Por eso lo amo...
Lestat de Lioncourt
Sentado ante este hermoso Jesucristo
con la mirada doliente, sacrificado por los hombres de buena voluntad
y por aquellas mujeres de corazón bondadoso, me pregunto si alguna
vez existió simplemente fue una noble invención a costa de
dulcificar los esfuerzos de aquellos que una vez se alzaron. Un
símbolo de un hombre sacrificado, revolucionario y adicto a una
verdad incontestable. Similar a tantos otros en tantas otras
religiones. Salvado de hombres, pescador de almas, ¿no es así? Al
menos, de ese modo lo recuerdo. Y por ello, sentado aquí, en
recogimiento siento que quizá debió haber existido para poder
imponer un poco de luz en un mundo cargado de sombras. Pero ya no
creo en él. Hemos demostrado que los espíritus existen, que quizá
fueron tomados por dioses y estos siguen buscando, de algún modo, su
importancia entre el mundo de los vivos y los difuntos.
Recuerdo a mi hermano. Decía ver
ángeles y escuchar demonios. Hablaba de Dios constantemente y de su
palabra. Oraba en ayunas, se tiraba al suelo y lloraba. No puedo
dejar de revivir cada momento a su lado. Su larga mata de cabello
rubio pegada al suelo, sus ojos azules convertidos en un océano
revuelto y en en esas manos jóvenes, dulces y fuertes a la vez,
rasguñando el mármol de una capilla que yo ordené construir para
él.
Cómo olvidarlo. Es imposible. Su
tragedia fue la mía.
Tal vez su recuerdo me hizo amar a
Lestat. Él tenía ese porte gallardo y desafiante, pero parecía no
temer a nada ni nadie. Él era la muerte en persona, bailando y
gozando en las calles de la ciudad, mientras que yo me sentía
despiadado y ruin por las vidas que aniquilábamos. Pero la verdad es
que algunos no merecen siquiera un día en este mundo. Unos porque
sus vidas son vacías, tan huecas como las muñecas de plástico que
aspiran ser, otros porque son crueles y nocivos, y la minoría por
enfermedades terribles que les imposibilitan ser felices o encontrar
cierta paz.
Somos almas encerradas en cuerpos, no
cuerpos con alma. Ya quedó claro. Después de la muerte tenemos otra
existencia sin cuerpo, al menos sin uno físico como quien dice, que
se pasea buscando aliviar los pecados o los malos encuentros que nos
asfixian.
Siento que si sigo aquí contemplando
esto, viendo esta mirada llena de dolor, me volveré loco. Él no
existió, pero Lestat deseó ser una especie de santo para que se le
rindiera culto. A veces me recuerda a él. Sé que parece una locura,
¿pero no es un revolucionario que intenta salvar a los demás pese a
todas las tragedias que lleva a cuestas? ¿No ha hecho grandes
esfuerzos y milagros? ¿No ha sobrevivido a encuentros inexplicables
con un supuesto diablo? ¿No fue él quien nos ha salvado incluso
sacrificando parte de sí mismo? Lo ha hecho. Por eso siento que él
es mi Dios, mi religión, la palabra divina...
Supongo que es estúpido para muchos,
que es incomprensible incluso, pero lo amo. Amo a ese imbécil y amo
sus locuras.
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