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-Donde hubo fuego siempre hay cenizas, pequeñas llamitas que avivan y se apagan continuamente.-dijo dándome una leve palmada en la espalda mientras me indicaba que me sentara en un banco de la cocina.
La cocina estaba vacía, el resto del servicio estaba de compras en los supermercados y tiendas. Ella siempre estaba en casa, cuanto más tiempo pasaba más reacia era a salir y pasear. Decía que el frío se metía en sus huesos y que ya no era agradable caminar entre estúpidos sin educación. Mi madre simplemente le hubiera dado la razón, como así se la daba Clarissa.
-Ahora cuéntame todo, sabes que es un placer para mí escucharte.-comenté haciéndola sonreír con mis palabras.
-Atsushi, hijo, esta vez no será agradable.-murmuró dejándome un cuenco de galletas recién horneadas próximas a mí.-Anda, toma una de mis deliciosas galletas que tanto te han gustado siempre.-me trataba como a un niño, como si realmente volviera a casa.
-Gracias Clara.-dije tomando una de ellas observándola.
-El chico se ha metido en problemas toda su vida.-inició aquel relato que me impactaría demasiado.-Ella siempre ha estado trabajando cuidando sus hijos, este último no deseaba tenerlo y quería abortar. Su madre dijo que era un error hacer eso, que el hijo debía tenerlo.-suspiró y agachó la mirada.-No era un hijo querido.-añadió alzando de nuevo sus ojos clavándolos en los míos.-Su marido cayó en la delincuencia, estafaba y hurtaba pequeñas cantidades de dinero en el trabajo. Terminó en la cárcel y su hijo lo emula. Se cree más inteligente que él cuando a penas sabe leer y escribir.-estaba algo nerviosa y yo no podía probar aquellas delicias, ya que verla en ese estado era volver la cara hacia el pasado contemplándolo como una eterna pesadilla.-Atsushi por mucho que lleven al niño al instituto se escapa, vende droga en él y amenaza a sus compañeros.
-Ya he oído suficiente.-dije sacando mi talonario, siempre lo llevaba junto a la billetera.-Con este dinero y unas referencias que quiero que entregue, con mi puño y letra, internará a ese chico en el centro de estudios Santiago.-era un centro religioso, donde tenían mano dura con los jóvenes y aquello parecía más una cárcel que una institución académica.-Hablaré por teléfono mejor con el director, lo conozco personalmente, ya que en más de una ocasión hemos coincidido en conferencias y en pequeñas reuniones.
-Atsushi.-se quedó congelada.-No creo…
-No importa, pagaré su inscripción un año, Clarissa que se disponga a ayudar a la mujer al desplazamiento de su madre para verlo una vez al mes.-comenté mientras estampaba mi rúbrica.-No tengo que escuchar más.
-Ese lugar es un penal.-murmuró.
-No es un niño, es un criminal.-respondí.
-Tienes razón, golpea a personas en la calle y trafica. Sin embargo, puede volverse loco en un lugar como ese.-sus piernas parecían temblar, como si fuera un débil castillo de naipes.
-No importa.-dije tomándola del rostro, me había levantado del taburete y quedado junto a ella.
-Soy la madrina de ese niño.-murmuró.- ¿Recuerdas el niño rubito de ojos azules que siempre te mostraba orgullosa?
-¿Es él?-dije con seguridad aunque pregunté.
-Sí, es él.
-¡Papá!-la voz de Hero en el vestíbulo nos hizo cambiar el rostro.- ¡Papá!
-Anda ve.-comentó ella.-Disfruta de tu pequeño Hero.
Caminé hacia la entrada de la casa, él se encontraba allí con un enorme lienzo con la imagen de mi hijo y Olivier a carboncillo. Era una obra perfecta. Me quedé en shock mientras él sonreía tras aquel pesado volumen de arte.
-¿Lo has hecho tú?-pregunté aproximándome para observarlo.
-Sí, lo hice yo.-respondió con una sonrisa simple.-El pelo de Olivier es lo que mejor me ha quedado, pero tuve un pequeño problema con la ropa de Hizaki.-dijo señalando sin tocar la parte del chaleco.- ¿Ves? Es el bordado, era difícil.
-Hijo.-murmuré.- ¿Te das cuenta de tu talento?-interrogué no muy seguro de su respuesta.
-El profesor dice que no necesito las clases para mejorar, sino para aprender nuevas técnicas e innovar.-sonrió mostrándome sus dientes, aquellos pequeños dientes perfectamente alineados y me di cuenta del hueco que había en ellos.-¿Se cayó.-pregunté tomándolo por el mentón para observarlo.
-Sí, anoche.-respondió mientras los zapatos de Clara hacían eco en el suelo marmóreo.
-¡Hero!-gritó completamente orgullosa.- ¡Eso es! ¡Eso es lo que ocultabas! ¡Mi niño deja que te abrace!-él dejó el cuadro para correr hacia ella y abrazarla como pedía.
-¿Te gusta?-interrogó dudoso.
-Me maravilla, a Olivier le gustará.-respondió acariciando su rostro mientras acomodaba sus cabellos.
La cocina estaba vacía, el resto del servicio estaba de compras en los supermercados y tiendas. Ella siempre estaba en casa, cuanto más tiempo pasaba más reacia era a salir y pasear. Decía que el frío se metía en sus huesos y que ya no era agradable caminar entre estúpidos sin educación. Mi madre simplemente le hubiera dado la razón, como así se la daba Clarissa.
-Ahora cuéntame todo, sabes que es un placer para mí escucharte.-comenté haciéndola sonreír con mis palabras.
-Atsushi, hijo, esta vez no será agradable.-murmuró dejándome un cuenco de galletas recién horneadas próximas a mí.-Anda, toma una de mis deliciosas galletas que tanto te han gustado siempre.-me trataba como a un niño, como si realmente volviera a casa.
-Gracias Clara.-dije tomando una de ellas observándola.
-El chico se ha metido en problemas toda su vida.-inició aquel relato que me impactaría demasiado.-Ella siempre ha estado trabajando cuidando sus hijos, este último no deseaba tenerlo y quería abortar. Su madre dijo que era un error hacer eso, que el hijo debía tenerlo.-suspiró y agachó la mirada.-No era un hijo querido.-añadió alzando de nuevo sus ojos clavándolos en los míos.-Su marido cayó en la delincuencia, estafaba y hurtaba pequeñas cantidades de dinero en el trabajo. Terminó en la cárcel y su hijo lo emula. Se cree más inteligente que él cuando a penas sabe leer y escribir.-estaba algo nerviosa y yo no podía probar aquellas delicias, ya que verla en ese estado era volver la cara hacia el pasado contemplándolo como una eterna pesadilla.-Atsushi por mucho que lleven al niño al instituto se escapa, vende droga en él y amenaza a sus compañeros.
-Ya he oído suficiente.-dije sacando mi talonario, siempre lo llevaba junto a la billetera.-Con este dinero y unas referencias que quiero que entregue, con mi puño y letra, internará a ese chico en el centro de estudios Santiago.-era un centro religioso, donde tenían mano dura con los jóvenes y aquello parecía más una cárcel que una institución académica.-Hablaré por teléfono mejor con el director, lo conozco personalmente, ya que en más de una ocasión hemos coincidido en conferencias y en pequeñas reuniones.
-Atsushi.-se quedó congelada.-No creo…
-No importa, pagaré su inscripción un año, Clarissa que se disponga a ayudar a la mujer al desplazamiento de su madre para verlo una vez al mes.-comenté mientras estampaba mi rúbrica.-No tengo que escuchar más.
-Ese lugar es un penal.-murmuró.
-No es un niño, es un criminal.-respondí.
-Tienes razón, golpea a personas en la calle y trafica. Sin embargo, puede volverse loco en un lugar como ese.-sus piernas parecían temblar, como si fuera un débil castillo de naipes.
-No importa.-dije tomándola del rostro, me había levantado del taburete y quedado junto a ella.
-Soy la madrina de ese niño.-murmuró.- ¿Recuerdas el niño rubito de ojos azules que siempre te mostraba orgullosa?
-¿Es él?-dije con seguridad aunque pregunté.
-Sí, es él.
-¡Papá!-la voz de Hero en el vestíbulo nos hizo cambiar el rostro.- ¡Papá!
-Anda ve.-comentó ella.-Disfruta de tu pequeño Hero.
Caminé hacia la entrada de la casa, él se encontraba allí con un enorme lienzo con la imagen de mi hijo y Olivier a carboncillo. Era una obra perfecta. Me quedé en shock mientras él sonreía tras aquel pesado volumen de arte.
-¿Lo has hecho tú?-pregunté aproximándome para observarlo.
-Sí, lo hice yo.-respondió con una sonrisa simple.-El pelo de Olivier es lo que mejor me ha quedado, pero tuve un pequeño problema con la ropa de Hizaki.-dijo señalando sin tocar la parte del chaleco.- ¿Ves? Es el bordado, era difícil.
-Hijo.-murmuré.- ¿Te das cuenta de tu talento?-interrogué no muy seguro de su respuesta.
-El profesor dice que no necesito las clases para mejorar, sino para aprender nuevas técnicas e innovar.-sonrió mostrándome sus dientes, aquellos pequeños dientes perfectamente alineados y me di cuenta del hueco que había en ellos.-¿Se cayó.-pregunté tomándolo por el mentón para observarlo.
-Sí, anoche.-respondió mientras los zapatos de Clara hacían eco en el suelo marmóreo.
-¡Hero!-gritó completamente orgullosa.- ¡Eso es! ¡Eso es lo que ocultabas! ¡Mi niño deja que te abrace!-él dejó el cuadro para correr hacia ella y abrazarla como pedía.
-¿Te gusta?-interrogó dudoso.
-Me maravilla, a Olivier le gustará.-respondió acariciando su rostro mientras acomodaba sus cabellos.
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