Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 14 de diciembre de 2009

Dark City - capitulo 12 - El ojo del huracán (XVI)


Al volver a recordar esas palabras pude rememorar el tono cálido de su voz, la belleza que imprimía en cada palabra con dulzura y fuerza. En ese momento asentí sin más, no di significado alguno más allá de esperanza en su curación. Pero en esos momentos me di cuenta de lo que quería decirme, quería darme alas y que no las cortara.

El balbuceo frenético de Jun me sacó de mis recuerdos, de esas malditas fotografías en movimiento, y lo miré fijamente a los ojos. Él sonreía moviendo sus manos y hablándome en aquel lenguaje indescifrable.

Aún tenía en mi mente la imagen de mi madre con aquel vestido blanco reluciente, sus cabellos negros largos hasta la cintura y su sonrisa impecable. Fue de las pocas veces que pudo lucirse como se merecía, fue de las pocas veces que pude disfrutar de ella antes de que muriera. Perdió sus cabellos, su piel se volvió algo seca y más pálida que lo acostumbrado. Pero esos recuerdos siempre intentaba evitarlo, prefería verla sonreír caminando a mi lado.

Los malos recuerdos siempre los deseamos desechar, tirarlo a un gran pozo oscuro o a un volcán en plena erupción. Sin embargo, los malos momentos son los que nos hacen fuertes y ser quienes somos. Creo que la muerte de mi madre me hizo fuerte, pero no inmune ante la muerte. El destino de los padres es morir antes que los hijos, todo hijo pasa por este doloroso trance; porque cuando no es así, cuando sucede lo inverso, el padre se entierra con su dolor y es difícil de superar. He visto a hombres terminar completamente locos en el momento que enterraban a uno de sus hijos. A veces jamás se reponen y siguen viviendo esas últimas horas como si fuera un circulo de tiempo constante.

Yo como alcalde he tenido que estar presente en funerales de Estado cuando han regresado soldados, tras supuestas misiones de paz, y sus padres se han arrojado sobre el ataúd de sus hijos. Se les reconforta diciéndoles que dieron todo por la paz, por un país que les ama y que son héroes; ninguna guerra trae paz, ningún país recuerda los nombres de sus muertos cuando los periódicos dejan de deletrearlos y no son héroes, sino pobres diablos. También vi a niños de escasa edad llorando junto a tumbas de la mano de sus abuelos, tras atentados terroristas o por las mafias. No hay palabra que pueda resucitar a sus muertos, no hay instante que sea significativo para ellos, y sin embargo allí estás dando un pequeño discurso que te hace ver intelectual y humano; pero en realidad cuando estás leyendo aquello sientes que las palabras no valen, que nada vale, y que estás haciendo el memo sólo por el qué dirán en una debate televisivo.

La muerte llega, sea como sea. Se instala en nuestras vidas desde el momento en el que nacemos y está al asecho para arrebatarnos lo que nos han concedido. Te arrebata todo, te mutila por completo y ni te das cuenta. Así es la muerte, ese es su oficio. Si fuéramos eternos el planeta llegaría a desbordarse, aunque poco le queda ya en sus últimos suspiros agónicos. Es una ley vital, un ciclo de vida continuo, que no puede ser cortado ni evitado. Pero aunque es inevitable, e indispensable, caemos sobre nuestras rodillas, nos hacemos mártires de nuestro dolor y rememoramos con lágrimas en los ojos los momentos felices.

Siempre he pensado que la mejor muerte es la que se tiene cuando todo está atado, se ha vivido lo suficiente y se ha sido inmensamente feliz. Mi madre no dejó cosas atadas, no vivió lo suficiente y jamás fue feliz. Creo que es el motivo por el que odiaba pensar que ya no estaba, que a veces intentaba imaginarla viva y gozando de las lluvias de verano, y su aparato eléctrico.

La madre de Ángel me recordaba a mi madre porque era un caso similar, porque el muchacho lo había pasado demasiado mal y seguramente su madre había participado en su dolor. Todas las madres se preocupan por sus hijos, todas las madres luchan por ello, y las que no simplemente no merecen ser llamadas de tal modo. Supongo que por esto último estaba a favor del aborto y adopción de los niños que no son deseados. Claro que siempre les he inculcado a mis hijos el deseo de la vida, de no intentar eliminarla y de aceptar sus errores.

Sea cual fuera la vida, ya fuera un brote que a penas comenzaba a florecer como una rosa casi deshojada, merecía ser recordada dulcemente. Yo así recuerdo a mi madre. Cada momento en el que la imagino ya sea bailando descalza en el césped e invitándome a un vals, como sonriendo antes de regalarme uno de sus abrazos o de sus oportunas regañinas, es un momento dulce. Porque los momentos dulces, aunque no nos hacen ser quienes somos, son los que nos regalan paz y una sonrisa en nuestros labios.

Mientras mecía a mi pequeño en mis brazos me preguntaba cómo explicarle cómo era su abuela, como fue mi hermano y como era la magia que los envolvía. Sin embargo, terminé riendo a carcajadas al imaginarlos como estúpidos a su alrededor intentando identificar cada rasgo de su rostro en los suyos. Jamás podré darles las gracias, gracias por haber sido parte de mi vida y de mis sueños. Aunque siempre he pensado que los espíritus de nuestros seres queridos nos cubren las espaldas y vuelven a renacer.

-Arigato.-susurré acariciando las mejillas del pequeño regalo que dejó mi hermano en este mundo tóxico y sin sentido. Se había quedado dormido con el murmullo de mi voz y el movimiento lento de mi cuerpo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues tu tambien eres asi XDD Es la influencia de Atsu?

Sobre la nariz de Imai... me reia de carcajadas, jaja XD

Iba a preguntarte... cual es tu album favorito de BT?

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt