Este texto es de Daniel antes de ser vampiro.
Lestat de Lioncourt
No recuerdo bien qué hora era cuando
desperté. Posiblemente era bastante tarde. Oía movimientos por la
cocina. Él estaba causando nuevamente algunos estragos, aunque yo
solía fingir que lo estaba escuchando mientras maldecía mi mala
estrella. Mis ojos claros, tan azules como tristes, miraban el techo
con aquella vista borrosa rezando porque no hubiese decidido que
probara sus asquerosos mejunjes. Tenía fiebre, el cabello revuelto
sobre mi cara, y me sentía sofocado pese a que ya era prácticamente
octubre.
Acabé incorporándome en la cama y
recordé que estaba en una habitación de uno de sus hoteles de lujo.
No era mi apartamento, no era un motel barato. Había regresado de
nuevo, como un perro entrenado, hasta su puerta y tocado con los
nudillos adoloridos por alguna pelea. Era un alcoholico con la cabeza
perdida, adicto a la nicotina y a los juegos de azar. Hacía tiempo
que yo no era el chico modélico que una vez fui en la universidad,
el intrépido reportero de los bajos fondos o simplemente un
ciudadano de bien.
Caminé arrastrando mis pies hasta el
lugar de los ruidos, una pequeña cocina que incorporaba la
habitación, y lo hallé vestido de blanco y manchado, de pies a
cabeza, con la sangre de una víctima. Estaba allí, igual que un
cirujano en una mesa de operaciones, desmembrando a un pobre diablo.
De inmediato, y sin poder evitarlo, me giré sobre mí mismo y
comencé a vomitar.
—¡Daniel!—gritó aquel pequeño
monstruo—. ¡No es lo que parece!
—¡Y qué es!—respondí pegándome
a la pared absolutamente asustado. Mi boca sabía agria, mis manos
temblaban y mis ojos apenas distinguían los borrones de su cara.
—¡Espera, amor!—dijo correteando
por la habitación para regresar y colocarme las gafas. Esas manos
manchadas de sangre, de muerte indigna, me tocaron y yo creí que iba
a vomitar de nuevo—. Intentaba matarte mientras dormías... le he
torturado porque me pareció apropiado...
—¡Apropiado!—grité exaltado.
—Querían matar a la persona que
amo...
—Tú no amas, pequeño monstruo—dije
empujándolo porque no lo quería cerca.
Me arrepiento. Realmente me habían
intentado matar, como en diversos callejones. No obstante, yo sufría
de alucinaciones y problemas de insomnio debido a las pesadillas que
se iban acumulando día tras día, noche tras noche. No debí
tratarlo de esa forma, ni ser tan injusto. Hoy día lo veo con
claridad. Fui un auténtico desastre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario