Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 6 de noviembre de 2009

Dark City - capitulo 11 - Nuevos Aires (XXX)


“Y entonces decidí protegerlo. No importaba nada, ni siquiera si estaba bien o mal, lo único que me importaba era sostenerlo entre mis brazos y ver una sonrisa dibujada en su rostro. Esas facciones dulces me embaucaban demasiado, nadie lo había hecho hasta el momento y una sensación extraña recorría mi cuerpo por completo. La sensación era parecida a la paz que deja en un recién nacido una nana, una dulce nana. Si bien, se mezcla con la impaciencia, el deseo, la lujuria y el sabor de sus labios.

Me di cuenta de muchas cosas, demasiadas para enumerarlas, pero los años siguientes a esa noche los dediqué a escribirlas por orden. Hice un pequeño libro, tan sólo unas hojas embarradas en faltas ortográficas y lagunas sin importancia.

Ahora, cada noche, revivo cada encuentro a pesar de mis arrugas. Vivo la eternidad de cada palabra pronunciada; porque nuestra historia merece ser narrada hasta que nuestros huesos no soporten los años en el devenir del tiempo.”

Phoenix dormía a mi lado, estaba aferrado a mí como si fuera nuestra última noche juntos. Parecía intranquilo en sueños, tal vez rememorando días no tan lejanos. Siempre me comentaba que temía despertar y no verme, que todo hubiera sido meras ilusiones o un tonto sueño. Sabía que cuando era un adolescente yo le atraía, pero le repugnaba mi forma de pensar. Más bien, le repugnaba mi supuesta forma de ver el mundo. Nunca le conté el sueño, o pesadilla, que tuve en el hospital. Recordé el sueño, aquellos alter egos gritándome a la cara como había perdido el tiempo y como lo seguía haciendo.

Después de varios minutos reí bajo. Me sentía afortunado porque mis hijos fueran coherentes y no estúpidos muchachitos que escriben y leen basura. Sí, esos que se creen vampiros y dicen serlo bebiendo sangre de otros, pero que a la hora de la verdad al ver sangre se desploman en el suelo. Tampoco se metían en peleas, ya Hizaki lo había dejado atrás. Eran chicos con su vida centrada en los estudios o trabajos, también en hacerme sentir orgulloso cada día por cada uno de ellos.

Creo que fue una de las mejores noches de mi vida. Dormí tranquilo, orgulloso y tranquilo. Sin embargo tuve pesadillas horribles, aunque también podría calificarlas de terroríficas y asfixiantes. Al despertar lo hice agitado y empapado en sudor, como si me hubieran arrojado un cubo de agua. El mayor de todos mis miedos, creo que el único, es la soledad y el rechazo. Sentirme abandonado por los que amo es mi peor pesadilla.

El sueño constaba de mi propio entierro. Empezó todo en un hermoso paraje olvidado de la mano de dios, prácticamente, y en plena naturaleza. Un viejo sacerdote cristiano emitía plegarias por mi alma pecadora. Yo ya no era católico, había pedido que me excomulgaran, sin embargo ese hombre estaba ahí. A mí alrededor no faltaba nadie, estaban todos, e incluso vi a pequeños niños representados como mis nietos. Fueron todos, pero no vestían de negro sino de forma colorida y sus rostros no mostraban aflicción alguna. Cada frase que decían era más hiriente que la anterior; eran como puñaladas directas a mi achacoso corazón, sobretodo las que me dedicaron Yutaka y Phoenix. Ambos parecían comprenderse, incluso aliarse para soltar toda la ácida bilis que estaban regurgitando. Después me abandonaban en una tumba sin nombre, a penas un montículo de piedras, para así no encontrarme o tal vez para que nadie diera conmigo. Tampoco tuve ataúd, ni flores, ni si quiera un enterrador digno. Quien echó toda la tierra sobre mí era aquel sanguinario mafioso junto a Taylor. Me olvidaban, me daban la espalda y yo me sentía miserable. No podía hacer nada, ni mover un solo músculo. Fue aterrador y lo peor de todo es que tenían razón. Todos tenían sus motivos para odiarme, olvidarme y abandonarme.

Como he dicho me desperté perlado de sudor y con Phoenix a mi lado, él sonreía aferrado a mí y yo simplemente besé su frente. Me quedé contemplándolo un par de horas, hasta que Jun comenzó a llorar. Me levanté de la cama sin perder ojo a mi pareja, para luego marcharme hacia la habitación del bebé.

-¡Papi!-decía inquieto.- ¡Papi!

-¿Papilla?-interrogué tomándolo de la cuna.- ¿Tienes hambre?-él se calmó cuando lo tomé entre mis brazos, sus ojos estaban llorosos pero al menos parecía tranquilo.-Papá te dará de comer ahora, tranquilo pequeño.-susurré besando su sien.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt