Daniel contando sus primeros días con Armand.
Lestat de Lioncourt
—¿Por qué estás
siguiéndome?—pregunté al percibir su figura entre la multitud.
Me había marchado de Nueva Orleans en
el primer avión de la noche. Encontrarme con él tras ir a buscar a
Lestat fue terrible. Jamás creí que sentiría tanto pavor ante su
imagen agraciada y delicada similar a la de un querubín. Su cabello
cobrizo caía sobre sus hombros, algunos mechones en ondas rozaban
sus carnosas mejillas y su boca, voluptuosa e irresistible, sonreía
maravillado ante mi decrépita figura.
Nueva York no parecía un refugio
perfecto para mí, pues él había logrado encontrarme entre el
gentío. Supuse que había leído mi mente, y por ende también mis
miedos, así como mis anhelos hacia él.
Llevaba semanas perdido en mis dudas,
miedos y dificultades. Desde que entregué a mi editor la historia,
esa maldita biografía, habían sucedido cosas terribles. Siempre fui
un hombre nervioso e insensato, pero ahora estaba demasiado entregado
a la ida de la inmortalidad. Quería ser un vampiro, y uno vino a mí.
Vino ante mí el más terrible de todos: Armand.
—Te diré por que... —murmuró con
una ligera sonrisa caminando hacia mí, y de inmediato se colgó de
mi cuello. Me miró embelesado y me ofreció sus labios en un
entregado beso.
—¡Qué haces!—grité separándome.
—Intentar conquistarte—respondió
tras una pequeña risa sin dejar de colgarse de mi cuello.
—¡Normal que no tengas amigos! ¡Ni
nadie que te soporte!—dije porque no sabía cómo reaccionar. Él
me ponía demasiado nervioso. Sin embargo, no lo separé de mí. Me
quedé mirándolo embelesado por el fulgor de sus ojos castaños.
—Me he enamorado de ti—respondió.
—¿Qué?—dije completamente
incrédulo.
Desde esa noche tengo que soportarlo
siguiéndome allí donde voy, cambiando los canales de mi televisión
y exigiéndome haga conferencias a países que hasta ayer mismo no
había escuchado hablar. Es mucho más complejo ser un vampiro de lo
que había pensado, pero aún así quiero serlo; quizá por eso lo
soporto, aunque en ocasiones he llegado a pensar que parte de mí lo
quiere.
No hay comentarios:
Publicar un comentario