Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 11 de enero de 2010

Dark City - capitulo 12 - El ojo del huracán (XXXV)

Cariño nos reimos mucho con esto ¿verdad? Fue demasiado bueno... demasiado.

te dedico este video:





Pensé que sería una tarde normal y corriente. Una más. Unas horas antes hubo un enorme corte de luz, pero yo no me percaté de ello. Phoenix se fue pasado el corte y después de llamarme para decirme de aquella salida. Takumi descansaba junto a Jun, acababan prácticamente de empezar la siesta, y yo decidí tomar un buen café. Hacía tiempo que no me tomaba uno e intentaba dejarme llevar por Chopin en un vinilo antiguo que poseía. Música clásica para relajar el espíritu y dejarlo llevar hasta lo más sublime.

-¡Café! ¡Bendito café!-dije antes de darle un sorbo y escuchar la perra. La asistenta no vendría hoy, le di día libre y por lo tanto no podía ser ella. Así que me levanté y fui a mirar en el porque a ver quien era.-¿Y esta qué hace aquí como mujer al borde de un ataque de nervios?-dije en un susurro, que esperaba que no lo hubiera escuchado, mientras me apoyaba en una de las columnas de madera.

-¡Ah! Tú...-dijo señalándome mientras intentaba abrir la verja de la entrada, Phoenix la había dejado encajada y tenía suerte de que la perra estaba atada.-¡Tú!.-gritó enfurecida caminando hacia mí con ganas de matarme.-¡Contigo quería hablar!.-la voz de Megumi cuando estaba molesta siempre me hacía gracia.

-¿Vienes a mostrarme lo bonitas que son tus botitas de agua?-interrogué alzando una ceja.-No te arrugues tanto, es malo para un día tan hermoso como hoy... llueve, los pájaritos cantan...-reí bajo pues me era divertido verla en esa pose de "¡te mato!"-¿Qué tal con Mario? ¿Por qué no lo traes? Y yo que quería conocerlo...

-Ah... ¡Tú!.-gritó de nuevo alargando la u de una forma acusadora.-¿¡Quien te crees que eres para ponerme guardaespaldas!? ¡Sé cuidarme sola!-tras ello un berrinche en forma de gruñido que me hizo reír a carcajadas.-¡Los mataré! ¡A los tres! ¡A Kamijo por darte la idea! ¡A ti por solaparsela! ¡Y a Mario por aceptarla!.-quedó frente a mí con el pelo encrespado por la humedad y algo revuelto, casi no iba maquillada y aún así se veía con aquel rostro dulce del cual quedé impactado. Era atractiva, pero en aquellos días no me fijaba en ella por su cuerpo sino por su rostro. Me recordaba a las muñecas de porcelana que tanto le agradaban a mi madre.-¿Por qué? ¡No basta con que pongas a tus hombres tras mis pasos! ¡Joder Atsushi! ¡No soy una niña! ¡No soy la Megumi de Japón!.

-¿Qué sucede?-interrogué.-Yo que pensé que te gustaría Mario, a penas habla, a penas se mueve... creo que a penas respira.-comenté como si nada dando un sorbo de mi café, lo había llevado conmigo.-Café...-mascullé y luego reí.-¿Qué? Tengo que cuidar de ti, para mi sigues siendo la misma chica de siempre... además tampoco te trata mal los años.

-¡No necesito de un hombre así!.-apartó un poco el flequillo que ocultaban esos ojos de gata fiera, gata que siempre amansaba con rapidez. Supongo que nuestra hija era una mezcla interesante de genes, no había caído en la cuenta que a pesar de que Miho se parecía a mi madre tenía los mismos ojos que Megumi.-Que poco sabes mis gustos... Cheshire.-sabía bastante, yo había sido uno de sus amantes.-lo diré de nuevo, no necesito de un guardaespaldas para hacer las cosas que hago.-cerró los puños y pateó el fango molesta.-Gracias por cuidarme, se aprecia pero.-agachó la cabeza intentando controlar su genio, sin embargo levantó la cabeza y resopló.-Joder, dejame respirar.-entrecerró los ojos y yo sonreí como gato con un pequeño triunfo.-Imai no se acercará de nuevo a mí, no sabiendo el arsenal que tengo detrás gracias a ti.-me golpeó el pecho con uno de sus finos dedos y tomé su mano.

-¿Un hombre así? ¿Es que crees que soy un programa de citas?-interrogué con una risa burlona y sonreí ampliamente de forma tétrica.-Jovencita, no se señala con el dedo.-había dado justo a mi cicatriz, no me dolía pero no me agradaba recordarla.-Pasa dentro y desfógate, pero no haré que se vuelva a Italia... Oh... pobre italiano no amado por la dulce florecilla japonesa.-lo decía todo en broma, completamente en broma y luego miré sus ojos. Mi sonrisa se borró y sentí como si alguien entrara en mi territorio.

-Muy simpático Cheshire, muy simpático.-dijo subiéndose en el porque para despojarse de sus botas. El día de mi boda no pude mostrársela por culpa de tantos nervios y por la tragedia que allí ocurrió .-Mira nada más, hasta para una casa si tienes buen gusto.

La conduje hacia el salón donde la presencia de nuestras raices eran visibles. Si no podía volver a Japón, por todo lo que me ataba aquí, me construiría mi propio Japón... o al menos eso me dije a mi mismo el día que conseguí las llaves de mi pequeño refugio.

-¿Verdad? Tengo buen gusto para todo, incluso para las personas con las que me relaciono.-comenté y mi gato apareció de la nada maullando.-Cheshire te presento a Megumi.-el corrió hacia ella con curiosidad, no lo hizo por mi mandato sino simplemente así ocurría cada vez que alguien nuevo aparecía en escena, y comenzó a pasarse por su lado.-No le hagas caso, siempre pide atenciones.

-¿A quién se ha de parecer?.-murmuró mirándome de reojo mientras lo tomaba del suelo, lo pegó contra sus pechos y comenzó a rascarle tras sus orejas. Creo que ahí sentí envidia. Todos hemos deseado que nos mimen y cuiden de forma maternal, que nos pegaran entre los pechos de una mujer y sentirnos como en el paraíso. Tengamos, o no pareja, siempre hemos soñado con ser el peluche de alguien, mujer o no.-Al menos tu me harás que no mate a tu dueño.-susurró con una sonrisa y mi pequeño amigo se quedó observándola, para después maullar entre ronroneos.-Corres con suerte, tienes un aliado contigo.-caminó hacia el centro del salón y se sentó en uno de los sillones.

-¿Y bien?-dije tras sentarme en uno de los sofá frente al suyo.-¿Vas a matarme por ponerte un guardaespaldas? ¿O es que hay más?-alcé y baje las cejas con una de mis sonrisas de seducción.

-Te golpearía si no supiera que tienes una cicatriz en el pecho.-volvió a señalarme de forma acusadora y yo reí, aunque realmente me molestó que la comentara, y ya iban dos. Me sentía un muñeco cosido por mil puntos. Bufé bien alto nada más escuchar lo que dijo, además no sé porqué tenía que reclamarme a mi nada.-Deja que me tranquilice un poco.-susurró acomodándose en el asiento.-Como que hoy amaneció para que no fuera mi día.-empezó entonces a masajearse la sien mientras mi gato se restregaba sobre su torso.-Además de que no pensaba que el hecho de que hubiese un apagón tuviese sus desventajas como algunas ventajas.-desvió su mirada y se sonrojó. Eso lo decía todo, al menos prácticamente. Ella para mí siempre fue un libro abierto.

-Dime ¿a qué has venido a parte de recordarme que soy un enfermo?

-Tranquilo 9 acuérdate que no tienes que alterarte.-fruncí el ceño al escuchar que me había comparado con un muñeco, un muñeco algo manipulador.-Si te digo esto es porque a pesar de todo los años y cosas que han pasado, sigues siendo mi amigo.-aquello lo dijo con los ojos cerrados intentando buscar como decir lo que iba a decir. La conocía demasiado bien, no había cambiado nada y sabía que ella era como era.-Aunque claro...-susurró.-Lo más probable sea que termines por contárselo a Kamijo y el pobre de Mario termine de regreso a Italia, sin que él lo quiera.-el gato se bajó de sus faldas y caminó hacia su cama cerca de mis pies.-A lo que quiero llegar es... -me miró a los ojos en forma de ruego.-Prométeme que después que te diga lo que ha pasado no iras a matarlo ni semejantes, prométemelo Atsushi.-se quedó en silencio para después hablar del arma del crimen, por así llamarlo.-No volveré a tomar Barolo en mi vida... Lo juro.-

Suspiré intentando tranquilizarme y entonces vi como entraba tan campante la perra en casa por el otro lado del jardín. Se había soltado, no sé como, porque no llevaba el collar y se paseó como si nada.

-¡No! ¡Fuera! ¡Fuera!-grité levantándome y ella salió corriendo hacia el jardín.-Maldita sea, se me olvidó cerrar las cristaleras que dan al jardín y pensaba que ese maldito chucho estaba atado.-murmuré mirando el suelo lleno de barro.-Por favor dime qué ha pasado, aunque me imagino que ha sido o una discusión o sexo.-dije maldiciéndome interiormente, pues el suelo era delicado.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt