Se extiende el inmenso y desolador
silencio.
La Bella Durmiente sigue en su trono.
Durante un segundo, sientes que te
mira.
Que alza su vista, señala al infinito
y busca a ese diablo sonoro.
Hace tiempo que no escuchas los
lamentos
de tus hijos, en las tinieblas, allí
fuera...
Te estamos buscando, querida reina.
Alza tu rostro, busca la verdad...
¡No somos demonios! ¡Sólo somos
niños perdidos!
Búscame, tómame, soy tu hijo...
Bebe de mí, beberé de ti.
Búscame, tómame, soy tu hijo...
Un beso fugaz, en mitad de la locura.
Hace tiempo que las arenas ya no
queman,
que tu voz, Bella Durmiente, se
apagó...
como aquella luz, como esta vela.
Mírame, hermosa mía, por favor.
Tú y yo, en este escenario, nos
alzaremos.
Estamos condenados, somos Hijos de la
Sangre.
Un espíritu malvado nos creó.
Tú lo contienes, lo sabes... ¡Te
agitas!
Eres la diosa que el mundo esperó.
¡Y quizá nunca despiertes!
El tiempo se esconde en las estrellas.
Búscame, tómame, soy tu hijo...
Bebe de mí, beberé de ti.
Búscame, tómame, soy tu hijo...
Un beso fugaz, en mitad de la locura.
Lestat de Lioncourt
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