Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 16 de enero de 2010

Dark City - capitulo 12 - El ojo del huracán (XLIII)


Ella se apartó frunciendo el ceño y levantándome su dedo corazón. Se marchó molesta, quería molestarme y acabó ella refunfuñando. A la salida casi se marcha sin sus botas y como pudo chapoteó hasta la parada de taxis cercano. Yo sólo me carcajeaba. No podía dejar de pensar en su expresión de gata molesta. Sin duda era divertido volver a tenerla cerca, poder conversar de ese modo como si nada importara. Con ella me sentía un niño de veinte años, volvía a ser el Atsushi que Phoenix no había podido conocer. Mis viejos amigos me hacían sentir así, sobretodo ella que fue mi confidente como lo era Miho para Amaury.

Phoenix vino poco después con varios regalos para los pequeños. No dieron demasiado trabajo, dormían bastante y cuando despertaban no lloraban. Tenían un carácter tranquilo hasta que su espíritu guerrero aparecía, y si aparecía deseabas comprar una fábrica de tapones para los oídos.

Desde esos días hasta Noviembre todo fue algo tranquilo. Tan sólo tenía que ir al estudio a grabar e ir familiarizándome con los músicos que iban a ayudarme con la melodía de cada canción. Un cd saldría en japonés, otro en inglés y un tercero en español. Deseaban que todos los que transitaban las pobladas calles de la ciudad entendieran mi mensaje, un mensaje claramente sexual y pasional. Aunque en algunos temas me dejaba ir por la nostalgia, la soledad y el aire de la antigua bohème.

Digo hasta ese mes porque entonces hubo algo que revolucionó mi casa. Takumi, mi primer nieto, vino a mis brazos mientras Hizaki se marchaba a París. Creo que parte de mi hijo tenía el palpito que en la ciudad del amor, y las luces, encontraría al hombre que le había robado todo. Los jóvenes y el amor, los impulsos y la desesperación, es una mezcla demasiado hermosa con una fragancia que muchos añoramos. Takumi tenía parte del alma de Hizaki. Pude notar en sus ojos esa fuerza, el temperamento temerario y sus ganas de descubrir el mundo a pesar de haber nacido prematuro.

Recuerdo cuando lo vi salir con el pequeño, pero como le recomendaron que lo dejaran en la incubadora unos días. Sin embargo, a pesar de haber nacido antes de tiempo él venía perfectamente preparado para ver el mundo. Un mundo que parecía llamarle continuamente la atención. Jun parecía más conforme con la presencia del pequeño. Phoenix apuntó a nuestro hijo a las clases que impartía un pedagogo para controlar casos como el suyo. Así que Jun y Takumi comenzaron a entrelazar sus vidas.

Ambos pequeños se compaginaban a pesar de la diferencia de edad. Takumi sólo lo observaba e intentaba tirar de Jun. Jun parecía mirarlo con sus enormes ojos para preguntarse si él se quedaría ahí para siempre. Al menos, esa era la impresión que ambos bebés nos daban. Jun había cumplido un año, tuvo unos cuantos regalos pero nada de algo desmedido. Aún era pequeño para comprender lo que había supuesto en mi vida. Jun era mi punto de luz, como Takumi lo era para mi hijo.

Miho seguía con su embarazo, aunque a veces nos causaba pequeños sobresaltos. Siempre teníamos miedo que terminara dando a luz demasiado pronto. Eran mellizos, dos, y por lo tanto tenía un doble esfuerzo para ella y más siendo tan testaruda.

En definitiva, intenté estar un poco más en casa junto a Phoenix y los pequeños. Disfrutar de sus miradas contemplativas y sus balbuceos. Jun había aprendido algunas palabras con rapidez, era un niño muy despierto, y ya daba algunos pasos aunque seguía costándole caminar más de cuatro metros.

Creí que se haría la calma, que disfrutaría de mi familia y que podría dedicarme a preparar las fiestas que se avecinaban. Pero nada fue así. Una mañana, casi al borde del medio día, Kamijo me llamó algo preocupado. Su voz me demostró que Hizaki era claramente mi viva imagen.

-Hizaki se ha pegado con el hijo del Embajador de Japón en Francia.-dijo algo preocupado.-Esta persona es la antigua pareja de Olivier. Por lo que tengo entenido lo maltrató duramente durante su relación. Hizaki nada más verlo se ha pegado quedando ambos bastante mal, aunque creo que Hizaki se llevo la peor parte.-todo aquello lo dijo casi sin respirar, aunque intentando dar esa imagen de serenidad que ofrecía siempre incluso por teléfono.

-¡Qué!-exclamé cuando aún tenía a Takumi en mis brazos. Miré al pequeño tan tranquilo fundido en sus sueños, como si nada en la vida de su padre o de la mía hiciera que rompiera su sueño.-Explícame eso.

-Olivier hace unos años conoció a Brandon, Brandon Takana.-dijo en un tono más suave.-Su padre es un importante hombre de negocios, al igual que Brandon. Tienen una gran influencia como mecenas de arte y también como conservadores. Sus negocios están basados en parte en la compra y venta de obras de valores casi incalculables.-intentaba explicar todo desde el principio para que lo entendiera.-Brandon conoció a Olivier pues ama el arte incluso en la moda, todo era perfecto frente al público pero de puertas para dentro era lo contrario.

Por momentos dejé de escucharlo. Las imágenes de mi madre siendo apaleada una y otra vez por alguien que se creía superior sólo porque era bueno en la banca, por un monstruo, se difuminaron y pude imaginar el horror de Olivier. Supe entonces porqué mi hijo lo protegía tanto, porqué se fijaba en cada paso que él daba. Me di cuenta que su amor por Olivier además de ser platónico influía en su deseo de protección, de poder dar consuelo y calor a aquel afamado diseñador.

-¿Quieres decir que son tan poderosos que por ello no hicieron nada contra sus acciones?-pregunté intentando levantarme para dejar al pequeño en su cuna.

-Así es, ni cuando destrozó a Olivier ni hoy.-dijo como sentencia.-Además he de decirte que Hizaki lo golpeó cuando vio por casualidad como amedrentaba a Olivier. Ha sido un cúmulo de casualidades. Aunque París es enorme la zona turística es muy conocida y pequeña, hay locales bohemios que están siempre llenos de extranjeros.

-¿Dónde está mi hijo?-susurré intranquilo mientras arropaba al pequeño.-¿Dónde?

-En el hospital, pero está bien. Olivier está con él cuidándolo y seguramente hoy o mañana le darán el alta.-intentaba calmarme tras el teléfono, pero yo no podía estar tranquilo.

-Procura que ese animal pague por lo que ha hecho y que no se acerque a ellos.-comenzó a dolerme el brazo y el pecho.

Phoenix apareció como de la nada y me abrazó con los ojos cargados de preocupación. Jun me observaba desde la otra cuna aferrado al conejo que le había regalado Yutaka. Pero comencé a no ver ni sentir nada, tan sólo repetía mentalmente las palabras de Kamijo. Noté al final como Phoenix me ayudaba a sentarme en la mecedora del cuarto del bebé y como me arrancaba el teléfono de las manos.

Esa noche no sólo la pasó mi hijo en el hospital, sino yo también. Phoenix tuvo que llamar a la ambulancia y a Jasmine. Su amigo se quedó con los bebés cuidándolos, y él se quedó junto a mí toda la noche. Odio los hospitales, y aquel tiempo fue un continuo ir y venir a ellos.

Por fortuna no fue para tanto. Fue un aviso, otro más. Los médicos me prohibieron alterarme y no lo cumplí. Supongo que todos tenemos nuestras derrotas y victorias. En mi derrota siempre me llevaba a varias personas junto a mí, preocupar tanto que terminaba dañando a los que amaba. Me propuse hacer caso de una vez. Mi mayor deseo fue ver crecer a mis nietos y a mis hijos pequeños.

Nada más llegar a casa llamé a mi hijo. Quería saber como se encontraba, pero a la vez rezaba internamente porque no me dijera la verdad. La conversación fue escueta. Tan sólo me dijo que ya estaba en el hotel, que se encontraba bien pero con una pequeña cicatriz que a penas se notaba. Después de respirar hondo y calmado me dijo que Brandon había muerto, no me dijo cómo o porqué falleció. Ambos sabíamos que no fue una muerte común, lo sospechábamos y éramos cómplices sin a penas decir una sóla palabra.

En los periódicos hicieron una leve referencia al accidente por ebriedad de Brandon, el hijo del embajador en París, y gran mecenas de arte. Casi nulas eran las referencias a mi hijo, prácticamente inexistentes. Pero las cusas era una tremenda borrachera tras una pelea con mi hijo por el corazón de Olivier. Y eso sólo le hacían eco las revistas de sociedad y corazón, el opio de la sociedad consumista y chismoso donde vivíamos.

1 comentario:

Bliss dijo...

Lestat, hacía mucho que no me pasaba por tu blogger, ni por el mío...no he tenido tiempo.
Seguí tus consejos sobre el diseño de la web y he de darte las gracias :)
Ojalá echases un vistazo a lo que voy escribiendo, yo por el momento seguiré leyéndote, un beso. Gabrielle.

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt