Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 31 de diciembre de 2008

Dark City - Añoranzas


Capítulo 2:


Añoranzas

Lo peor de una doble vida es que no las vives al máximo, siempre tienes que tener cuidado en que no existan desliz y no se entere tu mujer. Antes de volver a casa hay que bañarse varias veces pues el olor de la otra persona se impregna, además una mujer siempre conoce todo aunque quieras negarlo. El sexto sentido femenino es innegable, el masculino creo que va alternando en capacidades. Pocos hombres conocen la regla de la mentira y pocos saben usarla, yo afortunadamente me valí de ella ya que conocía a la perfección a mi mujer y sus desvaríos.

Yo jamás dije la verdad a mi mujer, nunca. Jamás me permití el lujo de que supiera a cuánto ascendía mi fortuna en Japón y otros países europeos, además del continente americano. Era una de las fortunas más numerosas del mundo, pero no aparecía en ningún listado porque las tenía en sociedades y estas a su vez en otras, todo estaba bien planificado. Pagaba mis impuestos y también tenía mis beneficios que se reinvertían en la industria o servicios que había adquirido recientemente. Antes de casarnos pedí división de bienes ¿qué importaba? Ella era una rica heredera de un emporio automovilístico y tenía varios títulos. Si bien eso es lo que me aportó al matrimonio, unos títulos de marqués de varios países europeos y un quebradero de cabeza constante. Yo amaba a mi país, deseaba vivir allí la vida que vivieron mis antepasados y caminar por sus calles cosmopolitas. Ella era una rancia aristócrata que moría por una taza de té y unos bombones belgas. He de decir que al final tomé gusto a dichos dulces y dejé de molestarla por el precio tan elevado que estos tenían.

En definitiva mi vida era una gran farsa. Tan sólo era real mi matrimonio, mis hijos, mi apellido y que había venido de una antigua familia nipona. Se podía decir que el prestigio de mis padres en occidente era desconocido, pero muy apreciado en Asia. Mi niñez fue en colegios públicos, ya que mi padre decía que los privados hacían borregos y malos estudiantes, fui alguien rebelde y él usó toda su mano dura. Sentí sus golpes en más de una ocasión, sus gritos, sus intentos de corregirme a base de cinturón y malas artes. Tenía que ser el número uno en todo, tener ambición y yo únicamente quería componer, formar una banda y largarme de mi casa. Si no lo hacía era por mi madre, ella era quien me hacía sonreír y tener fe en el mañana. Al final de mi niñez, cuando me hice un adolescente estúpido adicto al alcohol para evadirme, me mandaron a Europa con el deseo de que cambiara. Debido a mi alto coeficiente intelectual estaba avanzado varios años, estudié tres carreras y en el segundo año de mis segundos estudios la conocí a ella.

Siempre en un primer momento te encuentras a una mujer seductora de rubios cabellos tan sedosos, tan esbelta y con una piel tan apetitosa como un pequeño dulce, si bien los dulces terminas dejándolos a un lado por algo más nutritivo. Eso es lo que sucedió, quería fruta y dulces a la vez por así decirlo. Phoenix era todo lo que ella no podía darme, ese aspecto aniñado y oriental. Estaba envenenado por su fragancia, engatusado por todo lo que me regalaba en la cama y a la vez porque me amaba aunque yo no sentía nada más que un capricho.

Habían pasado seis meses y era un capricho, un estúpido y deseable capricho. Nos veíamos en el mismo lugar, a la misma hora y siempre los mismos días. Supuestamente descansaba del gimnasio y de mi agenda para dar vueltas solo por la ciudad. Cada vez me pedía más para poder mantener sexo y eso me hacía excitarme más, desearlo más y a la vez meditar cuando llegaba a mi hogar si era sano lo que estaba haciendo o si me había vuelto loco.
Llegué al hotel a eso del medio día, pedí poder almorzar con un viejo amigo de Japón y tomar unas copas lejos de la familia. Ella lo entendió, era una salida distinta a la habitual y sólo me pidió que volviera pronto a casa. No sospechaba nada y al llegar al entrar en la habitación ese amigo se convirtió en un amante. Digamos que siempre tenía pequeñas mentiras en la manga. Él quería verme más tiempo y tenerme a su lado de forma distinta al sexo sin más.

-Tenía ganas de verte.-se arrojó en mis brazos con una sonrisa pletórica.-Creí que no vendrías.-me besó en el cuello y dejó de colgarse de mis hombros para tirar de mí hacia la cama.-Hacía días que no nos veíamos, estaba deseando tener cinco minutos a tu lado.

-Está bien, aquí me tienes.-dije sin más a sabiendas de que hoy para él, como otras cinco veces más, era un día importante para hacerme sentir como un cretino.

-Cumplimos seis meses, seis meses desde aquella noche.-ahí venían mis remordimientos y el muy desgraciado sabía que tenía algo de conciencia, no demasiado pero algo existía en mí.-Te he comprado algo.-sacó una botella de uno de los rincones de la cama y me la mostró.-Vino, sé que amas el vino y también hay sake pero ese aún no lo trajeron a la habitación.

-Sabes que no me gusta que pidas nada, no me agrada que sepan que estamos aquí. El servicio de habitaciones puede filtrar algo a la prensa.-mi voz era lineal aunque comencé a desabotonar su camisa.

-No, no quiero.-me plantó un beso caso en los labios.-Hoy sólo cenaremos y estaremos como una pareja normal.-aquello no podía seguir y aunque lo necesitaba para un polvo no iba a permitir más la estafa.

-No somos pareja. Tú y yo no tenemos nada, sólo es sexo y nada más. Yo no te amo, yo no te necesito abrazado a mí contándome tus penas, lo único que busco es sexo y tú me lo das. Si empiezas con estos absurdos de nuevo me marcho y no me vuelves a ver más.-me estaba comportando como un patán, lo reconozco, pero en ese momento es lo que sentía y no voy a retractarme de ni una de mis palabras.

-¿No somos pareja?-su rostro de ilusión se fue borrando paulatinamente para mostrar deseos de golpearme, aunque no lo hizo y tan sólo comenzó a llorar.-¿No me amas? ¿¡Por qué no me amas!? ¡He hecho todo para que me ames! ¡Llevo estos seis meses sin pareja! ¡Tú mientras te acuestas con tu mujer!-estaba rabioso, colérico.

-Porque yo amo a mi mujer, por eso me acuesto con ella y por eso estoy a su lado.-mi rostro no cambió y únicamente sonreí ladinamente.

-¿¡Entonces qué demonios haces aquí!?-gritó furioso levantándose de la cama.-¡Vete de aquí y ve con tu mujer!-

-Estoy aquí porque eres algo para mí.-aquel algo hizo que su rostro se trasformara en algo más tranquilo, aunque seguía atacado por la ira.

-¿Qué soy?-dijo alzando una ceja esperando la respuesta.

-Mi puta privada.-respondí con una de mis carismáticas sonrisas de felino.-Algo que te gusta, te reconforta y te hace sentir amado. Ambos ganamos ¿no crees?-se acercó como una furia hacia mí abofeteándome para luego besarme abrazado a mí. Lo senté sobre mis piernas mientras me acomodaba en la cama.-Todos ganamos.-susurré apartándome de él.-Ganas con tu ilusión al ser feliz sintiéndote mío y yo gano un buen polvo.-me miró con los ojos vidriosos y no dijo nada.-Se buen chico y empieza.-se apartó de mí y se sentó en un rincón.

-¿Por qué eres así? ¿Por qué no puedes ser mi amor? ¿Por qué me duele que te vayas con ella? ¿Por qué los celos me ahogan? No puedo más, no puedo más.-parecía una súplica y yo únicamente me desnudé acostándome en la cama.

-¿Vienes? Si no vienes me busco una puta que me recompense mejor que tú.-se levantó entonces para despojarse de sus ropas.

-Había pensado hacer algo romántico, ver una película mientras bebíamos y comíamos.-murmuraba tirando su ropa a un rincón.-Pero lo único que me ofreces es tu miembro y mordidas por todo el cuerpo.-lo tomé por las muñecas y tiré de él.

-Aprende algo, jamás vas a ser mi pareja y siempre el otro. Otro que puedo cambiar por alguien que me ofrezca más.-lo puse sobre mi vientre admirando su pecho.-Quiero verte cabalgar.-pellizqué su trasero e introduje uno de mis dedos.

-Yo seré.-dijo torciendo el rostro mientras gemía y hacía muecas de placer, su cuerpo y sus zonas erógenas las conocía bien.-Yo seré tu pareja, dame tiempo.-aquel orgullo, creo que era el orgullo lo que más me atraía de él.

-Si tú lo dices.-comenzó a besar mi cuello colando su mano en mi entrepierna para comenzar a masturbarlo.-Haz tu trabajo ahí abajo.-lo tomé del mentón y su mirada se desvió para terminar clavándola en mis ojos.

-No me marcho porque extraño tu colonia y como me acaricias.-atrapé sus labios tomando su rostro con mis manos.

-No te marchas porque tu trasero me extraña demasiado.-se apartó de mí.-Lo dicho.-me quité los boxer y le miré sin compasión alguna.-¿Qué esperas?-estaba desnudo y su cuerpo era como el de un adolescente. Era esbelto de piel suave y el hueso de su cadera se marcaba bastante.

-A que me digas algo cariñoso para empezar, no quiero sexo frío.-estaba sentado en medio de la cama y yo tiré de él para hundirlo en el colchón bajo mi figura.

-Aprende algo, no estoy aquí para tratarte como pareja sino para desfogarme.-abrí sus piernas e introduje dos de mis dedos en su boca.-Humedece bien.-su lengua jugaba con mis dedos y yo sonreía.-Voy a tener que domarte.-su pecho oscilaba por culpa de su respiración oscilante y mi otra mano estaba en su cadera, las suyas acariciaban mi torso y el suyo.-Eso es.-agarró mi miembro y comenzó a masturbarme mientras chupeteaba con ahínco.

Me dejé de juegos y lo acomodé rápidamente para entrar en él de una vez. Su voz desgarró el silencio en un grito de dolor y placer. Jamás usé preservativos con él, no quería que nuestro momento de placer se viera coartado por un plástico. Me movía frenético y sus piernas me rodeaban, al igual que sus brazos, mientras sus jadeos eran cada vez más entrecortados por gemidos profundos.

-Te amo.-clavó sus uñas en mi espalda y se movió erótico, esa forma de moverse que me enloquecía y que me demostraba que era cautivo de mi deseo.-Te amo.-repitió en un gemido más alto que el resto cayendo casi agotado pero sin dejar de moverse, había eyaculado entre nuestros cuerpos y me miraba con la mirada perdida.

-Te voy a dar tu recompensa.-me clavé bien en él y tan sólo jadeo, para luego tiritar al notar como desplegaba el fruto de mis deseos entre sus piernas.

-Bésame.-no lo hice y volvió a repetirlo varias veces, pero únicamente jadeaba con mis ojos clavados en su rostro y mis labios entreabiertos.-Atsu.-se incorporó un poco y lamió la comisura de mi boca para luego fundirse en el deseo.

-Para.-lo aparté y salí buscando mi ropa interior.-Me voy

-No, tienes que quedarte. Atsu son seis meses a tu lado, únicamente a tu lado.-aquello lo sabía perfectamente y no tenía porqué repetirlo.

-Adiós.-dije a medio vestir saliendo del dormitorio y yo sabía que él no me podía seguir, lo había hecho de una forma demencial y tan fuerte que sus piernas temblaban aún.

Se puede decir que mi amor hacia él no surgió de la nada, él quería que le deseara como si fuéramos una pareja y yo simplemente veía en él noches de lujuria encerrados en un hotel. Para ser sinceros no veía un futuro a su lado y mucho menos que lograra conmoverme con sus lágrimas, para mí verlo llorar era un sentimiento gratificante. La crueldad de mis actos no podía medirlos y el daño que causaba era una dosis de éxtasis.

Sus llamadas eran continuas y no sé como se las arregló para conseguir una entrevista privada conmigo. Era un artículo en prensa, aparecería siendo acribillado por él y se notaba su malicia intrínseca. Sabía bien que iba a preguntarme por mis medidas, por mi apoyo a la familia convencional y mi odio irracional a los homosexuales. Mi hijo se reía a pierna suelta cuando vio quién sería el encargado y soltó una de sus frases características “¿no querías azúcar? Toma dos tazas” y la verdad es que tenía razón. Mi mujer únicamente sonrió con malicia y comenzó a ayudarme a preparar cada contraataque. Para ser sincero las mujeres tienen una maldad intrínseca que me aterra y Clarissa parecía que la tenía a flor de piel.

Aquel día tomé uno de mis innumerables trajes de chaqueta oscuros, una corbata del mismo color y mi camisa negra favorita. Llegué a la redacción de mano de Lexter, hoy me acompañaba él. Era un hombre de alrededor del metro ochenta de estatura, digo alrededor pues me superaba en unos centímetros tan sólo, y estaba bien fornido. Sus ojos miel contrastaban con su sonrisa afable, contrastaban porque eran fríos y certeros. Parecía que me espiaba tras el retrovisor y desnudaba mi cuerpo hasta llegar mi alma.

-Llegamos Mr. Sakurai.-comentó girando su cabeza para clavar sus ojos afilados en mí, era el lobo vestido de cordero y lo sabía. Sin embargo era el más cualificado para ser mi guardaespaldas y el de mi mujer. Quizás sabía más de lo que decía, pero era leal.

-Gracias Lexter.-respondí con sequedad bajando del automóvil y al entrar en las oficinas con él varios me hicieron un saludo cortés. Al fondo estaba Phoenix preparando su portátil para entrar en la sala apartada y empezar todo.

-Debe de saber que es un honor que acceda a esta entrevista.-dijo el director caminando hacia mí.-Estamos muy complacidos con este honor.-era amigo de mi mujer y por lo tanto su “afecto” era simplemente jabón para mi señora.

-También lo es para mí.-una sonrisa cortés se formó en mis labios.

-¿Clarissa cómo se encuentra?-preguntó justo cuando pasábamos frente a Phoenix.

-Bien, muy bien. Algo nerviosa porque podemos volver a ser padres en breve, eso cree.-el rostro de mi amante era un poema al oír eso, pensé que saldría corriendo pero tuvo la entereza de mantenerse firme.

-Espero que esta vez no haya complicaciones.-agregó de forma cortés haciendo referencia a aquel trance que ambos pasamos hacía cinco años, la perdida de un hijo siempre es doloroso incluso para el padre. Se puede decir que en esos tiempos adoraba a mi esposa y que tener un nuevo hijo era para mí un evento especial, sin embargo el pequeño murió a las veinte semanas de gestación y lo que fue síntoma de alegría se convirtió en una tragedia.

-Sí, espero que no suceda lo de hace unos años.-ella incluso dejó de mantener relaciones conmigo un año, no se sentía mujer y cuando consiguió reponerse lo intentamos pero fue absurdo. Ahora no deseaba ser padre, no me centraba en mi familia y sólo pensaba en mantener sexo con él.

-Yo también lo deseo, deseo que esta vez nazca un niño sano y fuerte.-miró a Phoenix con cierta rabia.-Que no se note en exceso tu homosexualidad y deseos de llamar la atención, no quiero que molestes a Mr. Sakurai.-mi amante sólo apretó los puños y me miró con indiferencia.

-No, no quiero piedad. Es un periódico independiente y como tal debe de seguir, además me hace cierta gracia que este jovencito me quiera hundir.-lo conocía desde niño, incluso fui su canguro durante unas horas cuando tenía prácticamente diez años.

-Si me disculpan voy a preparar la sala.-se marchó hacia el fondo del pasillo pasando por al lado de los compañeros como una exalación, después giró hacia la izquierda y le perdí de vista.

-No desearía que Clarissa se extaltara por lo que puede salir de esa pequeña víbora.-murmuró con cierto recelo.

-Víbora por la que su periódico vende millones, aunque sea reticente a los homosexuales debo de admitir que tiene cierto encanto que te manden al diablo tan seguido y con tanta imaginación.-ambos echamos a reír mientras pensaba en como sacarlo de quicio con sólo alzar una de mis cejas.

-Lo sé, por eso lo soporto.-añadió indicándome que lo siguiera, aunque seguíamos los pasos de Phoenix y podía notar su colonia en el ambiente. Era una colonia a lavanda, solía usarla y eso me hacía sentirme como un lobo en busca de su presa.

-¿Quieres algo de beber? Lo digo porque será una entrevista algo extensa.-comentó abriendo la puerta donde se encontraba unos sofás, una pequeña mesa y una gran ventana que daba a la ciudad a vista de pájaro.

-No, gracias.-había un par de botellas de agua en la mesilla y me senté cómodamente en el sillón frente a él.-Con el agua hay bastante.-

-Entonces no molesto más.-agregó cerrando la puerta.

-Vaya, por fin solos.-dije con ironía intrínseca.

-Así que vas a ser padre de nuevo.-una lágrima apareció en su mirada, pero no la dejó ver demasiado tiempo.

-¿Qué creías? ¿Qué por acostarme contigo no iba a hacerlo con mi mujer? Eres un ingenuo, cada día me lo demuestras más.-me desabotoné mi chaqueta y me relajé echando hacia atrás la cabeza mientras dejaba mis brazos en el borde del respaldo.-Empieza de una vez.

-Yo no creía nada, ya me quité la venda.-respondió con rostro indiferente y una mirada llena de cólera.

-Déjame decirte qué creías. Creías que te iba a dar todo, que dejaría a mi mujer y que te daría tu lugar en mi vida. Pero olvidas que amo a mi familia, que tengo principios morales y que si lo deseo busco a un bombón que me alivie las penas.-aquello sonó déspota, frío, inaccesible y le hice llorar. Una sonrisa divertida surgió de mis labios.-He dado en el clavo, creo que podría dedicarme a leer el aura de las personas.-bromeé haciendo que se levantara y me abofeteara el rostro. Mis cabellos se desplazaron hacia un lado y mi sonrisa se borró volviéndome un ser de hielo. Lo agarré por las muñecas y me levanté destrozando sus labios con mordidas y besos fogosos, tanto es así que comenzó a sangrar con facilidad.-Pequeño, sé tus puntos débiles.

-Vete con una rubia desteñida y olvídame. No me gusta jugar al gato y al ratón.-murmuró intentando en vano escaparse de su prisión, mis manos.

-No me puedo ir, no puedo dejar a mi razón.-sonreí con prepotencia y aires de superioridad demasiado marcados.

-Hijo de puta.-gruñó y lo arrojé al sofá intermedio para caer como peso muerto sobre él, le quité el aliento de sus costillas tan perfectas y marcadas.

-Seré un hijo de puta, un bastardo, pero me amas y no puedes evitar temblar ante un solo roce.-siguió con su llanto y súplicas hasta que mi mano izquierda apretó bien su trasero y por encima de la ropa acaricié su entrada.

-Atsu.-murmuró y lo dejé libre para que me abrazara con necesidad.

-Sigamos con la entrevista, es importante.-me aparté y me senté como si nada en el sillón, él me miraba agitado y con la boca tintada de rojo.-Pareces una furcia, pero quiero que sepas que eres mi furcia y si te agarro con otro no lo cuentas.-era un celoso, no porque lo amara sino porque era una posesión mía.

-¡No soy lo que crees!-gritó y se tapó los labios corriendo a su lugar por si aparecía su jefe. Procuró limpiarse la boca con una de sus clinex e intentar calmarse masticando esos chicles de fresa que tanto mascaba. Yo le ponía nervioso ¿pero quién no temblaba al pasar por su lado? Unos por miedo y otros por ardiente deseo.

-¿Qué creo?-dije alzando mis cejas mientras pasaba mi lengua por la comisura de mis labios, tenía parte de su sangre manchándolos.

-¿Sucede algo?-entró sin previo aviso aquel repugnante ser opulento amigo de mi mujer, lameculos sin remedio y estúpido hasta la médula.

-No, simplemente le he dicho que es poco profesional y que espero que haya aprendido la lección.-el hombre sonrió y cerró la puerta, para abrirla de nuevo.

-No lo altere o le juro que lo despido.-aquella amenaza corroyó todo su ser, desde la punta de sus cabellos hasta sus uñas, pude notarlo. Al cerrar por fin la puerta se rindió y empezó a llorar.

-Deja de llorar que pareces una mujer, asume las cosas como un hombre.-agregué lo último esperando que hiciera mella en su autoestima y parara.

-No vuelvas a llamarme ni a buscarme.-susurró levantándose.-Y la entrevista que te la haga otro, renuncio a ella.-se levantó y se marchó por la puerta a trompicones.

-Perfecto.-me levanté y abotoné mi chaqueta, en ese momento llegó su jefe para pedirme disculpas.

-Lo lamento, lamento mucho su poca profesionalidad seguramente terminaré despidiéndole.-sonreí levemente y le miré fijamente a los ojos.

-No, no lo haga. Si lo hiciera no tendría a alguien que sacara mis defectos y eso me hace humano, prefiero que digan lo que piensan de mí antes de que me embadurnen con halagos. ¿Me comprende?-era una indirecta muy directa.

-Sí, lo entiendo.-dijo en un susurro casi inaudible para después carraspear. Sus ojos estaban fijos en los míos y sonreí burlonamente cuando desvió la mirada.-Creo que tendremos que posponer la entrevista.-añadió tras un leve momento de silencio.

-Para cuando quiera Phoenix, deseo que la realice él simplemente porque dará una visión más objetiva en ciertos aspectos, no me agrada que me hagan la pelota.-me giré y me despedí echando a andar hacia la puerta.

-Lo entiendo, hasta la próxima Mr. Sakurai.-sabía que lo decía por él, que jamás me tragó y por ser el esposo de quien era tenía que acceder a ser amable.

Deambulé por los pasillos y llegué al servicio, al llegar al urinario escuché un llanto en medio de una de las cabinas de los retretes.

-Taylor es cierto lo que me dijiste.-esa voz era la de Phoenix.-No me merece, no merece nada. Yo soy idiota creyendo que era alguien especial y sólo me ve para sexo. Lo sé, me lo dijo muchas veces pero no le creí.-yo seguí orinando mientras que escuchaba.-Dios mío que idiota he sido.-fui hacia el lavabo y me enjuagué las manos para luego golpear su puerta, lo demás eran sollozos y pocas palabras entendibles.-Ocupado.-dijo con voz temblosa.

-Abre.-se hizo un silencio, se escuchó correr el pestillo y abrió lentamente la puerta. Lo que me encontré tras ella era mi amante con el rostro lleno de lágrimas.

-Abrí.-dijo sin mirarme a los ojos ni un momento.-Ahora vete.-fue a cerrar y yo lo impedí entrando dentro, atrancando la puerta y agarrándolo por el mentón.

-Espero que no estés llorando por mí.-apartó mi mano con un golpe de una de las suyas intentando poner distancia entre ambos, aunque el cubículo era estrecho y poco podíamos movernos en él.

-Largo.-murmuró.-Vete de mi vida.-atrapé sus labios y como era de esperarse me correspondió.

-No puedes remediarlo.-dije dirigiendo mi boca hacia su cuello para mordisquearlo y saborearlo lamiendo cada milímetro de su piel.

-Atsu ¿me quieres?-preguntó llevando una de sus manos a mi entrepierna.

-¿No vale con que te desee?-respondí siguiendo con mi trabajo y él gimió recordando dónde estábamos.

-Mejor vete y nos vemos mañana en el hotel.-dijo mordisqueándose el labio inferior, se veía sexy con aquellas lágrimas, sus mejillas sonrojadas y ese toque infantil.

-Será mejor que no nos volvamos a ver.-era lo mejor, o eso suponía. Él sufría y aunque me gustaba ver como se retorcía, me dolía en parte.

-¿Me has escuchado? Por favor no lo decía de verdad.-me abrazó hundiendo su rostro en mi pecho.

-Mejor olvídate de todo.-lo separé y me giré para desatrancar la puerta y salir.

-Atsu.-esta vez me abrazó por la espalda y sonreí inconscientemente.

-Está bien, mañana nos vemos.-dije como frío adiós o hasta luego.

-A la misma hora ¿de acuerdo?-sonreía aunque su mirada estaba enrarecida y seguramente se preguntaba porqué era tan patético.

No dije nada, sólo silencio. Al regresar a mi vehículo seguí en ese estado y medité sobre mi vida, sobre los cambios que se estaban dando y sobre él. ¿Por qué me había sentido como un cretino al oírlo en el baño? ¿Eran celos? Tenía celos de ese tal Taylor, unos celos inmensos y que a él le confesara que yo le trataba mal. Un sentimiento de culpabilidad me ahogaba.

Nada más llegar a casa me desnudé, puse mil excusas a mi mujer y me arrojé a la cama tapándome bajo varias mantas. Que estaba agotado, enfermo o cualquier excusa. No recordaba ahora bien a cual de ella me aferré. Dormí durante casi todo el día según mi mujer, realmente sólo estuve pensando y los celos me iban carcomiendo por dentro hasta hacerme estallar en un gruñido. Era mío ¿por qué otro lo llamaba? ¿por qué hablaba con él con esa complicidad? ¿tan mal le trataba? Era mío, demonios, ¡mío!



Imágenes de Atsushi Sakurai, de él saqué el nombre para mi desgraciado y el físico practicamente. Lo idolatro, la verdad es que con 43 años está bastante bien.

Lestat de Lioncourt les desea un Feliz Año Nuevo

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt