Oh, por favor... No soy vengativo.
Lestat de Lioncourt
—Ha sido una suerte que no esté
furioso por lo que hicimos—decía cerrando el libro que estaba
leyendo.
Me había llevado uno de los tantos
libros que había creado Lestat con sus múltiples aventuras. En este
Lestat era capaz de enfrentarse a narcotraficantes en busca de una
verdad incómoda. Había creado a una joven bruja Mayfair, igual que
hizo en su día Louis con una tal Merrick, y esta era la madre de
unas criaturas poco convencionales llamadas Taltos. Viajaban buscando
a la hija de Mona Mayfair, una hembra de dicha especie que había
crecido en cuestión de horas convirtiéndose en su doble con una
altura y una mente prodigiosa, la cual había sido llamada Morrigan
Mayfair y era actualmente la heredera de los Mayfair si contábamos
con la “muerte” de la joven bruja a ojos de muchos.
Incluso en ese libro se enfrentó a
fantasmas de la mentada familia y se movió por las selvas buscando
la verdad. Quienes le acompañaban en todo momento eran dos jóvenes
vampiros, Mona y Tarquin Blackwood. Quinn, como se hacía llamar
cariñosamente Tarquin, era su hermanito y había contactado con él
previamente para que le ayudase en un suceso paranormal. Una
criatura, una especie de espíritu, lo atacaba robándole la sangre
como hizo en su día Amel. Era un dato curioso, ¿verdad? Pero
resultó ser el hermano fallecido del mismo. Fue un hermano que él
no conoció más allá del vientre materno, pues el pequeño murió
poco después del nacimiento y su madre, Patsy Blackwood, era además
de una toxicómana una pésima madre que odió al joven por la muerte
de su hermano.
Si bien, la conversación que se inició
fue más animada que el propio libro.
—¿Ahora te preocupa su
molestia?—respondió Seth con una sonrisa burlona.
He de aclarar que él lo es todo para
mí junto con la ciencia y la ciencia aplicada a la medicina. Digamos
que sin él no estaría vivo o mutado, como es realmente lo que
somos. Hace tiempo descubrí que somos mutaciones y no muertos que
han regresado a la vida. Ese término, si me disculpan, pueden usarlo
en películas de serie B dedicadas a zombies. Nosotros no somos como
el moderno Prometeo, sino que somos una especie nueva que sigue con
vida y que en realidad no morimos realmente. Eso, claro está, lo
sabrían si leyesen con profundidad mis notas.
—De hecho, siempre supuso para mí un
problema. Viví con ese miedo durante casi dos décadas—repuse
dejando el libro en la mesilla para observarlo.
Se estaba quitando la levita y las
sandalias. Él seguía usando ropas árabes sencillas. Era un hombre
que no le agradaba el lujo a pesar de ser el hijo de Akasha y haber
nacido como príncipe de Kemet. Para él el dinero sólo podía ser
útil si se conseguía material para laboratorio y seguridad del
mismo.
—Oh, por favor. Lestat no es capaz de
odiar o vengarse—comentó sentándose en el borde de la cama por el
costado derecho, para luego tomar su lugar a mi lado.
—¿Cómo estás tan seguro, Seth?
¿Cómo podía estarlo? Yo no podía.
Había leído casi todas sus aventuras un millón de veces.
—He podido atravesar su alma con sólo
mirarlo. Es un hombre de una auténtica actitud y se enfrenta a quien
sea en cualquier momento, pero no es capaz de tomar venganza. Pudo
hacerlo con Armand, ¿no es así? Y con otros tantos. Sin embargo,
decidió mejor comprender sus motivos antes que juzgarlos—comentó
abrazándome por la cintura.
Seth es más alto que yo, aunque sólo
media cabeza o poco más. Tiene una figura delgada muy atractiva. Sus
ojos son profundos y oscuros llenos de una belleza que no puedo aún
describir correctamente a pesar de conocerlo desde la época de los
80's.
—Sigo diciendo que no sé cómo
puedes estar tan seguro que Lestat no tome venganza contra otros—dije
frunciendo el ceño.
Venía de una cultura llena de venganza
desde sus orígenes divinos. Los dioses en los que creían mis madres
eran desastrosos, muy vengativos, pero jamás hacían daño sin un
motivo. Además se compaginaban entre la destrucción de lo malo para
plantar la semilla del cambio. Pero esa destrucción también se daba
en el mundo occidental del cual provenía Lestat y toda su prole.
—Sabe que no hay mayor venganza que
el tiempo en el cual pone a cada uno en su lugar, ¿acaso tú eres
vengativo?—preguntó provocando que girara del todo mi cuerpo hacia
él.
—No, soy incapaz. Sin embargo, Lestat
posee demasiados enemigos.
Aclaro que aún no me había desnudado.
Sólo me había descalzado y quitado los calcetines. Él decidió
comenzar a quitar mi corbata y abrir los botones de mi camisa. Acepté
que lo hiciera y le ayudé a dejarme el torso al aire.
—¿Ahora te harás
psicólogo?—preguntó jugueteando con su aliento en mi cuello.
—Oh, cállate—chisté.
—Científico y cirujano vampírico
brillante se hace psicólogo de congéneres. Puedo ver el titular o
más bien oírlo en la radio de Benji... —canturreó lo último
como si fuese un niño travieso y yo quedé callado por unos segundos
porque me besó. Fue un beso breve aunque muy cálido y antojadizo.
—Seth...—siseé sin saber cómo
responder a eso.
—Dime—dijo con una sonrisa burlona
en sus labios.
—¿Por qué te agrada tanto
molestarme?—pregunté.
—¿Por qué no debería?
—Duerme—dije.
Mandarlo a dormir... en realidad
deseaba usar mis fármacos para poder disfrutar de su cuerpo, pero el
amanecer estaba cerca y tan sólo alcanzaríamos a estar excitados y
dormirnos demasiado incómodos, agitados y furiosos por no acabar lo
que iniciamos.
—Quien se duerme siempre antes eres
tú debido a tu juventud—dijo deslizando su mano sobre mi torso.
—Demonios...—balbuceé antes de
caer en la inconsciencia.
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