Rompamos barreras, ¿de acuerdo? Lo femenino y masculino son construcciones sociales basadas en religiones y costumbres arcaicas. Arion lo demuestra constantemente. Yo desearía conocerlo.
Lestat de Lioncourt
—¿De qué hablaste con el
caballerito?—preguntó mirándome fiero a los ojos. Siempre ha
tenido una mirada salvaje que uno puede sentir terror o una
excitación terrible. Por mi parte, por supuesto, siento un apetito
que me embriaga, igual que si estuviese alcoholizado, y provoca por
inercia que la toque, bese y abrace.
A veces desea que la trate como una
mujer, pero en otras ocasiones habla de sí mismo como hombre.
Siempre fue una hidra de dos cabezas, más que una medusa que congela
a los hombres convirtiéndolos en piedra. Pues, Petronia, siempre se
vio como un monstruo mitológico.
—Expliqué las normas que tenemos
entre los nuestros y, las cuales, aplicamos—respondí tomando
asiento en mi butacón favorito.
Me acomodé en mi asiento reclinándome,
y, coloqué mis manos sobre los brazos del mueble, estiré mis
piernas y sonreí. Llevaba una camisa blanca ligeramente remangada,
abierta un poco en el pecho, y unos pantalones vaqueros tan simples
como cómodos. Petronia, sin embargo, llevaba un traje ejecutivo
bastante formal y un sombrero; el mismo que terminó quitándose para
seguir observándome, mientras caminaba por la habitación, con las
manos tras la espalda.
—¿Nada más?—dijo alzando las
cejas, para de inmediato fruncirlas.
—También le rogué que cambiara su
actitud contigo, pues en realidad tiene una imagen deformada de quien
eres—asumí el riesgo de decir algo así. No quería ocultar nada,
pues jamás lo he hecho y no iba a comenzar esa misma noche.
—Olvida eso, por favor—se detuvo
frente a mí y apoyó sus manos, suaves y cálidas, sobre mi oscuro
rostro. Éramos tan distintos, pero tan iguales. Parecíamos una obra
de arte—. Ya no me afecta—aseguró mientras agarraba su cintura
para que se subiera sobre mis piernas, dejando sus glúteos sobre mis
muslos, dejando que su cabello trenzado rozara por un segundo mi
torso al inclinarse.
—¿No te afecta?—dije mirando sus
ojos, pues posee una mirada que no puedo dejar de observar.
—No como antes—respondió con una
sonrisa a medias.
—¿Y cómo te afectaba
antes?—pregunté porque quería saber cuál era la dichosa
diferencia.
—Aún me duele que algunos se queden
observándome porque siento que están juzgándome, apuntándome con
sus ojos llenos de hipocresía y riéndose nada más me doy la
vuelta. Pero he aprendido que el mundo sigue girando, que va
cambiando la forma de ser y actuar—su nariz rozó la mía; después
colocó sus manos sobre mis anchos hombros y besó mis labios.
—Tienes esperanza.
—Soy un ser intersexual,
Arion—replicó—. Además, mi género jamás ha estado del todo
definido. Siempre me sentiré inferior en muchos aspectos porque hay
momentos, palabras y símbolos que pueden hacer mella en mi felicidad
y paz.
—No eres inferior—dije de
inmediato. Odiaba que se clasificara como inferior.
—Como vampiro no, como miembro de la
sociedad aún lo soy. Las barreras no se han roto—confesó con algo
de dolor en sus pupilas—. Hay imbéciles que se dedican a juzgar a
otros, y, a decidir que está bien y qué está mal.
Todo provenía de la moral religiosa y
no de verdades científicas o médicas. La mayoría se dejaba guiar
por absurdos preceptos religiosos. Petronia podía ser hombre o
mujer, según le interesara, y, también podía maquillarse emulando
ser un hombre, pues el maquillaje no es símbolo de feminidad aunque
así reza la costumbre en algunos países de mentalidad atrasada. Del
mismo modo que podía ser una mujer vistiendo prendas puramente
masculina, alejándose de todo lo que dictamina la moda y la cultura
de la sociedad. Siempre le dije que rompiera las barreras aunque
sintiera el peso de una ética desgastada, de unas mentiras podridas
e injustas, de una sociedad esclava porque nosotros no éramos
injustos, ni podridos y ni mucho menos esclavos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario