Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 26 de febrero de 2009

Dark City - Revoluciones Internas (Capítulo 4 parte Ia VII)




-Pero eso debe de saberse, además sé cuanto amas tu trabajo.-reclamé apoyando mis manos sobre sus hombros, aparentaba ser tan frágil que tenía miedo de que se quebrara bajo mis caricias.

-Atsu.-lo tomó en brazos.-¿De verdad este niño es nuestro?-su voz estaba velada y al girarlo vi sus lágrimas derramarse por sus mejillas.

-Sí, así es.-murmuré besando su frente, pasando mis manos por su espalda para luego dejarlas en su cintura.-¿Por qué lloras?-pregunté aunque sabía que no era por desagrado, mientras en mis labios se dibujaba una sonrisa pletórica.

-¿Te das cuenta de que rompes todos tus principios? Esos ideales que llevabas como bandera, como verdades de fe, ante cientos en tu pulpito sin sudar y con aparente calma. Atsu, es sin duda la ruptura de todo lo que creí sobre ti.-su tono de voz era cómplice, como si fuera en susurros.

-No, yo era así. Para casarme con Clarissa tuve que ser un prototipo que durante muchos años odié, pero después supe soportar. Ahora soy libre, libre para amarte y para tener una familia.-besé de nuevo sus labios, atrapándolos en ese momento cómplice que tanto había deseado. Sin embargo, él siguió llorando.

-Atsu no me mientas. No eres libre, estás atado a ella y siempre me has dicho que la vas a dejar.-miró al pequeño y lo meció suavemente besando su frente como yo había hecho en multitud de ocasiones.

-Lo voy a hacer, ahora tengo más motivos que antes.-tomé al niño de sus brazos y lo dejé en la cuna arropándolo de nuevo.-Ven, quiero mostrarte la casa.-tiré de él pero no se movió.

-Atsu, lo sabe.-murmuró.-Ella lo sabe y…-me miró fijamente.-¿Por qué le dijiste que estaba enfermo? Se burló de mí, me hizo daño y luego dijo que no discutiría más con un enfermo. Atsu…-mi ira no tenía límites, quería matar a esa maldita hija de puta. Lo sabía, me había estado engañando y le había hecho daño quizás por despecho.

-Phoenix, simplemente no podía dormir pensando en que tú podías irte, desaparecer de mi lado.-lo pegué a mi pecho y besé su cuello, sus labios y después su frente.-Olvida eso, yo haré que te readmitan.-

-No, te he dicho que no quiero volver.-lo tomé por la cintura e hice que saliera de la habitación conmigo.

-Eres tozudo como una mula, pero no debes quedarte inactivo. Sé cuanto amas tu trabajo.-dije llevándolo a la biblioteca que sería mi despacho.-Te mostraré algo mejor, quizás eso sí deseas hacerlo.-sonreí abriendo la puerta y se vio una hermosa sala inmensa. Estaba decorada con cuadros, fotografías y recuerdos de nuestra tierra. Incluso había papiros que formaban parte del decorado. En el centro una mesa y sobre ella algunas fotografías de mis hijos, una del pequeño Jun que había sacado en el viaje y un portátil.

-Dios santo.-murmuró separándose de mí.-Tienes cientos de libros aquí, Atsushi.-se giró y sonrió colgándose de mi cuello.-¿Qué es lo que deseas? ¿Qué me pierda en los libros? Ya sabes que amo la lectura.-reí y negué con la cabeza guiándolo colgado de mi como si yo fuera un perchero. Me senté en mi silla giratoria, una silla de cuero bastante cómoda y que tenía incluso masaje.-Esto.-indiqué el portátil y me miró extrañado.

-Atsushi tengo uno en casa, lleno de stikers.-se sonrojó al verse como un niño al decir aquello, la verdad es que ese comportamiento es el que más me atraía de él.

-No.-tecleé mi dirección en Blogger y apareció un blog completamente diseñado por mí. Tenía pétalos de sakura cayendo mecidos por el viento y de fondo una casa típica japonesa. Sobre esta sombra, más que imagen, poemas variados e imágenes mías de cuando era muy joven. Nadie sospechó que no eran actuales, es más mentía en mi edad y en mi nombre. ¿Por qué? Porque si dijera la verdad estaría siendo mirado con lupa.

-¿De quién es?-preguntó y abrió los ojos de forma desorbitada.-Maldito, ese eres tú.-reconoció la fotografía y eché a reír.-Y esa cosa fea que te tira del pelo soy yo.-besé su cuello y lo pegué más a mí. La foto de la que hablaba éramos él y yo sentados juntos y él tirando de mi pelo mientras lamía una piruleta. Maldito crío, me llenó el pelo de caramelo pero me reí tanto como cuando vi su expresión ese momento.

-Sí, somos nosotros en tu tercer cumpleaños. Me perseguías por toda la casa, fue divertido porque sólo gritabas mi nombre como una fan histérica.-atrapé sus labios antes de que bufara.-Tiempo después me fui a Inglaterra, Italia… fui conociendo a Clarissa y terminé amargado, dormido y he despertado gracias a ti.-

-No recuerdo eso, de esa edad a penas tengo recuerdos.-entonces hizo clic sobre una imagen para ampliarla.-¡Aquí aún tienes el pelo más largo y pareces un yakuza con esas gafas!-siguió entretenido con todo aquello y sonreí.

-¿Quién te dice que no lo fui? Me convertí en un matón, todo para golpear un trozo de carne y olvidar.-su rostro cambió y me miró fijamente.

-No inventes cuentos, tú eres incapaz de golpear a alguien.-sonreí de lado y se quedó en silencio.

-Sí lo era, era capaz de eso y de más. Todos me temían, todos sin excepción y recuerdo a un primo de Taylor en especial.-se bajó de mis rodillas y me abofeteó.-¿¡Qué!?-dije sin entender nada.

-¡No digas esas cosas! ¡No quiero saber eso! Para mí Atsu eres alguien bueno, no hagas que te vea como un matón porque no quiero.-lo agarré por la cintura y sonreí.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt