Siendo sinceros jamás pensé que mi
música revolucionara como sucedió. Yo sólo quería dar mi versión.
Ni siquiera sabía de esos locales para noctámbulos y vampiros. De
hecho, yo creí que sólo eran parte de las películas de los ochenta
y su delirio por los seres de la oscuridad, los Hijos de la Noche. No
me preocupé por saber lo que ocurría con el resto de inmortales,
pues lo que yo deseaba era participar en este nuevo mundo. Otro
vampiro, en mi lugar, visto lo visto en años atrás habría huido de
las estridentes luces artificiales, se hubiese sumergido aún más
profundamente en la tierra removida de cualquier cementerio y hubiese
rezado porque toda esa libertad absurda, esos cardados horteras, y
esa música estridente dejase de sonar. Pero, como he dicho alguna
vez, amo el arte y las aventuras. Soy un hombre de acción y no un
ratón asustado en un rincón.
Estoy respondiendo esta carta, la cual
tiene fecha de hace más de cinco años. No sé bien porqué lo hago,
ya que no estoy en la necesidad de hacerlo. Supongo que ahora que soy
“Príncipe de los Vampiros” debo hacerlo. No lo sé. ¿Debo
hacerlo? Es posible. Pero querer hablar del concierto, algo que
supuso toda una revelación para muchos, es algo tedioso y terrible.
Tengo que levantar las ampollas que ya creía cerradas, recordar como
Akasha destruyó mis ansiad de gloria y hacerme a una idea que no he
vuelto a saber de los hermanos Larry y Alex, así como tampoco sé
nada de Dama Dura.
No es que esos mortales me preocupen
demasiado, pero formaron parte de mi vida. Por alguna razón les tomé
aprecio. Nunca más volví a escucharlos. Quizás están encerrados
en una institución médica alegando que conocieron a un verdadero
vampiro, que brindaron con él y fueron parte de su corte. Incluso
podrían gritar aún, golpeando las paredes acolchadas, que esa
maldita desquiciada, esa Bella Durmiente, había abierto sus inmensos
e imponentes ojos negros para acabar con todos. Es posible. De hecho,
creo que algo así sucede. Me han llegado rumores, pero nunca hago
caso a los rumores.
Así que sólo te envío esta carta
para que sepas que sí, que todavía creo que eso del concierto fue
buena idea y que no creo que Amel tuviese la culpa. Bueno, no creo
que tuviese toda la culpa. Sí creo que algo en ella lo activó, si
bien no voy a echarle la cruz para que la lleve a cuestas. Él es
parte de mí, del mismo modo que yo soy parte de él.
Únicamente puedo decirte que espero
que tengas suerte y vayas a muchos conciertos de rock.
Con cariño,
Lestat de Lioncourt
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