijos.-respondí recostándome en el sillón del despacho.-Pensé que tenías mi número en tu móvil.-abrí uno de los cajones del despacho y saqué una vieja fotografía, era del último viaje en familia. Esas fotografías estaban guardadas, casi olvidadas, pero en ocasiones las rescataba. El pasado no hay que olvidarlo, sobretodo cuando sigue influyendo en el presente. Debe mirarse como un paso que dimos, algo importante por mínimo que fuera.

-Muy gracioso.-masculló.-Olvidaba que tú tenías el número de mi teléfono más personal, pensé que lo habrías borrado.

-¿Por?-interrogué alzando una ceja.

-No, nada. ¿Una mujer no puede tener ese tipo de sexto sentido?-en realidad lo había borrado en un ataque de rabia, pero restauré la agenda pocos días después.

-¿Te ha dicho algo tu sexto sentido sobre Hizaki?-pregunté calmado, quería saber si conocía todo lo ocurrido.

-¿Qué el loco de Yue casi lo envenena? Querido Olivier es como un hijo para mí, no da un paso sin contarme lo que le ronda por la cabeza.-parecía calmada, muy serena y segura de si misma.-Estoy pensando como hundirlo, no me importa que sea el hijo de una amiga. Ya sabes que Hizaki y Hero son lo único que tengo, a parte de mi trabajo.

-Para mí también son muy importantes, son mis hijos.-respondí intentando mantener la calma, parecía lanzarme una indirecta sobre lo poco que veía a Hero y el escaso contacto que tenía con mi antigua familia. Ella era así, cuando se alteraba sacaba a relucir todo lo que le incordiaba.

-¿Y bien?-suspiró.-¿Tienes datos que yo no tenga?

-¿Cuáles tienes?-interrogué.

-Pues tengo datos de que fue Yue y está detenido, ya sabes. No fue la policía ni Jim, sino Carol.-podía imaginármela palpándose la frente e intentando recapacitar que hacer, también como alzaba su mirada hacia el marco de fotos con la imagen de nuestra familia. Yo hacía prácticamente lo mismo, miraba una fotografía donde todos parecíamos una familia feliz.-Atsushi.-susurró.-No te excedas, estás enfermo y ya no eres un niño aunque lo creas.

-Me conoces bien.-susurré.-Pero tengo que excederme, no voy a permitir que alguien más dañe a Hizaki. Ni a él ni a ninguno de mis hijos. Ha sido un fallo, un estúpido error pensar que todo volvía a la calma.-me estaba sincerando con ella una vez más.-¿Sigues mirando la fotografía de tu despacho?

-¿Cómo lo sabes?-interrogó asombrada.- ¿Tienes cámaras implantadas en nuestra casa?-aún hablaba de nuestra, eso fue extraño. Esa casa ya no era mía, se la dejé a ella y a nuestros hijos. Pero sabía que en parte le asfixiaba esos recuerdos.

-Te conozco muy bien.-susurré.-¿Qué piensas hacer?

-Primeramente intentaré que Jim no empiece como siempre, disculpa todo lo que sucede en su familia como malentendidos. No voy a tomarlo como un malentendido.-lo decía con severidad.-No voy a permitir que hagan daño a nuestro niego.-susurró apreciándose en su voz que aún no se creía abuela, que para ella era algo demasiado precipitado.

-Opino lo mismo.-dije casi de inmediato.-Intentaré que Hizaki tenga mayor seguridad, haré que varios escoltas ronden su barrio. También intentaré buscar a expertos en enfermedades mentales.-murmuré.

-¿Para?-preguntó levemente alterada.

-¿Crees que alguien en su sano juicio hace esas cosas? Ese chico no está bien, quiero que lo alejen de Hizaki y lo internen en una institución psiquiátrica. Quiero que sea esa su pena, recuerda que por muy cruel que haya sido sigue siendo un adolescente y la pena no será demasiado larga. Si pedimos cárcel no la habrá, y si pedimos multa será escasa.

-Tienes razón.-me interrumpió.-Ya se pondrán en contacto nuestros abogados.

-Sí, por supuesto. Cuanto más apoyo legal tenga Hizaki mejor.-respondí.

-Debo de seguir con los informes de la ONG, tenemos pensando ayudar en nuevos centros infantiles.

-Suerte.-dije esperando que se despidiera, pero tan sólo colgó.

Debí advertí que colgaría, que no se sentía cómoda aún conmigo en una conversación en la distancia. Recordé aquellos viajes infernales a Tokio o Berlín, casi éramos recién casados, ella no podía viajar porque estaba gestando a nuestro hijo. Las empresas de mi padre y sus acciones estaban cayendo poco a poco en mis manos, estaba aprendiendo a controlar la numerosa fortuna y a multiplicarla. Esas conversaciones eran demasiado intensas, podía notarse mi necesidad tras la línea telefónica y siempre cuando intentaba despedirme de ella… colgaba. Lo hacía por inercia, creo que jamás le gustó despedirse de mí y eso es un misterio más a su forma de ser.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt