Pandora debería dejar de complicarse tanto la vida con Marius.
Lestat de Lioncourt
Jamás comprenderé los motivos que le
mueven a estar pendiente de sus estúpidos pasos por este mundo. El
recorrido errante de ese artista del engaño y las pinturas no
debería ser de su incumbencia. Entiendo que una vez fue su mundo,
pero no tolero que siga arrastrando su corazón allí donde él se
encuentra. Debería haber aprendido hace tiempo a rechazar su
presencia. Sin embargo, aún mantiene una estúpida esperanza en
lograr que cambie definitivamente con ella y el mundo. Un sueño
imposible que yo no puedo masacrar porque tengo corazón y mi corazón
me impide ser cruel con quien amo.
Hace siglos tuve que aceptar que ella
lo eligiera por encima de mí y de cualquier viaje. Se detuvo ante el
escritorio, tomó algunos folios y un tintero para deslizar con
habilidad la pluma que yo mismo le había obsequiado. En aquel
documento plasmó su amor con intensas y únicas palabras que jamás
me ha repetido a mí ni siquiera en mis sueños. Creí volverme loco
en ese instante, pero me mantuve sereno con los puños cerrados y los
ojos fijos en el espejo que reflejaba su espalda de cintura estrecha.
Podía contemplar a una dama envuelta en sedas y oro que se entregaba
como si fuera mercancía abarata a un zafio que no la apreciaba.
Después, como buen sirviente, llevé
la carta ante la puerta de la vivienda de ese imbécil. Marius no
abrió la puerta y fue una mujer de hermosos rizos dorados y
profundos ojos claros quien aceptó el testigo. Sabía que yo, un
príncipe hindú, estaba otorgando mi corazón en ese momento como si
no valiese nada. Era capaz de ofrecer todos los diamantes, gemas
preciosas y oro que poseía a cambio de una noche más junto a ella.
Quería escuchar de sus labios que me amaba y que no podía vivir sin
mí, pero era imposible. Yo sólo era un muchacho que tuvo la gran
oportunidad de huir de sus obligaciones, de una boda que no deseaba y
de una vida llena de lujos que me asfixiaba. Liberó un ave para que
trinara y su trino se convirtió en canción de amor desesperada.
Él no vino a buscarla. Ella tenía
todo previsto y él no asomó su arrogante nariz en la dirección
proporcionada. Se mantuvo serena durante algunas horas, pero terminó
envuelta en lágrimas sanguinolentas. Tras eso, tras ver humillado su
corazón, decidió partir sola dejándome atrás. Yo me juré no amar
a nadie más porque sabía que era imposible amar nuevamente de esa
forma. Sólo acepté mi derrota y partí hacia la India.
Regresé como el hijo de un príncipe
que osó trasgredir las normas. Mi familia me acogió con los brazos
abiertos. Mi madre lloró mi muerte pero se alegró que su “nieto”
estuviese allí para consolarla. No duré demasiado entre ellos
porque me oculté bajo la casa para dormir buscándola a ella en mis
sueños, deseando que estuviese radiante de nuevo entre mis brazos y
bailara sin cesar junto a una de esos ritmos pomposos europeos
llamados vals.
Tras tantos siglos sigue actuando del
mismo modo aunque sabe que Marius jamás cambiará. Yo tampoco
cambiaré porque la amo. Mi amor es puro y digno de una mujer como
ella y eso la aterra. Quizá tiene miedo de amarme porque sabe que si
lo hace jamás la soltaría y teme perder así la libertad.
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