Otro texto que sale a la luz. Digamos... que he caído en la tentación y quiero que caigan conmigo.
Deja que te ate a mí e impida que
puedas abrir esas alas invisibles, tan oscuras y pidas como la misma
noche. Permite que torture cada centímetro de tu piel. Arañaré con
mis dientes tu suave piel, hundiré estos en tus tiernas carnes, y
lameré tu cuello suavemente como si estuviera pidiéndote disculpas
no sentidas. Deseo arrastrarte hasta el Infierno y mostrarte los
nueve círculos donde destruirte un pedazo de tu alma.
Clamo por arrancarte de tu cómodo
lecho, tirarte al suelo y ponerte como un animal, con tus cuatro
extremidades pegadas a las frías y oscuras baldosas, para azotarte
hasta marcarte como de mi propiedad. Serías el juguete que rompería
esta noche, como las siguientes. Requiero tu sabor, por eso me
permitiré el lujo de dejar constancia de mi lascivia, divina
lujuria, con mis dientes en tus clavículas y también en tus
glúteos. Serás un esclavo que harás de mis noches placenteras, sin
importarte si te arrojo al suelo o te levanto tirando de tus
cabellos.
Sé que me permitirías empujarte
contra la mesa, abrirte de piernas y penetrarte con fuerza. Sí, te
arrinconaría sin piedad, clavando la madera a tus marcadas caderas,
para luego penetrarte con fuerza cruel, pero ritmo suave. Haría que
comprendieras que he conquistado tu cuerpo, así como lo estoy
haciendo con tu alma. Exijo que sientas la tortuosa sensación de
saberte mío.
No te preocupes, no me he dulcificado.
El ritmo se elevará igual que remonta el vuelo un ave. Podrás
gritar mi nombre, así como el de todos los demonios que ambos
conocemos, para luego rogar a Dios que no pare ni en ésta ni en
ninguna otra noche. Compondrás una plegaria hermosa, un canto dulce
como el trino de un violín llamando a Lucifer, para que aparezca
frente a ti.
Necesito postrarte ante mí con
expectación y dicha, igual que un sacerdote que aún cree en la
divina imagen de Jesucristo. Deseo que tu lengua acepte ser la
serpiente del paraíso, que se enrosque en mi daga y se entierre en
tu garganta. Haré que tu aliento se pegue a mi piel, volviéndose un
cálido abrigo, mientras sello tus fosas nasales, apretándolas de
forma retorcida, para hacer que te conviertas en un esclavo
obediente. Serás un pez fuera del agua, un moribundo que clama
piedad, pero no podrás huir. No habrá lugar donde puedas
esconderte.
Mi amor no es dulce, es tortuoso...
pues dicen que sólo sintiendo la tortura se puede llegar al cielo.
Serás mi mártir. De hecho, ya lo eres. Te has convertido en mi
esclavo sólo al leer las atrocidades que tanto deseas. Te haré
vivir una experiencia única. Véndeme tu alma, tu cuerpo y tus
gemidos. Yo te venderé placer y el confort de un lecho de satén
rojo para cuando quedes roto, sin energías ni sana conciencia.
1 comentario:
Me encanta leer que estás así de inspirado. Me gustan mucho tus metáforas, la verdad. ;) Cada día me asombra más tu talento. ^^ Te envidio de forma sana, ya lo sabes. ☺
Es una lástima que estén cerrando tantos comercios, pero como bien has dicho, ya no se mima (y se podría decir que no se respeta tampoco) al pequeño y humilde empresario. Aprovecha pues, mientras aún puedas, esa satrería en la que confeccionan trajes hechos a medida, ya que hoy en día eso son auténticas joyas y obras de arte.
Un beso y un abrazo y, de nuevo, muchísimas gracias por perder unos minutos de tu tiempo en leer y comentar. Gracias, de verdad. ^^
Publicar un comentario