Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 28 de marzo de 2009

Dark City - Revoluciones Internas (Capítulo 4 parte final)

Sex Bom Sex Bom...You are a sex bom... este es el final del capítulo cuarto.


-Su recaída desde antes de Navidad, que lo tiene hará unos años. No lo supe hasta hace unos meses cuando tuvo que ser hospitalizado al desmayarse en televisión, no pudo ocultármelo más.-se mordisqueó el labio inferior comenzando a llorar de nuevo.

-Es por eso por lo que no te lo dije, por tus lágrimas. No llores, no me hace sentir mejor.-susurró Phoenix tomándolo de la mano y este se inclinó para besar su frente.

Jasmine se marchó siendo recogido por Kamijo, el fotógrafo se marchó y yo llevé a Phoenix a nuestra alcoba. Allí le quité el obi con delicadeza y todo lo demás. Tomé toallitas del bebé y comencé a limpiar su rostro mientras me miraba con desagrado, se sentía bajo de moral porque yo hiciera todo aquello.

El teléfono comenzó a sonar, su teléfono móvil, y él lo descolgó notando a la perfección como era su hermano por su tono de voz. Cuando colgó me miró preocupado e hizo su petición “que fuera a buscarlo” a dos horas de camino en coche porque la fiesta a la que iba tuvo redada. Me esperaba algo así, por eso no quería en parte que se fuera de casa para hundir su vida aún más en la miseria junto a la de Phoenix. Debía descansar y su hermano sólo era una carga más. Asentí y pedí a Imai que lo vigilara, aunque no tenía confianza con él se quedó sentado en la habitación observándolo e intentando que todo aquello no le afectara de forma destructiva.

Durante mi viaje para recoger al idiota de mi cuñado pensé, lo hice sobre las palabras de Uta. No podría quedarme con él a solas jamás, lo sabía. Me sentía culpable por no haberle confesado que me estaba viendo con un hombre antes de decirle que dejé a Clarissa. Puse un cd de tantos que había adquirido en una web japonesa. Eran de Asian Kung-fu Generation y no tardé en tararear una de tantas canciones del disco. Necesitaba no pensar, tan sólo por mi salud mental. Lo vi sentado en medio de la nada prácticamente, una carretera que se había inaugurado tan sólo dos años atrás por la construcción de mansiones en la zona campestre de la ciudad. Se puede decir que era parte del patrimonio de “comisiones sorpresa” al antiguo alcalde. Paré frente a él y abrí la puerta.

-Sube.-dije sin más y él se montó quizás esperando que le reprendiera.

-Gracias.-susurró abrochando el cinturón, mientras miraba por el retrovisor.

-Apestas a alcohol y a lo que no es alcohol, deja la ventana abierta y veremos si el aire junto con el ambientador del vehículo te quita parte.-bajé el cristal por completo mirándolo de reojo para ver sus reacciones.

-No eres mi padre para que me castigues.-dijo sin más esperando que siguiera con una bronca sin sentido, porque dijera lo que dijera iba a golpearme con su indiferencia, con su pasotismo que en realidad enmascaraba problemas y necesidades. Seguro que cuando murió su padre y su madre desapareció también él se encerró en si mismo, el dolor y el drama de estar sólo a pesar de tener más familia. El dolor de perder a un ser querido como una madre, una madre que es alguien único, puede llegar a hundirte hasta tocar fondo. Yo toqué fondo cuando perdí la mía.-¿Qué miras?

-Nada, me eres indiferente pero eres parte de la felicidad de Phoenix. Simplemente no deseo que le hagas daño. Sé lo doloroso que es perder a una madre, lo sé, y sé también lo frustrante de ser la oveja negra.-comenté.-Pero no voy a darte lecciones, ni consejos y mucho menos voy a decirte que lo que has hecho es horrible ya que el daño en tu cuerpo será cuantioso. Simplemente dejaré esa parte a Phoenix y a tu conciencia.-seguí conduciendo hasta un cambio de dirección y seguí hacia un pequeño atajo que conocía.

La ciudad no tenía límites para mí, la conocía de forma certera y los edificios de cada zona, y la verdad es que cuando llegué todo era excitante y ahora era un simple pasatiempo de encontrar algo distinto en el puzzle que recordaba. Al llegar a casa simplemente guardé el coche y lo guié hasta el cuarto donde estaba su hermano. Imai estaba en la puerta leyendo un periódico y el resto permanecían encerrados en el cuarto de invitados.

-Gracias.-dije y mi amigo sonrió apartando el periódico de la cara.

-Ha dormido casi todo el tiempo.-comentó y se marchó a la habitación para ver cómo iban animando a Uta.

-Phoenix.-murmuré entrando en la habitación con el chico y este se echó a sus brazos llorando.

Suplicaba que le perdonara, que no fue capaz de seguir la promesa de la noche pasada y que era un desastre. No sabía qué hacer para no decepcionarlo más y Phoenix simplemente lo miró aturdido. Si bien cuando despertó completamente acarició sus cabellos y yo cerré la puerta para que pudieran hablar.

-Lamento que mi hermano hiciera de la reunión un desastre.-comentó Toll, que en ocasiones por cariño y cercanía llamaba Anii.-Pensé que se controlaría, pero si he de ser sincero sabía que iba a intentar alguna estupidez.

-La estupidez la cometí yo al no dejar claro que ya no era como antes, que anduviera con quien anduviera él sería el primero ante cualquiera.-respondí y él asintió con cierto pesar en su mirada.

-Estuvo casi un año sin querer salir de casa cuando te fuiste, quería quedarse por si volvías.-sabía que su amor era fuerte hacia mí, pero no hasta ese extremo.-Todo se agravó el día que nació Miho, sí sé de su existencia porque ambos nos ocupamos de que se educara como tú hubieras querido y muy a mi pesar, también al de él, no pudimos decirte nada. Era cosa de Megumi, no nuestra.-sus ojos me recordaban a Uta, pero tenía una fuerza que nunca podría tener aquel hombre de aspecto frágil y sonrisa complaciente que era Uta…

-No sabía eso, pero me imaginé que tú también lo conocías. Él no puede mentirte, no puede ocultarte nada, yo creía que a mí tampoco.-susurré por si nos podían escuchar en la habitación próxima.

-Él te sigue amando, eso no lo dudes, lo hizo porque se lo pidieron y quiso hacer lo que tú muchas veces le habías dicho, ser un hombre de honor y cumplir sus promesas. Hoy pensó que quizás al verlo recordarías cosas, le besarías y le harías tuyo sin pensar en las consecuencias con tu futuro esposo. Es duro, pero reconozcamos que jamás vamos a verlo feliz con otro que no seas tú, no lo será al cien por cien y esto es una sentencia.

-Pues lo siento, pero en el corazón no se manda y tú deberías saberlo.-asintió mis palabras y sacó un colgante de su bolsillo.

-¿Ves esto? Lo ha llevado atado al cuello hasta hoy, yo se lo he quitado. ¿Recuerdas cuando se lo diste?-preguntó mientras me tomaba de una mano y lo depositaba para que lo viera detenidamente. Aquello me quemaba la mano, me ardía el alma.

-Sí, cuando le dije que le amaba por primera vez y que sucediese lo que sucediese yo volvería a su lado. Lo haría porque era mi alma gemela, algo que me complementaba hasta límites insospechados y que me hacía sonreír en las mañanas. Dije todo aquello, además de una canción que prácticamente ya no recuerdo.-miré aquella reliquia de oro blanco, si lo abrías estaba una fotografía de esas rápidas para pasaportes. No era una cualquiera sino nosotros dos besándonos como lo que éramos, adolescentes, y en el dorso de la tapa nuestros nombres junto a un “Forever in love”.

-Siempre que hablábamos de ti acariciaba el colgante y decía “La dejará y vendrá a mi lado”. ¿Sabes qué sucedió la noche en que lo llamaste contándole que la dejarías? ¿Ese día en el que te despachaste a gusto sobre ella hace dos años? Vino a mi casa a pesar de que eran las doce de la noche y tronaba, quería decírmelo frente a frente en vez de por teléfono. Atsushi pensó que lo llamabas y contabas todo aquello porque volvías con él. Es un ingenuo en ocasiones, no quiere ver la realidad y meses después cuando le confesaste que tenías pareja nueva se hundió. Pero durante ese tiempo le hiciste creer que todo sería como antes, incluso decidió que si tenía que ir a vivir contigo iría. Nosotros sabíamos que tenías a Phoenix, que quizás no se lo habías dicho por un descuido, sin embargo eso tenías que decírselo tú porque no nos hubiera creído.-estaba molesto porque para él yo había jugado con su hermano, lo entendía y por eso me quedé en silencio escuchando todo.

-Anii.-susurré como cuando éramos unos niños y él me clavó sus ojos de una forma que no sé como describir, quizás colérico pero aguantando todo con caballerosidad.-No pretendía dañarlo ni antes ni ahora. Lo llamé porque con Clarissa hubiera sido imposible mantener un contacto de amistad fluido. También llamé esa noche a mi hermano y tampoco le dije lo de Phoenix, fue meses después cuando supe lo que sentía de forma cierta y entonces me aventuré a decirlo.

-Tú y tus cosas ciertas.-interrumpió.-Tenía catorce años cuando te metiste en su habitación y comenzaste a forjarle ilusiones, catorce cuando por una calentura tuya perdió la virginidad y decidió contárselo temeroso a mis padres. Les contó que era homosexual y que tenía novio. Le dijiste que eras su novio, que lo serías, si os acostabais porque era un lazo de amor lo que hacíais. Ese día no te rompí el rostro porque él hubiera sufrido.-sí, definitivamente lo hacía todo por códigos de caballerosidad hacia su hermano y no hacia mí.-Eres mi amigo, he aprendido que nadie es perfecto y mucho menos tú aunque aparentes serlo. Sé tus puntos oscuros y sobretodo cómo lo manipulas para que viva en una pompa. Por mucho que lo queramos hacer bajar de la nube y llevarlo a la tierra, una sola caricia o halago de tu parte lo lleva a otro mundo. Es maduro, pero cuando se trata de ti la fantasía es más agradable.

-No tienes porqué decirme todo lo que estás diciendo, lo sé. Pero al igual que Hidehiko o Imai lo quieren como amigo, lo cuidan y protegen de si mismo en ocasiones, yo también lo hago. Simplemente deseaba volver a verlo, volver a ver su energía y su sonrisa perdida en sus pensamientos porque forma parte de mi pasado, de mi vida, de lo que soy ahora y lo que fui antes.-en ese momento salió Imai de la habitación y quedó prácticamente entre nosotros.

-Toll.-susurró.-Anii.-pocas veces lo llamaba de esa forma, era su modo de crear un vínculo de manera cercana cuando ocurría una discusión algo acalorada.-Atsushi no tiene culpa de que él no viera que la promesa se había roto.-tomó el colgante que estaba en mi mano y lo guardó en el bolsillo de su levita.-Tampoco tiene Uta culpa de amarlo con desesperación y crearse ilusiones, todos nos hemos creado ilusiones por x ó y motivo.-tras eso empezó a bajar la escalera con su aire de matón desgraciado.-Por cierto Uta te llama Toll.-sacó la mano del bolsillo del pantalón como si se despidiera de espaldas mientras descendía hasta perderse de nuestra vista. Seguramente iría al estanque de mi casa a ver las carpas o corretear con la maldita perra.

-No te acerques a él en un tiempo.-dijo marchándose para ver qué deseaba de él su hermano.

Supongo que yo en su lugar, si hubiera sido Hero, quizás hubiera terminado a golpes con el susodicho y no hubiera parado hasta dejarlo bien golpeado. Pero no tuve capacidad de reaccionar y tomar aire cuando Seth salió de mi habitación para irse a la suya. Phoenix lloraba, podía notarlo y su hermano también.

-Necesito una tregua.-resoplé como si hablara con alguien y me metí en el dormitorio. Mi pareja se encontraba aferrado a una almohada y sollozando.

-Atsu.-susurró nada más verme entrar.

-Phoenix ¿qué sucedió?-pregunté sentándome en la orilla de la cama acariciando sus cabellos.

-Me convenció, me ha hecho caer y he caído hondo con él.-sus ojos estaban cerrados y sus pestañas humedecidas por las lágrimas. No sabía qué decirle ante aquello, simplemente me recosté y lo abracé.-Atsu, no soy un buen hermano.-

-No, nada de eso.-respondí casi de inmediato.-Eres un buen hermano.-besé su frente y acaricié su espalda pegando su pecho al mío.

Yo aún estaba vestido con aquella ropa algo informal, pero aún así estaba vestido. Él estaba casi desnudo, únicamente con los boxer y arropado con las mantas. Me separé besando sus labios de forma leve y le miré algo serio. Me quité la ropa con rapidez tirándola a un lado para poder sentir su piel tibia.

-Atsu.-susurró acurrucándose entre mis brazos que lo arropaban. Sentía como toda la ira, las decepciones y tragedias se evaporaban.

Pronto se quedó dormido y lo recosté bien en la cama. Tomé la Yukata del armario, una de tantas. Para salir y despedir a los chicos que ya estaban a punto de irse. Pero antes dejé un breve beso en sus labios húmedos y de sabor salado, por las lágrimas.

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Lestat de Lioncourt