Antoine ama muchísimo a Armand y bueno Sybelle le hace comprender que no se puede luchar contra los errores de otros en cuestión amorosa.
Lestat de Lioncourt
El piano sonaba dulcemente desde el
final de la otra sala. Bajo una enorme vidriera de vivos colores ella
tocaba con un sutil vestido blanco de gasa. Sus pies estaban desnudos
y su aspecto era el de un ángel enviado por Dios a salvar el pecado
de todas las almas reunidas en este maldito mundo. La música amansa
a las fieras, pero también es una medicina natural para las almas
que sufren grandes desgracias. Ella atraería incluso a terribles
asesinos a sentarse a su lado y observar sus gráciles dedos pulsando
cada tecla.
Durante años escuché su música como
si fuera una luz en medio de la oscuridad. Me dejé llevar por la
belleza de cada nota y la perfección que poseía. Imaginé su rostro
mil veces así como su piel y la figura de su vaporoso cuerpo. Al
principio creí que era imposible que una mujer como ella pudiese
sobrevivir en un mundo tan oscuro y vil. Pero ahí estaba. Era una
rosa blanca en mitad de un jardín demasiado salvaje donde hay miles
de animales agazapados para atacar.
Esa noche tocaba una de mis
composiciones cuando me acerqué a ella desesperado. Necesitaba
hundirme en su aroma y en su música. Quería tocar tu alma como se
toca un arpa. Corrí por los pasillos apresurado y tomé asiento
junto a ella. Mi rostro estaba lleno de lágrimas y mi corazón
parecía no poder calmarse jamás.
—Armand ha estado cerca de Marius
hoy, ¿no es así?—preguntó sin borrar su dulce y suspicaz
sonrisa.
—No soporto que esté cerca de ese
cretino milenario—respondí—. No le ama. Sólo le usa. Hace que
luego tiemble y se convierta en un idiota llorando por un hombre
cobarde—guardé silencio mientras buscaba un pañuelo para secar
mis lágrimas.
—Te ama. Él te ama. Me ama a mí,
ama Benji, a ti y a tantos... sabe amar, pero no sabe dejar de sufrir
por ello. Él cree que no conoce el amor. Déjalo—dijo riendo bajo
para girar su rostro hacia mí—. Un día se dará cuenta de lo
tonto que ha sido y correrá a tus brazos, pues eres tú quien entre
todos los demás lo ama desesperadamente. Te preocupas por él en
exceso y no paras de hablar sobre su bondad a todo el mundo. Oh,
Antoine, ¿tan bien suena la música de su corazón? Sí, sí... no
hace falta que lo digas porque yo la he escuchado—dejó de tocar y
me tomó del rostro dejando un beso suave sobre mis labios—. Tú
eres el príncipe azul que desea salvar a la princesa, pero la
princesa está a salvo y sólo necesita saberlo.
En ese momento comprendí que el amor
es difícil de asumir. Los errores los tomamos como una carga cuando
tenemos que verlos como una muesca, una verdad asumible, un dulce
recuerdo que nos hace más fuertes y dejar de equivocarnos tan
seguido. Todos hemos cometido locuras por amor y hemos sido
destruidos por el poder del mismo. Él tenía que confiar más en su
instinto y saber elegir sus cartas para la partida. No podía hacer
nada. Sólo podía esperar a que se percatara que nos tenía a
nosotros y que Marius era un pasado demasiado doloroso.
—De cretinos está el mundo lleno,
Antoine. De ángeles como tú no, por desgracia—murmuró antes de
seguir tocando.
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