Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 6 de diciembre de 2008

Profundis (capítulo 2)


Capitulo 2

Fama

Había estado deseando ese momento durante todo el día y miré el reloj cada diez o quince minutos. Estaba totalmente desesperado por tocar sus labios otra vez, sentir su piel junto a la mía y notar que su aliento se entrecortaba con el mío tras un lujurioso eso. Sí, lo deseaba de tal forma que se había convertido en una obsesión.

-Jun, serás mío.-dije mirando la cena que había preparado con delicias típicas de nuestro país y también de Italia, como el vino y la pasta, que hacían contraste con el sushi y las gambas sazonadas con salsa de wasabi. Puse una melodía suave, apagué las luces más fuertes de la habitación y dejé solo algunas junto a las velas, un toque acogedor y romántico. Después me coloqué mejor el traje y encendí un poco de incienso.-Espero que vengas y no me dejes con la necesidad de saber más de ti.-en ese momento la puerta y al abrir lo observé minuciosamente.

Tenía algo de lápiz de ojos, maquillaje que tapaba sus supuestas imperfecciones y su cabello recogido junto con una ropa más informal. Usaba unos vaqueros algo caídos y oscuros con bordados de varios y vivos colores. La camiseta era blanca y encima una chaqueta Burdeos.

-Hola.-su voz era aterciopelada y algo tímida. Sus ojos se desviaban por la habitación y luego se clavaron en los míos.-¿Llego tarde?-preguntó arrancándome una sonrisa.

-No, llegas a tiempo.-cerré la puerta y lo hice entrar, después le guié hasta donde estaba la cena.

-Atsu.-susurró girándose hacia mí algo desconfiado.-¿Cena romántica?-un leve tic apareció en su ojo derecho y eso le hizo verse vulnerable, además de apetitoso.

-Es mi última cena, ya sabes estoy a punto de morir y tú serás acusado por mis hijos de ser una lagarta que robas su herencia. Oh, amada mía siéntate y come de una vez.-sonreí rompiendo el aire tenso.-Simplemente le di mi toque, espero que no te importe.-lo llevé hacia su asiento y le ayudé a quedar próximo a la mesa, cosa que únicamente se hacen con “damas” pero el pareció no importarle.

-Se ve exquisita.-intentó parecer niño de buenos modales pero veía las intenciones de sus impacientes dedos, sus tripas rugieron y comenzó a reír olvidando tensiones pasadas. Su rostro era más afable y vivo.

Empezamos a servirnos y comer mientras charlábamos sobre banalidades. Era ameno para poder conversar al menos. Su sonrisa iluminaba la habitación, parecía radiar algo especial que ni él mismo conocía o parecía percatarse. El vino era un gran reserva, algo que pocas veces compartía con alguien más. Todo aquello fue un pedido extra para los cocineros de aquel hotel, pero en el folleto decía “pida lo que usted desee ya siempre lo encontrará aquí”.

-¿Está todo bien?-dije tras un silencio que parecía caer sobre nosotros con formas de miradas.

-Sí.-susurró temblando.-Deberíamos ir ya a donde tengas planeado.-se limpió los labios algo desconcertado.

-¿A la cama? ¿Tan pronto?-mis labios se arquearon llenos de lascivia y mis ojos lo observaron de forma seductora, además de posesiva.

-¡¿Qué?!-gritó levantándose de la mesa derramando su copa de vino sobre el mantel.-¡Mierda!-intentaba limpiar, empapar las servilletas de papel en el alcohol y que no se manchara demasiado. Yo aproveché para colocarme detrás de él con posesividad.

-Deja eso.-susurré besando su cuello y todo él se petrificó.

-¡No! ¡No!-negó dos veces inclusive con la cabeza.-Yo no quería, no quiero, no deseo eso.-mis manos fueron a su cadera mientras mordisqueaba su cuello.

-¿Seguro?-susurré con malicia dejando que mis labios rozaran su sensible piel.

-No.-dijo girándose mordisqueándose el labio inferior…tan jodidamente sexy.

-¿Por qué ese no me suena a un sí?-pregunté deslizando una de mis manos por sus piernas hasta entrar en la parte interior de estas, acariciando lentamente su muslo y luego su sexo.

-No, no es…yo no soy así.-comentó apartándome para intentar huir de mis ganas irrefrenables de complacerme con él, de tenerlo entre mis garras y alimentarme de su cuerpo de adolescente casi treintañero.

-Tú no eres así.-susurré en su cuello pasando mis labios y mi lengua hasta su oreja para mordisquearla, después fui hacia el otro lado e hice lo mismo.-Yo soy así y tú serás así para mí.-desabroché su cinturón y bajé sus pantalones quedando por sus tobillos.

-No.-rogó agarrándose al mantel pero a la vez pegando su trasero a mi bragueta.

-¿No?-lo giré para que me mirara.-Repítemelo sosteniendo la mirada.-comenté con una sonrisa.

-No.-sus ojos se desviaron hacia otro lugar.

-Entonces no esperemos más.-con brusquedad lo dejé recostado en la mesa haciendo que algunos platos cayeran del suelo y las copas derramaran su interior en el mantel. Parte de la comida manchó sus manos pues dieron contra el Sushi y la pasta.

-¡Atsu!-gritó incrédulo cuando bajé sus boxer y besé su nuca.

-No grites, sé que quieres.-entonces paró de moverse y me miró de reojo.

-No, es que apenas nos conocemos y no suelo hacer estas cosas pero.-me apartó como pudo.-Sí, sí que quiero.-le quité la chaqueta y luego la camiseta sentándolo en la mesa para apartar el resto de prendas. Nuestras miradas hablaban por nosotros.

Pronto estábamos complementándonos uno con el otro, mis manos acariciaban sus costados y sonreía mientras jadeaba escuchando sus gemidos. Sus ojos y los míos fundidos en la lascivia y el placer carnal. No es pecado el deseo, es algo involuntario y necesario.

Mis manos palparon su espalda, lamieron su cuello y terminé llenando todo su cuerpo con mordiscos. La mesa terminó desecha, el mantel empapado de comida, sudor y sexo. Jun parecía tan necesitado como yo, sus gemidos eran extremadamente delirantes y yo simplemente caía en la lujuria. Cuando cesamos no quería apartarme y él parecía no poder recobrar la respiración.

-Atsu.-susurró girando su rostro para mirarme fijamente mientras intentaba recuperarse.

-¿Sí?-dije con una sonrisa ladina y poco honesta, la verdad sea dicha me excitaba demasiado como para contenerme. Le miraba con lujuria en cada segundo, todo aquello estaba fuera de control y experimentaba parte de mis más lascivos sueños.

-Sal.-aquello se rompió con esa palabra tan brusca y una mirada simplemente fría.

-Lo siento.-me aparté y me senté en una de las sillas con los pantalones bajados y con la camisa abierta. Él seguía en aquella excitante posición intentando sentir sus piernas.

-Maldito seas.-susurró.-¡Yo no quería esto!-se giró molesto sin lograr subirse los pantalones, tropezando y cayendo sobre mí.

-Nos besamos en la playa y no una vez, estaba claro para que dos hombres adultos quedan en una habitación de hotel para cenar.-argumenté tomándolo del mentón mientras me aproximaba a sus labios sin besarle.-¿No crees?-sonreí de manera burlesca y él refunfuñó.

-No.-susurró confuso.-Yo.-tomó aire y suspiró.-Debo irme a mi habitación.-aquello cambió mi expresión de autosuficiencia a seriedad.

-Quédate no me gusta despertar solo después de una noche como esta.-susurré tomándolo por la muñeca para tirar de él pero se movió brusco con una mirada que me hizo comprender muchas cosas, demasiadas.-Entiendo.-dije seco y él tomó las pocas prendas que no llevaba puestas para salir corriendo hacia la puerta, tras ello un fuerte portazo retumbó todo el departamento.-Atsu eres idiota.-susurré levantándome y caminar hacia la cama sin desnudarme.

Me quedé dormido tras varias horas y me levanté tan solitario como siempre. Cuando me levanté la luz del día traspasaba las cortinas iluminando todo. Allí afuera parecía tener un paraíso pero no me apetecía mover ni un solo músculo. Al final me levanté quitándome la ropa, más bien arrancándomela con desgana, y me metí en la ducha despejándome pero sin poder olvidar sus ojos. Esos malditos ojos de ira, ojos que ya no eran sensuales como los de un felino, sino los de un pueblo en guerra prácticamente. Me quedé pegado a los azulejos dejando que el agua cayera sobre mi cuerpo y mis pensamientos surgían.

-¿Ahora a dónde encuentro otro? Ese chico estaba bien.-comenté para mi mismo dejando que mi voz resonara y en ese instante comenzó a salir agua helada, cerré el grifo y agarré la toalla mirándome al espejo. Estaba desnudo y con aquel trapo sobre mi cuello, las gotas aún resbalaban por todo mi cuerpo y goteaba de las puntas de mi pelo.-Genial, simplemente genial. ¿No te puedes controlar? Siempre igual, más y más. Maldito seas nos has jodido los planes y todo porque no te puedes quedar flácido cuando hay un culo bonito cerca.-aquel diálogo no era un regaño a mí, sino a mi miembro. Digamos que siempre tenía ganas de sexo, aunque tuviera pareja fija, y de ahí surgía un gran problema cuando conocía a alguien.

Terminé por vestirme y salir a pasear sin rumbo fijo. Estuve por el paseo marítimo pensando que quizás lo encontraría allí, en la playa, y también por todos los rincones turísticos de la isla. No lo encontré. Acabé recostado en un banco de una plaza pequeña llena de flores, eran de mil colores y parecían traídas del propio paraíso. Mi móvil comenzó a sonar y únicamente lo apagué. No quería saber nada de nadie y tampoco de mi mismo. Fruncí el ceño cuando el frío comenzó a soplar en una leve brisa, entonces una gota cayó sobre mi rostro y pronto una tormenta terrible se hizo dueña de la isla.

Las palmeras que parecían ser parte del afrodisiaco lugar se convirtieron en terribles molinos de viento que parecían ceder, sí ceder, al descontrol cayendo contra el tendido eléctrico. Aquel pequeño islote se movía entre la lluvia y las olas, sus habitantes corrían de un lugar a otro buscando refugio hasta que cesara aquel delirio pluvial. Yo simplemente me levanté con mis ropas caladas y mis cabellos pegados a la frente. Eché a andar regresando por donde había venido, no tenía prisa y tampoco temor alguno.

Amaba el invierno, la lluvia y el frío, peor aquello era el infierno líquido. Sin embargo, estaba tan sumido en mis pensamientos que ni notaba las ráfagas de aire cargada de agua, de gotas que se convertían en una manta húmeda. Llegué al hotel, una de las pocas zonas iluminadas gracias a su propio generador. Todos los del hotel se quedaron petrificados mirándome, al fondo pude distinguir a Közi sentado junto a Kaya mirándome con escepticismo.

-Mr. Sakurai.-una de las mujeres del servicio me tomó del brazo preocupada.-¿Se encuentra bien? Parece perdido, como si no supiera bien donde está.-acarició mi rostro intentando que la observara.

-Estoy bien.-me aparté con una sonrisa amable y extendí un billete empapado.-Hágame el favor de comprarme unos cigarrillos Kool, cueste lo que cueste, esa propina es un incentivo por su amabilidad. Necesito tabaco. Cuando los tenga yo le pago el doble de su valor por las molestias.-ella simplemente asintió confusa y se dirigió a la zona del casino, una planta donde había juegos de azar y varias máquinas de cigarrillos. Yo me quedé estático mientras los rayos y los truenos parecían rugir e iluminar toda aquella porción de tierra.

-Señor.-de nuevo esa dulce voz.-Aquí los tiene.-las luces se iban y venían como la luz de una luciérnaga.

-Tome.-le di unos cuantos billetes y ella me los negó.

-No, tuve suficiente con lo anterior. Vaya a su habitación y descanse.-comenzó a andar junto a mí hasta las escaleras.-No suba por el ascensor, es peligroso.-sonrió por última vez y yo devolví la sonrisa observando la cajetilla de cigarrillos. Mis dedos estaban empapados y mis labios deseaban esa maldita nicotina.

Subí los escalones como si me costara respirar, agotado, pensar tanto me daba dolor de cabeza. Prefería concentrarme en perversiones bajo las sábanas, en sexo y el placer que me otorga. Si bien, él parecía estar en mi cabeza y su sonrisa acompañándolo. Pero esas palabras, tan hirientes, y mis manos acariciando lujuriosamente su piel. Demonios. Podría decir que me enamoré de la necesidad de él, quizás del sentimiento de posesión o de su mirada dulce contrastada con la mía que bien podría ser el lobo del cuento.

Cuando llegué a mi habitación me despojé de todas las ropas, las dejé en un lado del baño y me quedé con una yukata observando el vendaval desde la ventana. Al fin abrí la cajetilla que dejé en uno de los bolsillos de la prenda, encendí el cigarro y eché una honda calada. Mis cabellos aún estaban revueltos y empapados, tenía frío y sin embargo no me importaba. Ese maldito misterio.

-Jun, lo lamento.-susurré dando otra calada girándome para observar a lo lejos la mesa y oleadas de recuerdos cruzaron mi mente.

En ese instante la puerta sonó, parecían que los nudillos golpeaban la madera y yo me giré preguntándome si solo fue el viento ahí fuera. Volvió a sonar junto a mi nombre, esa voz tan quebradiza era la suya. Apagué el cigarro en un cenicero cercano y fui hacia la puerta, abrí y lo vi.

-Atsushi.-susurró colgándose de mi cuello, no lo entendía.-Me han dicho que te han visto caminar bajo el temporal, ¿estás bien?-acariciaba mi rostro y lo tomaba entre sus manos observándome con la mirada frenética, quizás buscaba respuestas.

-Jun.-murmuré inclinándome para besar suavemente sus labios.

-No confundas, aún sigo enfadado.-comentó sonriendo suavemente mientras entraba en mi habitación.-¡Se puede saber qué haces!-gritó nada más cerrar la puerta tras él.-¡Si te pasara algo me sentiría culpable!-bufó caminando hacia mí golpeando mi pecho con sus débiles puños, no me hicieron nada.

-Soy mayorcito, sé lo que me hago.-dije apoyando la espalda en la puerta mirándole algo confuso.-Creí que no volvería a verte.-me encogí de hombros y fui hasta él tomándolo por el mentón con la mano derecha, la otra fue irremediablemente a su cintura.

-No empieces, vine porque me preocupo por todo el mundo.-giró su rostro intentando obviar la verdad. La mano de mi cintura fue a su cadera y luego hacia sus nalgas pellizcándolas.-Pervertido.-sus mejillas estaban rojas y sus ojos confusos, era el momento. Atrapé sus labios con gula rodeándolo con posesividad y él intentaba librarse de mí, si bien al fin cayó en mi colosal deseo de aquel pequeño encuentro con mi boca.

-Jun.-susurré al separarme.-debí de preguntarlo la otra noche, tuve malos modales pero cuando siento que alguien es mi presa no me controlo.-sus ojos estaban llenos de sentimientos encontrados, sus labios carnosos temblaban tras el beso y sus mansos se encontraban aferradas a mis brazos arrugando mi yukata.

-Atsu.-abrevió mi nombre con simpleza, a pocos se lo permitía.-Atsu.-el dejé que me llamara así porque sonaba atrayente en su voz.

-Quiero tenerte de nuevo, no paro de dibujar tu cuerpo en mis pensamientos.-aparté una de sus manos de mis brazos y lo llevé bajo mi única prenda, ni siquiera tenía el cinturón echado. Sus mejillas se sonrojaron mientras agachaba la cabeza, yo únicamente llevé mis labios a su frente esperando alguna respuesta.

-Yo…-su mano pegada a aquella piel tan sensible deslizando sus dedos sin saber bien porqué, esa imagen la guardé siempre en mi mente y aún hoy me excita al ver aquella vergüenza y deseo, todo tan instintivo.

-Así.-abrí mis labios para jadear mientras abría un poco más mis piernas apoyándome en él, el placer comenzaba a tener efecto en mí.-Lento.-susurré alzando su rostro con una de mis manos.-Adoro tu boca.-nada más decirle aquella indirecta deslizó la tela que me cubría hacia el suelo, para luego arrodillarse ante mi erección.

-Atsu.-susurró mirándola con gula para luego alzarla.-Esta vez.-hizo un inciso para acariciar mi vientre otorgándome más deseos de él, recordándome que sabía lo que quería.-esta vez te dejaré hacérmelo como gustes.-tras ello se dispuso a regalarme su boca para que me sumergiera en la lujuria. Mis manos acariciaban sus cabellos rosados y tiraba de ellos mientras gemía. Él con una de sus manos se palpaba otorgándose caricias sin cesar un juego de miradas conmigo.

Pronto estábamos desnudos en mi cama, los besos y caricias no cesaban ni un instante hasta llegar al momento. Ahí surgió la bestia y su voz subía hasta el techo rogando más y más. Sus manos se convirtieron en garras y arañaban mi espalda.

-Gatito.-susurré con una sonrisa en medio de la lascivia.-Soy tu nuevo dueño.-él asintió rodeándome más con sus brazos pegando mi boca a su cuello y esta mordisqueando la zona, una y otra vez.

-¡Atsu!-gritó al fin al llegar a la cima tras mover su cabeza de un lado a otro, su respiración era agitada y mis cabellos tapaban mis ojos dejando a la luz mis labios, esos que pronto gritaron su nombre dejando mi huella en él.-Atsu.-jadeó cuando caí encima.-Atsu.-susurró de nuevo palpándome el rostro para apartar mis cabellos.-Yo.-su mirada se fijó en la mía.-Me excitas y me maniatas al placer.-

-¿Crees que no lo sé? Sobran las palabras.-le dije aquello en medio de la euforia, pero era agradable para mi derrotado ego volver a tener esa certeza que él me deseaba. Era una atracción mutua, sincera, necesaria y sobretodo lasciva. Mis ojos se fundían en los suyos, mis labios ardían húmedos por su saliva y mis dedos se deslizaban en su piel.

Había terminado, sí, pero el juego mortal del escorpión y su veneno seguía. Me gustaba llevar a la extenuación a mis parejas, si no los veía caer en la profunda prisión que podía ser el placer no era feliz. Cuando me aparté su cuello, sus brazos, su pecho y parte de sus piernas estaban llenos de mordiscos y pequeñas marcas posesivas que dictaban que ese cuerpo me pertenecía.

-Atsu.-se incorporó levemente acariciando mi rostro mientras estaba de rodillas.-¿Y si me enamoro? No deberíamos vernos más.-sus ojos temblaban, parecían destellear un sentimiento nuevo y muy lejos a la ira contenida de horas atrás.

-Tendríamos un gran problema.-fruncí el ceño prendiendo un cigarrillo para luego mirarle expulsando el humo con descaro.-Entonces yo me creería dueño de ti y te tendría cada noche en mis sábanas.-di otra calada y me recosté a su lado con el pitillo en la boca.-nuestros amigos nos llamarían ninfómanos, con lo bonito que es el sexo, y tú adelgazarías bastante más de lo que ya estás.-inmiscuí mi mano entre las sábanas.

-¡Atsu!-gritó apartándose algo molesto.-¡Sólo quieres pareja para follar! ¡Creí que eras más romántico! ¡Maldito seas tú, mis hormonas y mi soledad!-movía sus brazos como si fuera una caricatura manga y yo no pude dejar de reír ante aquello.

-Idiota.-me incorporé apagando el cigarrillo en un cenicero que había en la mesilla.-Te deseo más allá del físico ¿has visto lo atractivo y humorístico que estás ahora? Solo falta.-dije alzando un dedo y entonces un almohadón dio en mi cara.-un almohadón proyectado hacia mí.-le miré relamiéndome los labios.

-¡Te veo las intenciones! ¡Atsu!-gritó intentando salir corriendo de la habitación, pero aunque yo sea mayor que él no significa que sea un viejo inútil. Caí sobre él y me quedé mirándole posesivo.

-¿A caso existe en mí otro tipo de intenciones? ¿No quedó claro que te deseo?-mis labios contuvieron su sonrisa, había aparecido tras aquel cómico movimiento evasivo.

-Creo que me estoy enamorando de ti.-susurró acariciando mi rostro cuando recobró el aliento de aquel beso casi robado.

-No eres el único ¿quién dijo que no existe el amor a primera vista?-pregunté y él únicamente me abrazó con fuerza y un matiz de miedo en su rostro, miedo quizás a que mintiera o lo dejara atrás.

-Soy feliz gracias a ti.-dijo aquello muy próximo a mi oreja derecha y la mordisqueó haciéndome enloquecer por un instante.

-Digamos que yo también.-me miró ceñudo y giró la cabeza disgustado.-¿No pretenderás que diga que me estoy enamorando con lo rematadamente cursi que suena eso? Mírate a ti te pega pareces el maldito uke de gravitation, pero yo soy.-me miró con aquellos ojos y me besó haciéndome callar mientras mis manos acariciaban su costado.-Está bien, lo diré solo porque es cierto, me estoy enamorando de ti.

-Bien, te voy domando.-comenzó a reír y yo lo miré molesto.

-¿Intentas domarme a mí?-empecé entonces a hacerle cosquillas tirados en el suelo mientras intentaba hacer que parara.

-¡Para viejo verde!-gritaba empujándome hasta que volví a atrapar sus labios y después silencios, sólo caricias.

-Claro viejo verde necesitado de viagra y con dentadura metida en un vaso de agua, lo que tú digas.-entonces sonó el teléfono móvil.-Un momento.-fui hasta él y sonreí recostado en el suelo junto a él, teníamos una amplia alfombra que abarcaba buena parte del suelo.-Hola.-dije acariciando a Jun.-No, no hago nada importante.-era mi hijo, claro que eso él no lo sabía.-Te echo de menos.-puse mi mano sobre mi vientre y luego miré un pequeño anillo que tenía en mi mano.-Sí, lo llevo, y eso me recuerda mi promesa.-reí al aparato junto a él y seguí hablando. La cara de mi acompañante se tornó desapacible y se giró hacia otro lado, quizás intentando mirar el mar desde aquella posición por el balcón que tenía mi cuarto hacia el paseo marítimo que bordeaba toda la isla. Cuando colgué lo abracé y besé su nuca.-Podríamos ir mañana.-

-No soy nada importante y además tienes pareja.-me empujó levantándose frenético buscando sus ropas.-¡Imbécil! ¡Soy podidamente imbécil! ¡Corre con tu mujercita que a mi no me vuelves a ver ni un pelo!-

-No es lo que piensas.-comenté calmado levantándome mientras iba sin más hacia su dirección, él no paraba de correr de un lado a otro buscando sus calzoncillos.-¡Para!-lo tomé por las muñecas y lo miré.-¡Era mi hijo! ¿¡Qué querías que le dijera!? ¡Estoy follándome a mi nuevo amante! ¡No sé mucho de la isla porque desde que llegué no paro de estar con un hombre! ¡No te compré ese maldito obsequio porque lo olvidé! ¿Crees que puedo aparentar ser tan mal padre? Apenas lo veo ¡Tiene dieciocho años y me he perdido parte de su vida! ¡Eres un idiota al pensar tan mal de mí!-lo solté y ahora en enfadado era yo, odiaba que me juzgaran y sobretodo odiaba que fuera él.

-Yo…-se quedó quieto tras apartarme mientras me ponía unos vaqueros que tenía en el armario y buscaba una camisa.

-Tú nada.-tomé una cajetilla de tabaco ante su mirada acuosa, pero paré de vestirme porque me abrazó con fuerza.

-Yo tuve celos, perdóname.-le observé de lado y lo aparté.

-Vete.-en ese instante se fue la luz y un trueno terrible rugió por toda la isla. Había terminado de llover, pero volvió a la carga aquella tormenta tropical.

-No me puedes pedir eso, tengo miedo.-se aferró a mí arrugándome la camisa que no tenía cerrada, sentía su piel pegada a la mía y su aliento pegado a mi cuello.-Tengo miedo.-repitió como si no lo hubiera oído.

-Pide una linterna, a mí que me cuentas.-lo aparté algo brusco y seguí vistiéndome en la oscuridad, pero sentí como me abrazaba por la espalda.

-Tengo miedo de no volver a verte.-aquella declaración me dejó en coma profundo, no sabía qué decir o cómo reaccionar. Simplemente me quité la ropa y lo tomé de la mano acostándolo junto a mí en la cama.-Atsu.-susurró empezando a llorar sin saber bien como hacer que parara.

-Mitegoran konna ni mo yogorete, boroboro no yaiba de motte kizutsuketa…nukumori ni yasashisa ni iradachi se wo mukete wa…hitotsu futatsu mittsu namida koboreta uu uu.-cantaba en medio de aquel vendaval que nos azotaba, él seguía gimoteando y yo únicamente hacía lo que había hecho durante toda mi vida para aliviar penas y tensiones. La música para mí era mi eterna guía, mi compañera y mi amante. Quien me amara amaría la música de la misma forma que yo la amo. Mi exmujer no sabe casi nada de mí, digamos que nos odiamos en silencio y nuestro hijo en el epicentro como si fuera un monumento a la felicidad jamás lograda. Vanagloria, sí eso que llaman vanagloria es lo que siento cuando comienzo a cantar en silencio y nadie me escucha. Hago mis pequeños conciertos en medio de la noche y después si no puedo dormir termino consolándome a mi mismo. Esa es la vida de un bohemio, de un ser hecho para vivir solo. Si pudiera ser un animal sería un felino, autosuficiente.- Itsu kara ka konna ni mo yogorete. Kizuguchi wo whiskey de motte gomakashita. Shiawase ni yorokobi ni tomadoi se wo mukete wa, yottsu itsutsu muttsu namida koboreta uu uu.-lo apreté contra mí mientras notaba que dejaba de llorar y tan sólo recibía el abrazo con necesidad.- Sing in the rain. Ame ga kimi ni tsukisasaru…waracchimau ore wa waraenai piero.-besé su frente antes de seguir con mi canto en susurrus, un relámpago iluminó toda la habitación y los cristales temblaron por la violencia de una ráfaga de aire.-Kimi wo kanashimaseru tsumori ja nai sou ja nai no ni.-

-No, Atsu.-dijo tomándome el rostro con ambas manos.-Aquí el payaso soy yo.-besó lentamente mis labios mientras yo lo cubría con la ropa de cama.

-No quiero dañarte.-acaricié su cintura y luego guié mis manos hasta su trasero, agarrándolo con posesión.

-Si lo hicieras ya me hubiera ido.-susurró mordisqueándome el cuello.

Las caricias no se acabaron en toda la noche, la lluvia parecía arrasar todo el lugar y nosotros parecíamos estar en otro mundo. El sexo está bien, es placentero y necesario, pero es mejor lo que sucede después. Amo esos momentos esenciales y los dedos de mi amante recorrerme. Hoy llueve como aquel día, es increíble pero así es. Creo que por ello están viniendo a mí tantos recuerdos y no puedo dejar de sonreír.

Al día siguiente la isla entera estaba destrozara por el tifón, porque eso es lo que realmente sucedía, y no pudimos salir de la habitación aunque poco nos importó. Caminar desnudo frente a él y podernos amar en cualquier instante me hacía sentirme satisfecho.

-Atsu.-murmuró empapado y desnudo después de una ducha.-Abrázame.-estaba llorando y la verdad no lo entendía, muchas de sus reacciones eran para mí incomprensibles.

-¿Qué sucede?-pregunté observándole fijamente apartándole.

-Si me engañas te mato, ya estoy cansado de que se burlen de mis sentimientos.-se pegó a mí con fuerza agarrándome por el cuello. Yo únicamente seguí el abrazo y besé sus labios tranquilizándolo.

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt