Louis últimamente está reflexionando demasiado... ¡AQUÍ UNA MUESTRA!
Lestat de Lioncourt
La vida da muchos golpes que te dejan
sin aliento. Algunos puedes verlos llegar y otros son absolutamente
inesperados. En mi caso vivía una vida ordenada, pacífica y
entregada a mis ocupaciones como propietario de una platación de
algodón que se extendía por cientos de hectáreas. En mi época era
costumbre usar esclavos, pero jamás toleraba la violencia contra
ellos. Vivían en unas condiciones mejores que las de vecinos
aledaños. No me estoy justificando. Sé que la esclavitud es una
barbaridad, pero en aquellos días todos cometíamos ese pecado. La
Santa Madre Iglesia inclusive decía que estos hombres y mujeres no
tenían alma y estaban condenados al infierno.
Como he dicho mi vida era tranquila y
mis obligaciones no eran demasiado complejas. Sólo tenía que
vigilar las ganancias, las pérdidas y obtener beneficios. Cuidaba
del honor familiar intentando que mi hermana encontrara un buen
hombre, mi madre viviese bien sus últimas décadas y mi hermano
pequeño fuese ordenado sacerdote. Si bien mi madre había puesto
todas sus esperanzas en él, no quería que se convirtiera en un
santo con alzaculellos y rogaba a diario que deseaba que él también
llevase los negocios.
Las disputas con mi hermano eran
frecuentes. Intentaba que mi madre tuviese lo que deseaba. Al
principio estaba en su contra, pero finalmente comprendí que mis
pecados eran demasiado para que una mujer pudiese aceptarlos. Él
tenía que asumir el control de la plantación. Estaba claro que yo
no era capaz de ser la figura masculina imponente que mi madre y la
época exigían. Además tras arduas investigaciones, noches en las
que no dormía y me mantenía en vela observando a mi hermano, sus
rezos y ayunos, me percaté que algo horrible estaba sucediendo en la
capilla que yo había mandado construir para él. Sentí que estaba
perdiendo el sano juicio que siempre pareció tener. Nos enfrentamos
con mayor frecuencia y casi cada día había una pelea. Ya no
convivíamos en paz. En uno de los enfrentamientos él se precipitó
por la ventana convirtiéndose así en mi peor pesadilla, en mi
estigma, y logró que llorara amargamente. Me sentía condenado.
Mi madre dejó de dirigirme la palabra.
Para ella yo era el máximo responsable. La culpa caía sobre mí
como una pesada losa, muy parecida a la que yacía sobre la tumba de
mi pobre Paul. Mi hermana ya no era la mujer alegre que tocaba para
mí entretanto yo recitaba poemas a su belleza, bondad y simpatía.
Ante el resto del mundo yo era inocente, pero tras las puertas y
ventanas de mi casa me convertía en un demonio que había provocado
una gran desgracia. El alcohol comenzó a ser mi bálsamo y las putas
mis amigos más íntimos, aunque no logré ser feliz en absoluto y
sólo dilapidaba la herencia recibida cuando mi padre feneció años
atrás.
Era la imagen de la ruina, la miseria,
el dolor, la culpa y sobre todo la muerte. Intentaba reflejar en mi
duelo a la muerte. Llamaba con cantos de sirena apasionados el fin de
mis días. Emitía un grito que podía ser sordo para la mayoría,
pero no para los asaltantes de camino o un vampiro. Él fue el que me
tendió la mano con firmeza y me atrapó entre sus fuertes brazos.
Caí enamorado de su belleza y de una bondad perversa que parecía
emitir con esa sonrisa de diablo pintada en sus labios y reflejada en
su mirada.
De esto hace demasiado tiempo. Estaba
seguro que estábamos malditos hace menos de unos años. Pasé más
de dos siglos creyendo que no teníamos solución, que éramos
leprosos en mitad de un paraíso lleno de vida, y que sólo podíamos
aspirar a sufrir desengaños y torturarnos por no estar vivos ni
muertos. Ahora sé que estaba equivocado. Pero lo que más me
preocupa y me inquieta es el hecho de las visiones de mi hermano. Ya
cuando Lestat, mi amante y creador, dijo haber visto al demonio hace
unas décadas pensé en él. Sí, admito que pensé en Paul. Él cayó
en un cataclismo espiritual profundo. De ser descreído a desear ser
un santo con un fervor que jamás había visto en otros ojos que en
los de mi hermano pequeño. Me pregunto si era un espíritu el que
dominaba a la sangre de mi sangre, la carne de mi carne, y que
provocó aquel fatídico accidente. Aún así quizá deba darle las
gracias porque perdí a un hermano, pero he ganado un tiempo de vida
precioso. He podido ser padre, he conocido el amor, he sabido que el
sufrimiento es algo más fuerte que la ira o la rabia, comprendí que
la venganza no satisface al alma y no la sacia en absoluto, también
he apreciado más los días pacíficos y los agitados. Sin embargo...
no puedo dejar de preguntarme... ¿Eso es todo? ¿Es cierto lo que
pienso? ¿Es posible? ¿Por qué? ¿Estaba todo planeado? ¿Ese
espíritu es el mismo que atacó a Lestat? ¿Hay más como él? ¿Han
hecho daño a otros pobres infelices? Son preguntas que ahora marcan
mi camino... también quiero saber cuanto de humano queda en mí y
cuanto de monstruo late bajo mi piel.
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