Me llegó hace meses al correo y la comparto. ¿Por qué creéis que estoy con él? ¿Por su cara bonita? Por cosas así, señores.
Lestat de Lioncourt
He empezado a escribir estas líneas
después de varias horas intentando llenar de palabras vacías e
insignificantes mi alma, pero ha sido imposible. No puedo calmar mi
dolor ni la miseria que yace en mi pecho. Posiblemente debí alejarme
de este terrible pozo, donde me ahogo como si fuese un mar
embravecido, hace tiempo. Reconozco que quizás es el dolor lo que me
mantiene en pie intentando aparentar que ya nada me duele, que soy
capaz de conseguir caminar sin doblegarme, pero es mentira. Sólo tú
puedes comprenderme porque has vivido la misma tragedia, e incluso
aventuras terribles donde casi te pierdo, pero no el resto.
Hace algunos meses que me planteé
volver contigo, pero todo se volvió terrible ahí fuera. El fuego
consumía a los más jóvenes y débiles y muchos te acusaban de no
hacer nada, así como de ser tú quien habías provocado esta
horrible guerra que parecía no tener razón o motivos suficientes
para comenzar. Pero la verdad se desveló como si fuese un rayo de
luz poderoso, casi divino, en mitad de una iglesia atestada de
feligreses que al fin podían ver un milagro con sus propios ojos.
Te preguntarás cuál es el motivo real
de esta carta y porqué te la envío por correo ordinario. Podría
usar la tecnología que tengo a mi alcance, pero sabes que amo lo
clásico y tú eres terriblemente torpe. Posiblemente ya no recuerdas
la clave de tu última cuenta de correo electrónico a no ser que
puedas contactar con alguno de tus abogados, pero siendo sinceros
¿cada cuánto tiempo abres el correo? Prefieres admirar la
tecnología desde lejos con una fascinación moderada. Tú no eres
Armand y tampoco vas a terminar rodeado como él de objetos inútiles
anunciados por televisión. Eres más práctico, arcaico y modesto en
estos casos donde nos tientan continuamente con lo último, lo mejor
y la moda más vanguardista.
El motivo es que te extraño. Extraño
que me digas que me compadezco demasiado y que me abraces. Necesito
que me abraces, Lestat. Quiero escuchar de nuevo que soy el motivo
por el cual estás vivo. Echo de menos que me hables con dulzura y
llenes mis oídos de palabras apasionadas, tan entregadas como somos
en realidad ambos. Somos apasionados cada cual a nuestro modo. Quiero
llorar en tus brazos porque el recuerdo de Claudia ha vuelto a
perseguirme. No he dejado de leer mi biografía y me he dado cuenta
de todo lo que no hice, debí hacer y que dije sin pensar. Te acusé
de tantas cosas... ¡Y aún así me has perdonado! Soy un cobarde
disfrazado de borrego. Necesito que me beses, Lestat. Necesito que
vengas.
Siempre tuyo,
Louis de Pointe du Lac.
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