-Pero eso debe de saberse, además sé cuanto amas tu trabajo.-reclamé apoyando mis manos sobre sus hombros, aparentaba ser tan frágil que tenía miedo de que se quebrara bajo mis caricias.
-Atsu.-lo tomó en brazos.-¿De verdad este niño es nuestro?-su voz estaba velada y al girarlo vi sus lágrimas derramarse por sus mejillas.
-Sí, así es.-murmuré besando su frente, pasando mis manos por su espalda para luego dejarlas en su cintura.-¿Por qué lloras?-pregunté aunque sabía que no era por desagrado, mientras en mis labios se dibujaba una sonrisa pletórica.
-¿Te das cuenta de que rompes todos tus principios? Esos ideales que llevabas como bandera, como verdades de fe, ante cientos en tu pulpito sin sudar y con aparente calma. Atsu, es sin duda la ruptura de todo lo que creí sobre ti.-su tono de voz era cómplice, como si fuera en susurros.
-No, yo era así. Para casarme con Clarissa tuve que ser un prototipo que durante muchos años odié, pero después supe soportar. Ahora soy libre, libre para amarte y para tener una familia.-besé de nuevo sus labios, atrapándolos en ese momento cómplice que tanto había deseado. Sin embargo, él siguió llorando.
-Atsu no me mientas. No eres libre, estás atado a ella y siempre me has dicho que la vas a dejar.-miró al pequeño y lo meció suavemente besando su frente como yo había hecho en multitud de ocasiones.
-Lo voy a hacer, ahora tengo más motivos que antes.-tomé al niño de sus brazos y lo dejé en la cuna arropándolo de nuevo.-Ven, quiero mostrarte la casa.-tiré de él pero no se movió.
-Atsu, lo sabe.-murmuró.-Ella lo sabe y…-me miró fijamente.-¿Por qué le dijiste que estaba enfermo? Se burló de mí, me hizo daño y luego dijo que no discutiría más con un enfermo. Atsu…-mi ira no tenía límites, quería matar a esa maldita hija de puta. Lo sabía, me había estado engañando y le había hecho daño quizás por despecho.
-Phoenix, simplemente no podía dormir pensando en que tú podías irte, desaparecer de mi lado.-lo pegué a mi pecho y besé su cuello, sus labios y después su frente.-Olvida eso, yo haré que te readmitan.-
-No, te he dicho que no quiero volver.-lo tomé por la cintura e hice que saliera de la habitación conmigo.
-Eres tozudo como una mula, pero no debes quedarte inactivo. Sé cuanto amas tu trabajo.-dije llevándolo a la biblioteca que sería mi despacho.-Te mostraré algo mejor, quizás eso sí deseas hacerlo.-sonreí abriendo la puerta y se vio una hermosa sala inmensa. Estaba decorada con cuadros, fotografías y recuerdos de nuestra tierra. Incluso había papiros que formaban parte del decorado. En el centro una mesa y sobre ella algunas fotografías de mis hijos, una del pequeño Jun que había sacado en el viaje y un portátil.
-Dios santo.-murmuró separándose de mí.-Tienes cientos de libros aquí, Atsushi.-se giró y sonrió colgándose de mi cuello.-¿Qué es lo que deseas? ¿Qué me pierda en los libros? Ya sabes que amo la lectura.-reí y negué con la cabeza guiándolo colgado de mi como si yo fuera un perchero. Me senté en mi silla giratoria, una silla de cuero bastante cómoda y que tenía incluso masaje.-Esto.-indiqué el portátil y me miró extrañado.
-Atsushi tengo uno en casa, lleno de stikers.-se sonrojó al verse como un niño al decir aquello, la verdad es que ese comportamiento es el que más me atraía de él.
-No.-tecleé mi dirección en Blogger y apareció un blog completamente diseñado por mí. Tenía pétalos de sakura cayendo mecidos por el viento y de fondo una casa típica japonesa. Sobre esta sombra, más que imagen, poemas variados e imágenes mías de cuando era muy joven. Nadie sospechó que no eran actuales, es más mentía en mi edad y en mi nombre. ¿Por qué? Porque si dijera la verdad estaría siendo mirado con lupa.
-¿De quién es?-preguntó y abrió los ojos de forma desorbitada.-Maldito, ese eres tú.-reconoció la fotografía y eché a reír.-Y esa cosa fea que te tira del pelo soy yo.-besé su cuello y lo pegué más a mí. La foto de la que hablaba éramos él y yo sentados juntos y él tirando de mi pelo mientras lamía una piruleta. Maldito crío, me llenó el pelo de caramelo pero me reí tanto como cuando vi su expresión ese momento.
-Sí, somos nosotros en tu tercer cumpleaños. Me perseguías por toda la casa, fue divertido porque sólo gritabas mi nombre como una fan histérica.-atrapé sus labios antes de que bufara.-Tiempo después me fui a Inglaterra, Italia… fui conociendo a Clarissa y terminé amargado, dormido y he despertado gracias a ti.-
-No recuerdo eso, de esa edad a penas tengo recuerdos.-entonces hizo clic sobre una imagen para ampliarla.-¡Aquí aún tienes el pelo más largo y pareces un yakuza con esas gafas!-siguió entretenido con todo aquello y sonreí.
-¿Quién te dice que no lo fui? Me convertí en un matón, todo para golpear un trozo de carne y olvidar.-su rostro cambió y me miró fijamente.
-No inventes cuentos, tú eres incapaz de golpear a alguien.-sonreí de lado y se quedó en silencio.
-Sí lo era, era capaz de eso y de más. Todos me temían, todos sin excepción y recuerdo a un primo de Taylor en especial.-se bajó de mis rodillas y me abofeteó.-¿¡Qué!?-dije sin entender nada.
-¡No digas esas cosas! ¡No quiero saber eso! Para mí Atsu eres alguien bueno, no hagas que te vea como un matón porque no quiero.-lo agarré por la cintura y sonreí.
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