Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 20 de noviembre de 2009

Dark City - capitulo 11 - Nuevos Aires (XXXIX)


-¡Hero!-gritó completamente orgullosa.- ¡Eso es! ¡Eso es lo que ocultabas! ¡Mi niño deja que te abrace!-él dejó el cuadro para correr hacia ella y abrazarla como pedía.

-¿Te gusta?-interrogó dudoso.

-Me maravilla, a Olivier le gustará.-respondió acariciando su rostro mientras acomodaba sus cabellos.

-¿Creéis que será buena idea regalárselo?-estaba siempre dudoso, siempre creía que su trabajo no era lo suficientemente bueno como para llevarse alabanzas o pequeños halagos.

-Sí, así lo creo.-respondí en un tono orgulloso.

-Clara.-dijo girándose hacia ella.-¿Puedes ocultarlo en el fondo de mi armario con el paño? No quiero que mamá lo vea, no quiero que termine hablando de ello en confidencia con Olivier.-hablaba de una forma locuaz, aunque su tono de voz seguía siendo la de un niño y su inocencia era su inocencia.

-Claro mi niño.-dijo con un tono tan maternal que me hizo recordar a mi niñez, aunque eso era habitual estando cerca de ella y su cabello cano.-Pasad un buen día.-comentó tomando el rostro de mi hijo entre sus dulces manos, para luego hacer lo mismo el mío.

-Papá tengo hambre ¿desayunamos?-asentí a su pregunta y tomé su mano.

Recordé por unos instantes la primera vez que caminó hacia mí. Cerraba los ojos y veía a Clarissa animarle para que llegara hacia nosotros. Hizaki lo contemplaba todo desde las escaleras, junto a él, para soltarlo y dejar que sus rechonchas piernas le hicieran avanzar hacia nosotros. Sus manos, sus pequeñas manos, llegaron a mis brazos y yo las tomé orgulloso como ese mismo día. Tenerlo de nuevo a mi lado era como volverlo a ver caminar, que me mostrara sus logros era un paso más hacia una meta enorme y lejana.

Tomé su chaqueta del armario cercano a la salida, siempre estaban allí sus ropas de calle, y le ayudé a ponérsela para luego marcharnos hacia mi automóvil. Su mano no se despegaba de la mía. Hizaki a sus años ha odiaba que le llevara de la mano, se sentía mayor para que yo lo acompañara y usualmente rehuía de todo lo que fuera familiar. Hero parecía aferrarse a su infancia, a lo que quedaba de ella, y nosotros se lo consentíamos.

Al subir al vehículo él tomó el asiento del copiloto y se conectó el cinturón. Tenía ya la estatura y la edad apropiada, no podía mandarlo a los asientos traseros porque ya era un adulto. Me di cuenta que pronto saldría con chicas, le romperían el corazón, se vería inmerso en el instituto, intentaría hacerse el adulto y acabaría robándome las llaves del coche. Volvería a ver a uno de mis hijos crecer, alejarse de mí, y hacerme sentir más viejo de lo que ya me sentía siendo abuelo.

No le dije donde íbamos, además no preguntó. Estaba inmerso en sus pensamientos observando el paisaje, tal vez meditando en crear paisajes urbanos, mientras jugueteaba con las emisoras. Cuando frunció el ceño me miró fijamente, yo estaba pendiente al tráfico a pesar de estar detenidos.

-¿Por qué no emiten nada de Mika?-interrogó.-Las radios sólo ponen porquería, yo quiero escuchar a Mika.-tiró levemente de mi brazo y giré mi rostro un segundo hacia el suyo.-Ha sacado nuevo tema, es un éxito, y las emisoras de este maldito país sólo ponen música estúpida sin sentimiento alguno. ¿Cómo desean que me sienta animado en una mañana de otoño tan fría?-me eché a reír a carcajadas.

-Pasas demasiado tiempo con Olivier.-respondí.-También demasiado con tu hermano.

-Pero tengo razón, no emiten nada bueno. Estoy harto de escuchar ese maldito grupo con la chica de voz de pito, no sé como se llama, pero han hecho temas muy parecidos a los de David Bowie.-tenía los brazos cruzados con un berrinche terrible.-Si un niño de mi edad se percata ¿Por qué no se dan cuenta los adultos? ¿Son estúpidos? ¿No tienen criterio?

-Las personas, la sociedad en sí, se rige por las modas y las tendencias que cierta persona diga. Ya no es como en la moda, un diseñador presenta su colección y algunos toman ejemplo para llevar algo parecido. No.-intentaba explicarle de lo estúpido que podía ser el conjunto humano al completo.-Verás cientos de millones de personas en todo el mundo prefieren que piensen por ellos a pensar por si mismos, porque así no terminan enfrentados o en problemas filosóficos. Es preferible para muchos hacer lo que diga otro, alguien que supuestamente es superior.

-Millones de moscas comen mierda, pero eso no implica que esté sabrosa.-exploté en carcajadas cuando escuché aquello de boca de mi hijo. Tenía razón, demasiada, aún así el mundo era más fácil cuando se hacía y se pensaba de la forma “correcta”.

-No, se supone que tan sólo es buena para el abono y no para el consumo humano.-respondí intentando mantener la compostura, pero no podía.

-Pues entonces, deberían de saber que ser todos iguales es demasiado aburrido. El mundo sería muy gris si todos pensáramos igual, no adelantaríamos nada y terminaríamos enclaustrados en vitrinas para no mancharnos y comportarnos según un programa informático.-mostraba un mundo muy parecido al que alguien podía imaginar, sobretodo desde el libro “Gran Hermano” donde el mundo entero era vigilado por cámaras de seguridad, inclusive casas particulares. Nada de lo que podía hacer quedaba lejos del ojo y obligaba a actuar como se debía, no como se deseaba.

-Lo sé.-dije con una leve sonrisa.

Al fin salimos del atasco y en pocos minutos llegamos a las afueras, donde estaban las mansiones y pequeños chales. Él se quedó paralizado, no podía huir y tampoco sabía como actuar.

-Me has traído a tu nueva casa.-comentó en un murmullo apagado.-Con ese.-masculló.

-Pensé que debíais de conoceros, también que tu hermano pequeño tenía derecho a que te conociera y aprendiera a quererte como hizo en su día Hizaki.-él apretó los puños cuando dije todo aquello, pero no respondió nada.

Tan sólo hubo silencio, un silencio incómodo e inconfundible. Mi hijo sabía morderse la lengua demasiado bien, era correcto en sus formas como Clarissa.

-Mamá jamás habla de todo esto, noto en su mirada que la daña.-comentó en un murmullo.-Sé que ella jamás podrá superarlo del todo y yo tenía esperanzas de que ocurriera un milagro.-giró su rostro hacia mí y sonrió leve.-Pero supongo que Jun no tiene la culpa.-era muy maduro para sus años, otro chiquillo hubiera reaccionado de forma distinta e incluso hubiera rogado volver a su hogar.

-Tan sólo te pido que tengas cuidado con el perro.-comenté bajando del coche.-Confío en tus modales, Hero.-sentencié cerrando mi puerta para abrir la suya.

Al bajar pude notar como sus cabellos, algo largos, se mecían levemente en el viento. Pronto haría frío, no sería como días atrás algo más veraniegos. Él nació un día de fuertes lluvias, uno de esos que el temporal hace amarrar la flota de los navíos y notas que el mundo entero tiembla. Supongo que por ello él jamás parecía tener frío, nunca se quejaba, como si aquel día hubiera influido en su destino y en su carácter.

Me tomó de la mano apretándola levemente al pasar la cancela. La perra ladraba sin fiereza, más bien incitando a un estúpido juego con un juguete cargado de babas y microbios. Sus ojos caninos lucían ingenuos y los de mi hijo parecían destellar de la misma forma, con la misma fuerza. Corrió hacia ella alejándose de mí, la abrazó y dejó que lo cayera en el césped del jardín.

-¡Papá!-era la voz infantil de Jun, ese estruendo lleno de vida, paralizó a Hero e hizo que se girara hacia la dirección donde se escuchó aquella vocecilla.-¡Papá!

-Buenos días Hero.-dijo Phoenix entrando en escena de la mejor forma posible, apacible y frágil. Jamás lo había visto tan radiante, ni el día de nuestra boda. Creo que Jun no era el único que necesitaba el contacto con Hero.

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt