
Autor: Yo por supuesto y recuerdo que está bajo licencia
Imagen: pertenece a trinity blood
Música: Buck Tick - Candy / Buck Tick - Romance
Cada anochecer hacía el mismo recorrido, le perseguía por toda la ciudad y escrutaba en sus andares cualquier pista. Sabía donde vivía, qué lugares frecuentaba, qué tipo de vida llevaba, su filosofía, el tacto sonoro de su voz en mis oídos y la forma de mirar que te dejaba sin aliento alguno. Lo sabía todo, incluso su nombre y parte de su pasado. Sin embargo, su sexualidad era todo un misterio. Le había visto acompañado de chicas tan hermosas que la propia Afrodita se hubiera sentido desdichada, también de hombres gallardos y de aspecto delicado. Si bien, con ninguno había entablado una relación de más de palabras o gestos de amistad. Yo era su persecutor, el espía que cualquier policía hubiera deseado para un asesino. Husmeaba incluso entre su basura, quería saber qué hacer o decir para poder arrebatar su corazón.
Una noche cualquiera, tan común como las otras, en pleno verano se aproximó a mí con dos copas de brandy. Aquella sonrisa de dientes perfectos y labios jugosos me desquició, deseaba arrancarle un beso y dejarle sin aliento por unos instantes. Se sentó junto a mí y dejó una de las bebidas frente a mí.
-¿Para quién trabajas?-preguntó con una sonrisa, como siempre que hablaba. Aquel gesto era imperecedero en él.-Porque como espía podrías ganarte la vida, si no llega a ser por uno de mis amantes no me hubiera enterado que me buscabas.-dijo dando un trabo a la copa, deleitándose con el brandy, para luego clavar en mi aquellos ojos grises haciéndome temblar de pavor. No sabía cual era su objetivo, no sabía tampoco que decir. Además, esa palabra “amante” en esa frase me desconcertó. Yo le amaba, pero era algo absurdo para él. Seguramente muchos de los que se llevaba a la cama terminaba enganchado a sus caricias, yo sin embargo ya lo estaba sin saber cómo eran. Durante unos segundos hubo un silencio incómodo y que él no rompió, dejó que el misticismo lo rodeara y me abrigara a mí con él.
-No trabajo para nadie, tan sólo para mi mismo.-musité acariciando la base de aquel vidrio tan sumamente delicado.-Es alguien interesante y tan sólo quería observarlo desde una cierta distancia, no quería molestar.-comenté tomando un trago apartando mis ojos de él, pues me sentía cohibido al haberme comportado como un chiquillo.
-Entiendo, usted lo es para mí.-respondió a mis palabras con gentileza.-Me llamo Efrén.-dijo con simpleza dando otro sorbo de aquel licor.
-Nereo.-murmuré extendiendo mi mano para apretarla con la suya.-Es un placer poder conversar con usted, jamás pensé que sería tan sencillo.-era verdad lo que decía, aunque jamás pensé en hablar con él. Era más bien un amor platónico y quería que fuese así.
-Verá me han dicho que ha estado averiguando mis gustos, mi vida, mi nombre.-hizo un inciso tomando aire o quizás divagando ante la lista interminable de lo que yo había hecho.-todo.-añadió al fin.
-Sí, me interesa.-comenté con llaneza, no quería ocultar lo que hacía y tampoco lo hice nunca.
-¿Quieres pasar la noche más maravillosa de tu existencia?-preguntó tomando mi mano.-Dejaré que seas el activo o el pasivo, no me importa.-susurró alzándose de su asiento para posarse a mi lado.-Sería un placer practicar el sexo con alguien como tú.-susurró en mi cuello besándolo delicadamente, dejando que sus dientes rozaran mi piel y su lengua se deslizara sutilmente.
-Se equivoca.-dije en un murmullo apenas audible.
-¿Seguro?-murmuró tirando de mí para que me levantara, después tomó una de mis manos y me arrastró hasta un lugar a solas.
-Debería ir con su acompañante, se sentirá sola.-mis palabras estaban cohibidas entre la vergüenza, la excitación y el desconocimiento.
-No me importa, me aburre.-sus manos jugueteaban con los botones de mi blusa, desabrochándola, para luego adentrarse entre la tela y palpar mi piel.-Delicado, sutil y erótico.-masculló.-Quiero que seas fogoso, sé que lo eres.-sus manos bajaron rápidamente hasta mi entrepierna y bajaron la cremallera. Una de sus garras comenzó a acariciar por encima de la ropa interior. Yo me pegué lentamente a una pared cercana y dejé que él hiciera lo que deseara conmigo.
-Yo.-dije en un tartamudeo.-Yo deseo que pares.-tras conseguir decir la frase, él ya estaba de rodillas rodeando mi miembro con la humedad de su lengua.
-No deseas eso.-uno de sus brazos se alzó y sus dedos se deslizaron por mi camisa, le siguió su otro brazo y acabó por romper los botones que faltaban.-Tienes un torso bien definido, eso me agrada.-susurró sin dejar de pasar sus labios por mi virilidad, regalándole dulces y delirantes besos.-Veamos cuanto crece.-dijo con una voz neutra pero excitante.
Su mano derecha agarró con firmeza el miembro y comenzó a masturbarme; mientras apoyaba su lengua en el inicio de la hombría, haciendo pequeños círculos y sacando de mis labios gemidos de placer. Entonces apoyé mis manos sobre sus largos cabellos y tiré de ellos, lo aproximé más a mí. Deseaba que sumergiera todo aquello en su boca, hasta llegar a la garganta, para sentir el calor y el veneno del placer. Como pudo se liberó de mí y me miró complacido.
-Dime cosas que me exciten, seré para ti en esta ocasión.-susurró su perpetua sonrisa con velo de perversión.
-¿Cómo cuales?-pregunté inseguro de lo que me pedía.
-Las que a ti te gusten, soy sumiso a tus deseos.-respondió complaciente, sin dejar de jugar con mi sexo y los testículos.
-Eres mío.-susurré.-Eres mi esclavo y quiero hacerte el mayor de los placeres, no importa que estemos en medio de una fiesta.-dije un poco más seguro, sus ojos brillaron.-Soy tu amo y tu mi fiel juguete de placer.-aquellas palabras sonaban imposibles en mí, pero me apetecía decirlas. Estábamos en una habitación contigua a la fiesta, cerca de un gran balcón, y bajo él habitantes prestigiosos de la ciudad.-Desnúdate.-susurré apartándolo de mí.
Tras mis palabras se despojó de la chaqueta, la camisa, los pantalones, los zapatos, calcetines y la ropa interior. Su cuerpo era magnífico, digno de un catálogo de modelos, y eso me hizo regresar a mi mutismo. Volvió a arrodillarse ante mí y tomó mi virilidad entre sus manos; para lamerla lentamente, mientras me miraba incitándome a empotrarlo contra el otro muro. Quería quedarme satisfecho con aquella figura que llamaba al sexo.
-Para.-dije apartándolo para tirar de él y colocarlo en la cama.-He estado esperándote casi un año, esperando esto y no quiero hacerlo de la forma más incómoda. Tenemos una cama, sábanas, una buena temperatura y de fondo música.-susurré besando su cuello.-Tenemos todo para un buen encuentro.-mis manos se posicionaron en sus caderas.-Para mi primera vez.-añadí con una sonrisa.-Tengo diecinueve años y aún no lo he hecho con nadie.-admití lo que jamás habría hecho ante nadie.-Tú tienes más edad, se nota, y eres la puta de muchos.-él entonces me miró satisfecho ante mi hombría.-Para mí no eres la puta de todos, sino mi puta.-dije con una sonrisa.-Y a las putas se las trata como a señoras en la cama.-su lengua se pasó entonces por mis labios y un escalofrío me recorrió el cuerpo.
-Soy tu puta, tú lo has dicho.-rió un instante y tiró de mí para que mi cuerpo oprimiera el suyo.-Ahora más que nunca.-susurré.-Aprenderás a hacerlo gracias a mí.-dijo mordiendo mi cuello.-¿Te imaginabas que iba a ser así?-preguntó con una pequeña risa.
-¿Tú?-dije confuso.-Te esperaba más serio, más frío, más duro y menos erótico.-noté como mi miembro se endurecía cada vez más. El contacto con su piel, su aroma pegado a mis ropas y sus ojos, me desquiciaban.-Mi primera vez, si es a lo que te refieres, esperaba que fuera con alguien como tú.-susurré alejándome de él para darle la vuelta.-Voy a poner en practica todas las posturas que he leído, visto en videos pornográficos y en revistas.-murmuré.-Quiero llenar tu cuerpo con mis caricias.-dije bastante convencido.
-Sé duro conmigo, me gusta.-susurró abrazándose a la almohada.
Me quité la ropa y acto seguido me pegué a él. Mi miembro comenzó a acariciar sus nalgas en un ritmo tortuoso. Mis manos se anclaron a sus caderas mientras todo seguía su cauce. Cuando me cansé le di la vuelta, tiré de él hacia mí y pegué su rostro a mi entrepierna.
-Abre.-indiqué clavando mi miembro en su boca, hasta la garganta. Sus ojos se volvieron y comencé a moverme violentamente, pero no tanto como con aquel principio. Quería que supiera quien mandaba, aunque él me hubiera llevado lejos de la fiesta a la habitación. Él tan sólo se agarraba a mis piernas y respiraba dificultosamente. Entonces agarré sus cabellos y tiré de ellos para que entrara con la violencia del inicio. Cuando menos se lo esperaba dejé que mi esencia cayera por completo entre sus labios.-Trágalo.-dije tirándolo en la cama. Sus ojos eran dos focos de locura y su cuerpo temblaba. Su miembro, al cual no había echado cuenta, estaba endurecido y comenzó a masturbarse ante mí. Yo tan sólo tomaba aire y pronto vi su simiente manchar sus manos. De sus labios aún colgaba un pequeño hilo de mi esencia y lo lamí, para otorgarle un beso desenfrenado. Sus piernas me rodearon entonces y rió al separar mi boca de la suya.
-Dios, jamás pensé que un virgen fuera un amo tan magnífico.-dijo divertido.-Ahora fóllame.-susurró aún con un tono jocoso.
-Dame un respiro.-susurré besando su cuello.
-Podrías usar un poco de gel para ir amoldándome.-su rostro se volvió sereno, aquel ardor parecía irse evacuando.-Está en mi cartera, en una pequeña bolsa, siempre llevo una encima.-dijo con total normalidad. Entonces me levanté de donde me encontraba, tomé sus pantalones, saqué su cartera y la bolsa de él.-Ponte eso en tu mano y en tu pene, después házmelo fuerte.-susurró incorporándose un poco, sin embargo abrió bien sus piernas y sus nalgas ayudado de sus manos.
-Sí.-asentí haciendo lo que me indicaba y su figura tembló, sus carnes comenzaron a tener aquella capa de sudor y su rostro volvió a estar extasiado de placer. Sin embargo, su miembro seguía estando dormido, aguardando el inicio del acto.
-Ya estoy preparado, ahora entra.-comentó rodeándome el cuello con sus brazos.
-Claro.-dije apoyándome de rodillas en la cama, introduciéndome lentamente para sentirme invadido por su calidez.
-Fuerte.-volvió a recordármelo.-Quiero que toda la fiesta se entere de que me follas.-murmuró rodeándome con una de sus piernas, empujando mi cuerpo.
Empecé lento, pero él me lo había recalcado. Mi ritmo era rudo, endiablado y rápido. Él gemía sin cesar, mi respiración se entrecortaba y nos bañábamos en sudor. Sus cabellos, que habían caído sobre su pecho, se pegaban y sus labios se abrían cada vez más, buscando quizás aire. La cama crujía y el cabezal golpeaba la pared, él se había agarrado a este y aquello le daba un toque de película porno. Para él era puro sexo con un chico más joven, inexperto hasta ese momento y lleno de deseos; para mí era un momento único, con un ser especial, plagado de amor por darle y con la esperanza de que fuera la primera vez de muchas otras.
-Nereo.-gimió con todas sus fuerzas eyaculando sobre mi pecho y yo no tardé en hacerlo.
Me separé lentamente de él y lo admiré, sudoroso y oliendo inconfundiblemente a sexo.
-Te amo, llevo meses tras tu pista porque te amo.-susurré recostándome sobre él. Estaba cansado, no sabía que el sexo te debilitara tanto y en tan poco tiempo.
-Es grato oír eso.-respondió frío jugueteando con mis cabellos.
FINAL UNO
Lentamente me quedé dormido y mi respiración se fue calmando, junto a la suya. Al despertar no estaba. Mi ropa estaba doblada sobre la silla y había una nota en mis calzoncillos.
“Ha sido una noche pletórica, se nota que los jovencitos sabéis divertiros. Yo tengo treinta años, aunque no los aparento, y no me gusta repetir con la misma persona todas las noches…aunque lleve ya diez años muerto. Por cierto, la marca de mis colmillos puedes disimularla con un jersey de cuello alto…pero no la sed que sufrirás durante toda tu vida.”
Había tenido sexo con un demonio, con un vampiro, y se había burlado de mis sentimientos. Desde aquella noche sacio mi apetito con todo aquel que desea besarme o comenzar un idilio conmigo. Sé que ninguno tiene la culpa de lo que me hizo, pero yo lo sigo amando y así desahogo la ira que domina mi alma.
FINAL DOS
Lentamente me quedé dormido y mi respiración se fue calmando, junto a la suya. Al despertar no estaba. Busqué por toda la habitación y encontré mi ropa doblada sobre una silla, me la puse y pensé que quizás alguna noche nos encontraríamos. Sin embargo, al llevarme una mano a mi bolsillo encontré una nota con un teléfono, junto a su nombre. Sonreí con una mezcla de felicidad y otra de melancolía. Sabía que no podía ser mío, que era demasiado libre y que jamás aceptaría que le atara a un joven, que ni sabe qué es amar o sufrir por ello.
Si bien lo llamé, quedábamos en cafés y en discotecas. Sus besos me enloquecían, me hacían alcanzar el cielo y bajar al infierno en un segundo. Cada noche era distinta, probábamos mil posturas y formas de enloquecer nuestros corazones. Estábamos unidos por completo, éramos uno y yo me sentía con el derecho de llamarlo pareja. Él se contoneaba por los bares saludando incluso a extraños, eso me enfermaba y acababa por estallar a solas en los baños. Lloraba lágrimas amargas, las más amargas de toda mi vida, y al final salía para que él me besara rodeándome con sus brazos. Le permití que jugara conmigo durante un año, sin embargo una noche dejó de quedar conmigo.
Llamé durante días a su teléfono, a su oficina e incluso a varios de sus amigos. Al final lo supe, había conocido a otro chico más joven y que necesitaba para hacerle experimentar lo que era disfrutar con su cuerpo. Yo no le importaba nada, jamás fui algo importante y me trataba como un estúpido. Dejé todos mis ahorros en regalos, en pequeños detalles, y él nunca me devolvió alguno.
Una noche perdí la cabeza, conseguí una pistola y disparé a su sien. Acerté con la tercera bala, después descargué el cargador por completo y huí de la escena del crimen. Ahora redacto esta carta, la sellaré y enviaré a la policía. Pero es anónima, pues también sé que durante el año que salí con él…él salió con otros. Todos fuimos unos idiotas y yo el peor de todos.
Señores agentes tienen a más de veinte sospechosos, empiecen por el que tengan más a mano.
FINAL TRES
Lentamente me quedé dormido y mi respiración se fue calmando, junto a la suya. Al despertar no estaba. Busqué por toda la habitación y encontré mi ropa doblada sobre una silla, me la puse y pensé que quizás alguna noche nos encontraríamos. Sin embargo, al llevarme una mano a mi bolsillo encontré una nota con un teléfono, junto a su nombre. Sonreí con una mezcla de felicidad y otra de melancolía. Sabía que no podía ser mío, que era demasiado libre y que jamás aceptaría que le atara a un joven, que ni sabe qué es amar o sufrir por ello.
Acabé por llamarlo y pedirle una cita. Pronto nos hicimos amigos, íntimos, de esos que terminan las frases al unísono y piensan lo mismo. Él tenía treinta años y apenas aparentaba mi edad. Su forma de ver el mundo era la visión de un adolescente, además de su energía y simpleza con que dictaba todo. Sin embargo, cuando conversaba y exponía sus dudas era un anciano. La madurez venía a él en el momento preciso y a mi me daba miedo sus impulsos juveniles, por ello rezaba porque pensara las cosas un segundo.
Poco a poco me enamoré más de él, cada vez más y él no daba el paso final. Teníamos sexo como una pareja común, le invitaba a cenar y él a mí. Todo era igual que si tuviéramos ese título consolidado. Sabía que me tenía cariño, me lo susurraba constantemente y eso me llenaba de una especia de felicidad estúpida.
Un día cualquiera comenzó a estar mal, se sentía débil y empezó ahí un deterioro constante. No quería ir al médico y me negaba que se encontrara sumergido en alguna enfermedad. Al final lo convencí y los resultados de una analítica rompieron mi vida, junto a la suya, por completo. Tenía síndrome de inmunodeficiencia adquirida, SIDA, y yo por supuesto también estaba afectado.
Lo conocía desde hacía dos años, le amaba y él me confesó que también sentía lo mismo. Siempre había tenido pánico a tener una pareja estable, pero yo le daba seguridad. Era un simple muchacho de diecinueve años, sin embargo le daba lo que otros hombres jamás le dieron. Pronto apenas podía mantenerse, estaba débil y acabó muriendo.
Yo tomé medicamentos, durante más de cuatro años, sin embargo su recuerdo sigue vivo. Lucho por no morir y perder todos mis sentimientos. El saber que si muero olvidaré que lo conocí me destroza; también que nuestra historia quede en un cajón cualquiera, de un novelista fracasado. Somos personajes de nuestra propia historia, de nuestro mundo, y nos adentramos en los laberintos más indescifrables. A veces me siento como uno de los protagonistas de su libro favorito, uno que apenas tiene ya pastas y las hojas están algo rotas. Trata sobre dos jóvenes que se encuentran una semana antes de terminar su destino, de que la muerte los llame y se los lleve. Él fue un maravilloso personaje y ya no está, por ello ahora escribo nuestros últimos renglones, y esperaré la muerte con una copa de brandy mezclado con un bote de somníferos.
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