Hace mucho mucho tiempo en una Galaxia lejana... ¡Esperad! ¡No iba así!...
Hace tiempo hice un arcángel y un buen amigo mío se hizo otro para luchar codo con codo. El problema vino cuando la soberbia de alguien que se creía "Dios" provocó que nos marcháramos dejándola con su ego y estupidez. Nos convertimos en parias juntos y juntos sobrevivimos como soldados de... tampoco... Hicimos un foro basado en una novela que terminé hace tiempo (ahora empecé otra) y que está basada en varios mitos, leyendas y religiones así como seres mitológicos, ciencia ficción y diversas creencias sobre el espacio, etc...
He decidido retomar a Miguel y Rafael en un texto que le haga recordar buenos tiempos. Es por su cumpleaños. ¡FELICIDADES JAVI! Ya son 30 años. ¡Pasa el tiempo volando! Digamos que pronto me toca a mí llegar a es cifra ¿cuántos años son juntos? Son 12+1 y los que quedan...
Creías que no me había acordado pero no era así... El año pasado estaba tan hundido que no te hice nada especial (y casi todos los años hago algo aunque sea una edición moña) y bueno... me daba cosa decir sólo "FELIZ CUMPLEAÑOS" siendo una cifra tan ¿redonda?
Pues nada... ¡FELIZ CUMPLEAÑOS MIGUELITO DE PARTE DE FAFI!
El cielo parecía que iba a caerse a pedazos sobre la Tierra.
El paraíso soñado por un Dios egoísta e intolerante estaba en llamas y la
perversión corría a mares entre sus filas. Cientos de ángeles caían como
hermosas estrellas fugaces sobre la faz de un mundo en tinieblas. Los querubines
intentaban alzar sus canciones junto a los serafines, aumentando el valor y el
testimonio de un Dios que empezaba a entrar en cólera. Su luz era tan fuerte
que cegaba incluso a sus propios hijos, los cuales intentaban hallar refugio
bajo sus pesados escudos y emblemas.
—¡La culpa es tuya!—gritó desde la oscuridad Lucifer.
Él había regresado, como siempre hacía, invadiéndolo todo
con su aroma a azufre y sus palabras crueles. Atacaba en la raíz del problema
que era el ego de su Padre, el Padre de todo y todos, mientras que sus hijos
padecían alucinaciones y terribles consecuencias que acababan costándole las
alas.
—¡Míralos caer y convertirse en simples flores marchitas!
¡Observa sus alas transformadas en cenizas! ¡Algunos ni te recordarán que una
vez estuvieron en tus filas! ¡Acepta tu error!—bramó blandiendo la espada
soltando golpes a diestro y siniestro—. ¡Dile a tus arcángeles que quiero
verlos! ¡Dile a Uriel que baje a clavar su frívola mirada en la mía! ¡Ofrécele
al bondadoso Rafael su merecido descanso en el fuego eterno! ¡Dile a Miguel que
no le temo! ¡Dile a Zadkiel que es un cobarde! ¡Quiero aquí a todos! ¡Incluso a
Metatron!
—¡Deja de llorar por mí y levanta tu espada!—gritó entonces
Miguel—¡Lucha conmigo!
—¡Eres sólo un inútil! ¡Todos sois unos estúpidos! ¡Dios
quiere a sus hijos siervos! ¡Estáis equivocados!—decía colocándose en posición
defensiva esperando que Miguel levantara su espada en su contra.
—¡Miguel! ¡No caigas en su juego!—decía no muy lejos Rafael
intentando socorrer a varios serafines.
Los cabellos castaños de Miguel hondeaban tan fieros como
los pendones con el emblema de Dios. El arcángel prácticamente luchaba desnudo,
pues su armadura sólo cubría su torso y no sus brazos o piernas. Era parecido a
las armaduras de los regios y clásicos legionarios romanos. Las sandalias
doradas cubrían sus pies y se alzaban hasta sus robustas rodillas. Allí, frente
al monstruo que fue su hermano, se sentía herido y confuso.
—¡No le escuches, Miguel!—repetía Rafael sosteniendo el
frágil cuerpo de un serafín. Intentaba sanar las heridas que había causado la
oscuridad en su torso, pero era imposible. Estaba colapsando y pronto su luz se
esparciría convirtiéndose en un mero recuerdo.
Lucifer sintió entonces chocar la espada de Miguel contra la
suya. Un relámpago cruzó el cielo nocturno y un rayo cayó sobre una vieja
encina que comenzó a arder. Una fuerte tormenta, con ventisca incluida, empezó
a arrasar varios países de Europa mientras que el mar parecía tragarse los
barcos que flotaban como cáscaras de nuez. El Día del Juicio Final parecía
haberse proclamado en mitad de la noche para una buena parte del mundo. Los ángeles
seguían cayendo como si fueran lágrimas de San Lorenzo. El aroma a guerra
cubría gran parte del cielo y el infierno se agitaba despertando terribles seísmos
en Asia y América.
Los tambores de guerra redoblaban. Miguel combatía con furia
sintiendo que su corazón se dividía. Rafael comenzó a entrar en combate tras
atar sus largos y rubios cabellos, colocarse su armadura sobre la túnica y
dejando atrás a sus protegidos. Codo con codo comenzó a luchar contra las
alimañas que doblegaban las puertas del cielo. El resto de arcángeles
comenzaron a caer siendo destruidos o llevados ante demonios más poderosos
incluso que su antiguo hermano. Entonces todo quedó sumergido en una onda
expansiva y el dolor hizo mella en el cuerpo de Miguel. La espada salió
manchada de sangre y su costado derecho empezó a ser una fuente que manchaba
todo a su paso.
El Miguel cerró los ojos dejando que las palabras de su
hermano retumbaran en su mente. El dolor de su alma se esfumó, pero no el de su
cuerpo. Al despertar estaba sobre un lecho cómodo. El olor a antiséptico golpeó
su nariz y sus ojos verdes se clavaron en los aparatos que le rodeaban. Las enfermeras
murmuraban y corrían como si fueran animales asustados en plena tormenta.
—¿Dónde estoy?—murmuró.
—Ha sufrido una terrible paliza, señor. No lleva
documentación alguna—dijo—¿Recuerda su nombre?
—Miguel—susurró.
—¿Miguel sabe su apellido?—decía aquel joven médico que le
resultaba familiar. Tenía unos hermosos ojos azules tan limpios como un día de
verano y un cabello dorado que caía salvaje sobre sus hombros.
—No… me recuerda a alguien…—dijo—. Pero no lo recuerdo…
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