Esto son los sentimientos de Armand en "La Reina de los Condenados"
Lestat de Lioncourt
Era el fin. Algo en mí me dijo que era
el fin. El final de un camino que ni siquiera había empezado
realmente. Miré sus ojos y noté lo fríos que eran. Sentí que eran
dos puñales enterrándose en mi alma. Marius estaba vivo, tal y como
había afirmado Lestat en sus memorias, mostrándose ante mí como el
hombre soberbio y poderoso que podría hacer temblar a cualquier
otro. Era un ser más viejo, más sabio, más silencioso y más
inquisitivo.
Quería salir corriendo de aquella
reunión dando un portazo. Me di cuenta que todos los sueños que
había querido vivir eran un infierno. Mi esperanza fue una estupidez
tras otra y un pecado mayor que todas las muertes que llevaba a mis
espaldas. Estuve a punto de tambalearme y caer con el corazón roto y
el alma herida, pero sólo dejé que me estrechara sintiendo su
cuerpo duro y frío contra el mío.
Los años de distancia entre ambos se
habían convertido en un muro infranqueable. Los sueños que había
tenido para mantener la cordura se morían a sus pies y sólo podía
aferrarme a su cuerpo para reconocer que era tangible, que existía
realmente y que estaba ahí aferrándose a mí. Yo sólo quería
desvanecerme. Mis sentimientos eran un caos propio del fin del mundo
conocido. Guardé silencio en una sonrisa y me aparté tomando
asiento en un rincón de la sala.
Me dispuse a escuchar su voz que
reverberaba entre aquellos gruesos muros. Sus pasos elegantes, sus
ojos cautelosos y sus palabras apasionadas eran un dardo tras otro
directo a la diana. Aún quería creer que no vino a buscarme porque
estaba terriblemente herido, perdido o hundido pero no lo había
hecho porque no quiso. Él no me quería. Me había llamado su
“Psique” pero mi alma era demasiado frágil para él.
Daniel estaba a mi lado perdiendo el
juicio a pasos agigantados, convirtiéndose en un apoyo insuficiente
y yo quería llorar. Creo que lo hice a escondidas sin que nadie se
percatara. No lloraba por la situación o por el desastre que podía
suceder si Akasha seguía con sus planes. Yo sólo lloraba porque
todo en lo que había creído era una falsa y él un gran actor.
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