Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 17 de octubre de 2009

Dark City - capitulo 11 - Nuevos Aires (XI)




Debí advertir que colgaría, que no se sentía cómoda aún conmigo en una conversación en la distancia. Recordé aquellos viajes infernales a Tokio o Berlín, casi éramoJustificar a ambos ladoss recién casados, ella no podía viajar porque estaba gestando a nuestro hijo. Las empresas de mi padre y sus acciones estaban cayendo poco a poco en mis manos, estaba aprendiendo a controlar la numerosa fortuna y a multiplicarla. Esas conversaciones eran demasiado intensas, podía notarse mi necesidad tras la línea telefónica y siempre cuando intentaba despedirme de ella… colgaba. Lo hacía por inercia, creo que jamás le gustó despedirse de mí y eso es un misterio más a su forma de ser.

Cuando me casé muchos me envidiaban. Era una mujer hermosa y con visión para los negocios, una ambición que la hacía ser terca y luchadora. Sin duda lo que más me llamó de ella no fue su carácter, sino su sonrisa. Cuando sonreía conmigo era especial, no había esa neblina de frialdad y me propuse conservar esa expresión en su rostro. Jamás pensé que sería quién más daño le hiciera, quien hiciera que llorara con amargura. Lo dejé todo para ser lo que su padre esperaba, para poder estar con ella, pero hasta esos momentos no me di cuenta que ella también dio mucho por estar conmigo. Yo hice que todo se fuera al diablo, yo no ella.

Estuve meditando una vez más después de colgar el teléfono. No podía evitarlo. Recordaba las vacaciones, las escapadas de fin de semana a las montañas o simplemente a un lugar apartado. No importaba nada. Ella y yo éramos un mundo perfecto. Como todos los jóvenes pensamos durar eternamente, y como en la mayoría de los casos no se cumplió nuestros deseos. Tal vez siempre hablo de lo mismo, siempre rememoro el pasado. Si bien, son momentos que vienen y que me hacen recordar como me sentía en esos instantes.

Me dediqué a mirar fotografías, imágenes que tenían mucho que ver con el hombre que actualmente era. Me había refinado, alejado de los problemas, conquistado nuevos mundos, leído libros que jamás pensé que cayeran en mis manos y vivencias que se grabaron en mi piel. En esas innumerables instantáneas ella a mi lado sonreía con soberbia, y yo también, una soberbia infinita. Nos creíamos superiores al resto, que nuestra felicidad era mejor que la de cualquiera. También estaban la de nuestros hijos, el nacimiento de Hizaki y el de Hero proseguían miles de instantáneas de familia feliz.

-¿Qué haces que no vienes?-interrogó Phoenix surgiendo de la nada.-Llevo más de una hora esperándote, pensé que te habían llamado por negocios y te encuentro aquí sentado sin más.-entonces miró hacia la mesa recubierta de viejas fotografías y sus ojos se entristecieron. Parecía sentirse culpable por algo, si bien no entendía porqué.

-¿Y esa mirada?-pregunté cerrando el álbum y guardando todo de forma apresurada.-Ya voy, tan sólo buscaba una fotografía.-había sacado todo lo que tenía en los dobles fondos de mi escritorio, todo sin dejar ni una de las imágenes de mi vida.

-Nada.-dijo meciendo leve entre sus brazos a Jun.

-Papá.-murmuró el pequeño y yo fui hacia él tomándolo en brazos, besando sus mejillas y su frente.

-Vamos al salón, ya no hace sol y estaremos cómodos en el sofá.-intentaba que él me siguiera pero se quedó allí parado.

-¿Te arrepientes?-interrogó.- ¿Te arrepientes de haberla dejado por mí?

-No.-dije con sinceridad mientras el niño jugueteaba con el regalo de cumpleaños de Yutaka, aquella cruz que tanto deseaba.

-¿Te arrepientes de algo que hayas hecho?-se giró para enfrentar mi mirada cargada con desconcierto.

-De haber echado a perder mi matrimonio y no ser sincero cuando cayó todo a la monotonía, de haber hecho daño a Yutaka una y otra vez, de no haber estado en contacto con Megumi y de haberte engañado. De todo lo que un hombre se arrepiente, de sus actos malos, pero jamás me arrepentiría de aquellas cosas que me han hecho, o me hicieron, feliz. No me arrepiento de haberme casado con Clarissa, ni de tener cuatro hijos, no me arrepiento para nada de haberte pedido matrimonio o de haber mandado construir esta casa prácticamente de la nada… hay cosas de las cuales jamás me arrepentiré.-no pestañeé cuando decía todo aquello, me era casi imposible hacerlo. Estaba sincerándome una vez más con él, que no me creyera era otro asunto distinto.

-De acuerdo.-musitó poniéndose de puntillas para besar suave mis labios.-No tengo ganas de ver televisión, me tumbaré en la cama un rato.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt