Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 21 de octubre de 2009

Dark City - capitulo 11 - Nuevos Aires (XV)


-Así es.-dijo dando el último sorbo a su café.-Lo que he dicho aquí podría traerme consecuencias, por favor no digas nada. Aún muchas personas querrían mi cabeza en bandeja, por hacer que un mocoso como él termine dominando tantos negocios en Asia.-murmuró tomando una servilleta para llevársela a sus labios.

-Es de confianza entonces.-lo que me había dicho, el cómo lo había conocido, tal vez no aliviaría a nadie pero que me contara algo así era para mí importante.

-Total confianza.-dijo con una sonrisa leve.-Es algo alocado, pero lo preciso.-añadió.

-Ya veo.-le miré directamente a los ojos.-El amigo que protegió es Yoshiki, jamás pude buscarle causas por los delitos que cometió y que aún comete.-él se tensó por completo quedándose prácticamente pálido.-Tranquilo, no sé nada.

-¿Cómo?-estaba tartamudeando, sus manos fueron a la mesa y quedaron extendidas pegando sus palmas a la madera.

-Le vi hablando contigo hace meses, en la salida del teatro, cuando fui a comprar algunos pañales y pijamas para Jun.-sonreí de lado.-Al decir que era joven, amigo, e imaginar que era oriental…

-Por favor deja a Yoshi en paz.-susurró en forma de ruego.

-Los amigos de mis amigos son mis amigos.-respondí tomando sus manos, acariciándolas.-Tranquilo, deja de tensarte.

-Merci.-susurró recobrando el aliento, quedando tranquilo de nuevo.

-¿Es como un hermano?-pregunté y él simplemente sonrió.-Lo imaginaba.

-Siempre pensé que jamás tendría un hermano, un hermano que me quisiera realmente, pero él vino a mi vida y al conocerlo mi alma se enterneció.-murmuró echándose levemente sobre el asiento.-Tan dulce, con aquellos enormes ojos negros rogando, y sobretodo tan frágil. Era ver un muñeco de porcelana maltratado, desdichado y con el alma rota.-susurró y entonces alzó la vista por encima de mi hombro.-Llegó nuestro hombre.

-El joven de la inmobiliaria.-dije girándome mientras le veía nervioso caminando hacia nosotros.

Teniendo en cuenta que la venta de casas había caído, también las de alquiler, cazar un cliente era algo fundamental para conservar el puesto. A pesar de que nuestra ciudad no había subido excesivamente los índices de paro, conservaba prácticamente los mismos, era importante no dejarse arrastrar por el ritmo que llevaba el mercado. Por ello sus nervios, su aspecto demasiado frágil daba cierto aire de ternura hacia él y sus ojos juveniles hablaban de una experiencia mínima.

-Diría que no tiene más de veintitrés.-dijo Kamijo con una sonrisa leve.

-Buenos días, ya casi tardes, espero no haberles hecho esperar demasiado.-empezaba a pedir disculpas por algo que no había hecho, había sido puntual y eso me agradaba.

-Tranquilícese.-susurré alzando mi mano para que vinieran a cobrarnos.

-¿Sí? ¿Qué desea caballero?-interrogó la camarera.

-Traiga la cuenta, por favor.-una sonrisa amable se cinceló en mis labios y ella asintió al instante.

-No puedo tranquilizarme.-dijo nada más marcharse ella hacia la caja. Era un chico menudo, el traje le hacía parecer más grueso.

-¿Por qué?-interrogó Kamijo.-No llegó tarde, además estábamos conversando.

-Verán últimamente estamos perdiendo muchos clientes, temo que se hayan sentido ofendidos al tener que esperar a que mostrara un piso a unas cuantas calles.-su tono de voz era el de un intrépido muchacho acabado de salir de la universidad, de esos que estudian duro y se sacan con esfuerzo el título. Empezó tal vez con ilusión y terminó con temor, porque su cabeza rodaría la primera.

-Ya.-dijo mi amigo levantándose.-Pero somos caballeros de negocios, sabemos que a veces cuando estamos en reuniones podemos llegar tarde a otras citas.-sonrió de forma franca y tranquilizadora.-Cálmate.

-¿Cómo se llama?-pregunté.

-Benjamín.-respondió de inmediato algo más tranquilo.

-Benjamín sé lo que es tener el primer trabajo, las primeras responsabilidades y los nervios a flor de piel. Ahora olvide todo lo que le han enseñado, todos sus miedos y todas las preocupaciones. Sea usted mismo y muéstrenos el apartamento, sea franco y directo.-lo dije en un tono confiable, uno de esos que hace que te escuche todo el mundo.

Era un consejo que me dieron los primeros días en mi pequeño despacho, cerca del de mi padre. Yo había estudiado duro, no estaba ahí por ser el hijo del jefe nada más. Jamás olvidaría a ese hombrecillo que se aproximó a mí, poco o nada podría yo conocer que sería despedido por mi padre pocos meses después. Mi padre prescindió de él porque ya era demasiado viejo. Sin embargo mi padre tenía varios años más que él. Jamás le perdoné que hiciera aquello, mucho menos cuando supe que se suicidó al verse arruinado al perder el empleo y también al perder a su familia tras divorciarse de su mujer.

La camarera apareció y Benjamín tomó el papel. Lo miré de reojo y le quité la nota.

-Señor, yo deseo pagar el café porque debieron esperarme.-replicó.

-Ya, pero no me gusta que me inviten.-respondí con una sonrisa felina, mientras Kamijo reía bajo.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt