Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 10 de diciembre de 2009

Dark City - capitulo 12 - El ojo del huracán (XII)


Terminamos de acordar la hora, la dirección de mi casa y nada más colgar me sentí extraño. Ese chico parecía estar bien a pesar de todo lo que se le avecinaba, tal vez era un pequeño teatro ante el mundo. Yo hacía lo mismo. Cuando mi madre enfermó mentía a todos con mi sonrisa, decía que estaba bien, aunque supongo que mi mirada no dejaba de estar llena de melancolía y miedos.

Mientras cenaba, horas más tarde, mandé algunos mensajes a Hizaki para saber cómo se encontraba, también lo hice al móvil de Kamijo y al de Hero. No me atreví a contactar con Miho pues temía que ya hubiera averiguado todo lo que ocurrió con Yutaka. Tras la cena tan sólo vi una vieja película con Phoenix y nos fuimos a descansar. Durante la cena, y la película, comenté que había quedado con él en casa, él respondió que saldría porque debía ir a comprobar unos resultados médicos. Los nervios volvieron a mí, sin embargo no quería preguntar si eran por resultados negativos o positivos. Prefería preguntar sobre estas cuando ya las hubiera corroborado, preocuparse demasiado no venía demasiado bien para mi salud.

El día siguiente fue normal, aparentemente normal, pero algo en mí había distinto o más bien recordaba algo que deseaba dejar en el pasado. El sufrimiento de mi madre, su desesperación y sus palabras antes de morir volvían a mí como viejos fantasmas. Era una herida que no se cerraría, que estaba abierta y supuraba cada vez más. En varias ocasiones Clarissa me había intentado convencer de que fuera a un psicólogo, si bien yo lo veía normal. Es en cierta medida normal que recordemos a las personas que amamos y que suframos por ello, es nuestra forma de no olvidar.

El desayuno fue algo tenso notaba como Phoenix deseaba conversar, pero no se atrevía. Él también había perdido a sus padres y prácticamente a su hermano, ya que aún seguía desintoxicándose en la clínica. Si bien, yo estaba demasiado aferrado a mi madre y a mi hermano de una forma más intensa. Yo era débil en realidad, mi familia era mi punto de apoyo y me desmoronaba cuando algo sucedía en ella. Él se mantenía más fuerte y con esperanzas, su lado positivo era lo que le hacía mantenerse a flote.

-Atsushi.-murmuró antes de levantarse para tomar su bolsa y marcharse.-Estaré todo el día fuera, prácticamente.-comentó acariciando mi rostro.-Debo ir a mi doctor, visitar a mi hermano, quiero comprar alguna ropa para Jun y hacer unos cuantos encargos.-besó de forma dulce los labios.-Te quedas con el pequeño, así que no te olvides que a las doce siempre le doy un licuado de frutas.

-Sí.-respondí.-¿Por qué no lo llevas a la guardería?-interrogué extrañado.

-Se han vuelto a quejar de él, hasta que no tenga un mejor comportamiento no puedo llevarlo.-comentó algo preocupado y yo simplemente lo tomé de la cintura, acaricié sus caderas observándolo.-No me mires así, no me agobiaré.-sonrió de forma leve, pero mi mirada no cambió y mi mano no se movió.

-Después hablamos, tengo algo que preguntarte.-dije mirándolo fijamente a los ojos de una forma más intensa, no quería que me apartara la mirada.

-Te amo.-murmuró inclinándose paraba besarme de forma dulce y así poder marcharse.

Decidí subir por las escaleras hacia donde estaba Jun. Él estaba despierto en su cunita jugando como si nada. Al verme balbuceó alzando sus brazos. Yo tan sólo lo tomé en brazos y lo llevé al baño. Puse la radio del aseo, busqué una emisora que únicamente daba música de los ochenta. Mientras llenaba el agua de la bañera me di cuenta que él se balanceaba intentando seguir el ritmo de la música.

Ambos nos dimos un buen baño. Siempre relajaba jugar con él en la bañera, pero tenía miedo a que se cayera o le pasara cualquier accidente. Sin embargo, él estaba absorto de todo, jugueteaba con su pato de baño y me lo mostraba. Cuando se cansó se acomodó sobre mi torso quedándose prácticamente dormido.

-Algún día Jun te contaré las travesuras que hacía Hero.-susurré sonriendo al ver que cada día se parecía más a mi hermano.

Terminado el baño lo dejé adormilado en el parque de juegos y yo me dediqué a rememorar momentos duros, muy duros, que me hicieron llorar como un imbécil. Me dolía inclusive el pecho, por ello intenté calmarme y mantenerme sereno hasta que ellos vinieran. Memorizando la conversación telefónica recordé que había dicho “Miho”, por momentos me asusté preguntándome si mi hija lo conocía y luego recordé que así llamaba él a su novia; era una de las múltiples coincidencias que tenía conmigo.

No almorcé, mi estómago parecía cerrado y tal vez por cierta angustia interior que me golpeaba como una enorme bofetada. Durante el resto de la tarde, en vez de divagar que no era bueno para mi corazón, busqué literatura online. Había múltiples bibliotecas virtuales donde tú tenías tu pequeño avatar personalizado, cuantos más libros conseguías leer y dejar tu crítica en la web mejoraba su aspecto. Era una de mis antiguas apuestas, acercar a los jóvenes un lugar entretenido con juegos y premios por su pasión a la lectura. Poco a poco había conseguido que ciertos libros fueran más accesibles a los jóvenes, más didácticos y también fáciles de conseguir. Por supuesto fue una apuesta costosa en presupuesto, pero sus beneficios se dejaban ver en las aulas y en la sociedad. Muchos universitarios no tenían que gastar demasiado en consultas, ya fuera por desplazamiento o préstamos, y los padres tenían a su alcance libros didácticos para los más pequeños de la casa. Así que me dediqué a leer nuevos escritos subidos a la biblioteca, eran subidos por la bibliotecaria y también por algunos usuarios privilegiados con una clave de acceso, varios de los más descargados, y comentados, eran de autores nóveles de la ciudad y que los dejaban para tener una oportunidad hacia el mercado.

Estaba muy metido en una lectura sobre dragones, mazmorras y un no tan encantador príncipe azul, literalmente azul, cuando llamaron al timbre de la alambrada y la perra comenzó a ladrar de una forma realmente escandalosa. A veces podía sentir como mis tímpanos, a la vez que mi paciencia, explotaban de una vez. Estaba vestido con una camiseta holgada negra, la del día anterior, y unos jeans negros aún más anchos, por ello al abrir la puerta para ir hacia la verja sentí que me helaba.

-¡¿Llegamos temprano?!-preguntó Ángel aferrado a la verja y junto a él estaba su chica.

La imagen que tenía frente a mí fue extraña, muy extraña. La chica que le acompañaba tenía ciertos rasgos asiáticos, o eso parecía, pero tenía la tendencia de cadera amplia de las chicas latinas. Su ropa era casi idéntica a la de mi hija Miho, inclusive llevaba una camiseta de los Sex Pistols. Él simplemente llevaba unos pantalones algo anchos y negros, algo rasgados, una camiseta negra no muy pegada y una chupa de cuero.

-¡Ya voy!-dije caminando descalzo sobre las piedras aún húmedas por la lluvia de horas atrás, pues no había dejado de llover en todo el día.

Mientras caminaba hacia ellos sentía escalofríos. Ella estaba enganchada a él, a su brazo izquierdo, mientras él simplemente me miraba con sus manos aferradas a las rejas. Noté su mirada encontrarse con la mía y por supuesto pude palpar la preocupación, ese leve brillo conocía demasiado bien.

-¿Vinimos demasiado pronto? No me gusta hacer esperar a las personas.-comentó con un tono bastante agradable. Su voz era suave en realidad, un matiz de tranquilidad y firmeza que antes no tenía y que en ese momento volvía a tener.

-Te dije que era muy pronto.-dijo ella en un tono de cuchicheo que no le sirvió para nada para mi buen oído.

-No, para nada.-respondí observando como la perra lloriqueaba atada a un poste.

-Pobre.-murmuró él observando al animal.

-No, si la dejo libre tú te cubrirías de barro y ella también.-respondí abriendo al fin la cancela.

-Es un placer conocerle.-dijo su novia acomodándose las gafas.-Vaya si te pareces.-tras ello lo abrazó.-Pero tú eres más mono.

-Miho.-dijo una pequeña risa que me recordó a aquellos años donde no me tenía que preocupar de nada más que de mí y de mi destino.

-Pasad os haré café y creo que Phoenix tiene galletas casi recién hechas.-cerré la verja para girarme e ir hacia la casa.-Seguidme.

Ellos me siguieron como les pedí, aunque creo que no se imaginaron que mi casa fuera de aquellas dimensiones. Él simplemente observaba la decoración con minuciosidad, parecía maravillado con las figuras y los dibujos que colgaban de las paredes.

-Es igual que cualquier casa japonesa, pero con objetos que diría son prácticamente únicos.-sonreí al escuchar aquello, mientras iba hacia la cocina.

-¡Qué mono!-gritó la chica y me giré pensando que hablaba de Jun, pero no. El centro de atención era el otro pequeño de la casa.-Ven con tita Miho.

-Voy a traer el café, podéis sentaros en los sofá si deseáis.-comenté antes de meterme en la cocina.

Preparé el café mientras buscaba las pastas que hizo Phoenix, un poco de pastel que aún quedaba cortado en tres pequeños trozos y dos pequeños bombones de licor. Al salir y entrar en el salón me fijé que él estaba conversando con Jun y él como si nada le respondía en sus balbuceos.

-Deje que le ayude.-dijo ella levantándose para ayudarme apartando algunas revistas de la mesa con una dulce sonrisa.

-¿Tu nombre real es Miho?-interrogué dudoso.

-No, se lo puse yo porque el suyo no me gustaba y todo el mundo la llamaba igual. Así que terminé llamándola Miho, por Kanno Miho.-una de sus manos era aferrada por Jun que sonreía e intentaba llamar su atención.

Kanno Miho era, y es, una actriz de dramas creados para la televisión como pequeñas miniseries, los denominados doramas, y películas de cierto éxito, aunque no excesivo. Aún así era una joven llamativa, interesante y con una voz agradable. Fue tan sólo una casualidad, al menos respiraba aliviado.

-Sí, igual que yo a él lo llamo príncipe de los Goblins.-ella miraba a Jun con cierto recelo.

-Princesa, mira como aferra el pequeño mi mano.-sonreía igual que yo y me pregunté si Jun notaba la diferencia o simplemente se dejaba llevar por la visión de un doble. La denominación de princesa me hizo recordar que así llamaba a mi pequeña.

-Eso es porque tenéis la misma edad mental.-dijo tomando una de las tazas de café. Él la miró frunciendo el ceño, Jun le imitó, y yo no tuve otra que comenzar a reír a carcajadas.-¿Ves? Incluso el señor Sakurai se burla de ti.

-Pregunté lo de Miho.-dije intentando contenerme hasta que al fin lo logré.-Porque mi madre se llama Miho y también mi hija.

-Creí que era niño.-comentó su novia algo extrañada.

-Ah, no ese es Jun.-respondí.-¿Ángel podrías traer al pequeño aquí con nosotros y dejarlo en la alfombra?

-Sí.-murmuró mirándolo para luego cargarlo como si hubiera nacido para ello. El pequeño no extrañaba sus brazos, es más creo que incluso le agradó.-Miho, tiene una hija que se llama igual que tú. ¿A caso no lees los periódicos?

-No soy como tú, me salto la zona de sociedad.-cuando le dio nuevamente aquel golpe bajo él frunció el ceño.

-Sí, como la de economía. Pero yo no lo vi en la sección sociedad, sino en la crónica de sucesos tras esclarecerse algunos datos sobre lo ocurrido en la boda.-replicó.-Debió ser horrible, sobretodo la impotencia que se metería por todo tu cuerpo. Yo creo que terminaría explotando.

-Él no explotó, pero explotó su corazón.-dijo antes de dar un pequeño sorbo de café.-¿Cómo sigue?

Era entretenido ver como se molestaban mutuamente, pero cuando se miraban había esa especie de magia llamado amor. Todo lo que decían era en pura complicidad, ese tipo de relación que con un sólo gesto podía descubrirse un mundo. Ángel se sentó a su lado tomando su taza de café y yo tomé la mía.

-Sobre tu pregunta, Miho, tengo que decirte que estoy perfecto aunque siempre puedo llevarme mis sobresaltos.-decía mientras Jun se quedaba a su lado intentando atrapar una galleta.

-¿Puedo tomarlo en brazos y darle una?-interrogó tal vez preocupado porque no permitiéramos que tomara demasiadas golosinas.

-Sí, por supuesto.-respondí y acto seguido noté como él tomaba al pequeño con cierta ternura.-¿Has tratado con muchos niños?

-No, actualmente no.-susurró acariciando las mejillas de mi hijo para luego ofrecerle una galleta.-Antes cuidaba a los niños de amigas, también a sus hermanos.-sonrió y besó la frente de Jun que se quedó recostado sobre su pecho.

-Se te da bien Jun.-dije mientras toaba que ella prácticamente tenía un orgasmo con aquellas galletas de chocolate.

-¡Que buenas!-comentó tras terminar de comer una de las galletas.-Deberías aprender a hacerlas.

-No pienso cocinar más de lo necesario, deberías aprender al menos a hacer galletas.-replicó tras un suspiro de resignación.

-Te hago tostadas de fresa cada mañana, te alimento bien.-eso me recordó tanto a Yutaka que quedé sin aliento.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt