Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 5 de noviembre de 2009

Dark City - capitulo 11 - Nuevos Aires (XXIX)



-Aquí tiene su té.-comentó la chica dejándolo frente a mí.- ¿Dese algo más?

-No, gracias.-respondí sin siquiera mirarla.

Las noticias eran las habituales, parecía que el ser humano no aprendía jamás de sus errores. Tal vez por ello no me sentía tan estúpido, porque el mundo en sí volvía a tropezar en viejas grietas y a dejarse embaucar por banales pretensiones. El país, el continente entero, estaba sufriendo recesión. Me alegré de que nuestra ciudad tuviera una economía que no se sustentaba solamente en el ladrillo, corrupción, turismo y política de costas nefasta. Teníamos empresas sólidas del sector textil y alimenticio, eso frenaba un tanto la caída del empleo. Además, las energías renovables estaban dando buenos frutos.

Casi me carcajeo al ver a tanto inepto aturdido, sin nada en sus bolsillos y viviendo en palacios de cartón. Quien no sabe administrarse, ni ejecutar obras con cabeza, termina mal, muy mal. Sin embargo, me di cuenta que ellos tal vez se hundían pero alguien les echaría una mano. Yo me sentía solo, la soledad se pegaba a mí más que nunca en un día tan plomizo como aquel. Las nubes iban apareciendo de la nada y pronto las primeras gotas golpearon con virulencia los cristales de la cafetería.

Empecé a beber con pequeños, y silenciosos, sorbos observando las prisas de los que por allí transitaban. A lo lejos retumbaba el primer atasco, cláxones y gritos en el aire daban el aviso. Los primeros paraguas aparecían coloreando las grises aceras, otros eran simples carpetas o chaquetas que impedían empaparse demasiado las ideas. Las mujeres y sus delgados tacones peligraban, los jóvenes que habían hecho novillos reían a carcajadas mientras correteaban hasta los locales contiguos. Sí, un mundo en movimiento y yo me dejaba llevar por la magia de la quietud.

La taza calentaba mis manos de uñas largas y negras, creo que era el único cambio en mi aspecto. Antes solía visitar los lugares cercanos al Ayuntamiento, era mi hogar y era donde mejor se podía poner en contacto conmigo. Aún recordaba los últimos cafés, los cigarrillos invadiendo el ambiente frío y cargado. Pero ahora a pesar de tener un marco parecido había cambiado demasiado. Seguía observando con una media sonrisa la vida que afloraba de cada esquina. Era increíble que las personas odiaran la lluvia, en mayoría, cuando cada gota es imprescindible. La lluvia daba vida y magnetismo a la ciudad, la despertaba y despejaba.

Después de un buen rato volví al periódico y pedí un café, esta vez deseaba saborear un cappuccino expreso con un toque de chocolate. Era donde mejor los hacía, aunque la pastelería y bollería que tenían era algo deficiente. Pero el local siempre estaba vivo por culpa de sus cafés con sus aromas italianos o colombianos. La misma camarera dejó aquella humeante taza frente a mí, la lluvia apretaba aún más fuerte y los primeros truenos comenzaron a hacer temblar la luz. Tras el último sorbo de mi café me levanté y pagué en la barra lo que había tomado, lo hice en efectivo y dejé buena propina.

A pesar de que llovía dejé que el agua me empapara unos segundos, corrí hacia donde dejé mi coche y me subí. Allí noté mis cabellos mojados cayendo sobre mi frente, sonreí colocando bien el retrovisor y comprobando los demás espejos. Sin duda sería un buen término de la mañana. Tuve que soportar un tremendo tráfico, pero no importó. Llamé por el manos libres a Phoenix, no más de un minuto para evitar distracciones, y le rogué que tuviera preparado una bañera para ambos. Deseaba disfrutar con él de un día completo, él debía ser mi apoyo en los días venideros.

Conecté la radio en medio del tráfico, hablaban de lo típico en cada emisora. Varias de deportes, muchas de música y al final di con una que se trataba de libros. La emisora leía libros, poemas con una intensidad brutal y comentaba las novedades en las librerías. Hablaron de la cercana publicación de un proyecto de mi hijo, sonreí de lado orgulloso, para después escuchar una de las frases que este poseía “Vivo la eternidad de cada palabra pronunciada”. Mi mente se quedó en blanco al percatarme que había madurado demasiado, un cambio hacia la madurez que poco a poco me estaba perdiendo.

-Has aprendido.-murmuré.-Un hombre se mide por sus actos, por las palabras que le impulsaron a realizarlos y así forja su destino.

Fue lo único que logré decir en un murmullo, hasta que llegué a casa y pude disfrutar de lo que restaba del día con Phoenix. Conversé con él horas sobre las alabanzas que repetían una y otra vez en aquella emisora. Él si había tenido tiempo de leer el libro, a penas un borrador, yo no llegué ni a la mitad por enfocarme en otros campos. Esa misma noche me quedé desvelado leyéndolo, realmente era bueno y me quedé impactado de que mi hijo pudiera hacer algo como aquello.

El final lo habré leído mil veces desde aquella madrugada. Era como un testamento vital de que el amor podía ser único y eterno. Muchos cuando somos adolescentes pensamos que el amor es eterno, que siempre amaremos a la misma persona, pero sus palabras eran mucho más intensas y parecía proclamar que realmente sólo pensaba pasar sus últimos días con Olivier. Debía ser estúpido aquel que leyera aquellas líneas y no se diera cuenta de qué trataba, por mucho que fuera un mundo de fantasías con dragones inmensos y temibles.

“Y entonces decidí protegerlo. No importaba nada, ni siquiera si estaba bien o mal, lo único que me importaba era sostenerlo entre mis brazos y ver una sonrisa dibujada en su rostro. Esas facciones dulces me embaucaban demasiado, nadie lo había hecho hasta el momento y una sensación extraña recorría mi cuerpo por completo. La sensación era parecida a la paz que deja en un recién nacido una nana, una dulce nana. Si bien, se mezcla con la impaciencia, el deseo, la lujuria y el sabor de sus labios.

Me di cuenta de muchas cosas, demasiadas para enumerarlas, pero los años siguientes a esa noche los dediqué a escribirlas por orden. Hice un pequeño libro, tan sólo unas hojas embarradas en faltas ortográficas y lagunas sin importancia.

Ahora, cada noche, revivo cada encuentro a pesar de mis arrugas. Vivo la eternidad de cada palabra pronunciada; porque nuestra historia merece ser narrada hasta que nuestros huesos no soporten los años en el devenir del tiempo.”

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt