Memnoch entonces se marchó. Tomó
rápidamente la puerta y decidió irse. No obstante, antes de
hacerlo, se giró quedándose perdido en mi figura. Parecía
preguntarse algo que no quería saber a la vez, como si temiese
decirme algo. Sin embargo, dijo un par de palabras al aire que me
dejaron pensando todo lo que restaba de la noche.
—Amel viene del mismo lugar donde te
llevé, pero no somos lo mismo. De hecho, se podría decir que
Sanatás y él nacieron en los orígenes de la nada al igual que
Dios. Sí, no somos lo mismo. No confundas caído con demonio—dicho
aquello cerró la puerta.
Me quedé hundido en el sofá. Amel
estaba ahí, como siempre, punzando en mi nuca. Había permanecido en
silencio hasta que finalmente suspiró como si hubiese contenido la
respiración todo ese tiempo.
—Es cierto—dijo Amel.
—¿Entonces qué es Memnoch?—pregunté
con un escalofrío.
—Aún intento averiguarlo.
Quedé confundido, pero el mensaje que
tenía que transmitir era mucho más importante. Me incorporé del
sillón y fui directo al teléfono. Poseía uno móvil de última
generación, pero habitualmente olvidaba cargar su batería u
olvidaba el número para desbloquear la pantalla. Prefería levantar
el teléfono de la forma habitual y marcar los números
correspondientes gracias a mi agenda. Sería una conferencia poco
común.
Al otro lado escuché una voz
somnolienta muy peculiar, la de Benjamín, que escuché estirazarse
mientras intentaba hacer acopio de sus escasas fuerzas. Posiblemente
había gastado sus energías en transmitir distintos mensajes por
parte de diversos vampiros, intentando organizar algo para los
oyentes de la radio y exigiendo música a Sybelle y Antoine.
—¿Sí?—preguntó—. Lestat, ¿eres
tú? Al menos es tu número...
—Tengo que ir a Nueva York y tener
una entrevista en tu radio de forma urgente—comenté.
—Podría ser este viernes—murmuró
antes de soltar un bostezo—. ¿Por qué con tanta urgencia?
—La situación es insostenible.
Necesito al menos decir mi opinión al respecto—dije algo nervioso
mientras jugaba con las hojas de la agenda que siempre se hallaba a
un lado del teléfono.
—¿Cuál situación?
—La situación de la humanidad que va
camino a la destrucción—respondí de inmediato—. Benji, como
líder de la Tribu, requiero informar a todos de un mensaje nuevo e
importante. Además, me he reunido con Memnoch hace unos minutos y...
—¡Memnoch!—exclamó despertándose
súbitamente—. Sí, el viernes puedes venir. Hazlo, Lestat. El
viernes será un día clave para nosotros—parecía emocionado, pero
no lo conocía lo suficientemente bien como para afirmarlo.
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