-Phoenix... está enamorado ¿comprendes? si no he matado a Lexter de una paliza es porque él me lo ha pedido. No quiere que nada le pase, no quiere que nadie haga nada...-suspiré intentando relajarme, pero no podía. Tenía miedo de que Lexter dañara aún más a mi hijo.
-Lo sé, el amor ciega.-lo sabíamos bien ambos, habíamos experimentado esa sensación de perder la cabeza por amor y hacer cosas que jamás hubiéramos hecho.-Sólo.-hizo una pausa y tomó aire para expulsarlo lentamente.-Sólo hay que intentar que se mantenga alejado de él.-eso lo sabía, no quería que se aproximara a mi hijo.-Dale dinero para taxis o para autobuses, que no necesite de ese chofer. Sobretodo haz que salga con amigos, con gente de su edad y que sea más abierto.-
-No puede ir sin guardaespaldas, pero ya va con otro.-dije serio.-amigos de su edad tiene, pocos pero tiene. Es alguien que no suele fiarse de personas que no conoce.-argumenté aproximándome a él para tomarlo por la cintura.-Te amo, gracias por haber sido amable con Hizaki
-Yo te amo a ti-respondió al instante.-De alguna forma me siento cómodo con él aquí.-me alivió saber eso, era algo por lo que temía.-Pensé que no podría, sin embargo se siente bien tener la casa llena y no tan vacía.-Descuida, el chico estará bien conmigo y con Jasmine.-me guiñó un ojo y besó mis labios.-Atsushi, te parecerá una tontería, pero de verdad me alegra que este aquí.
-Lo sé, es tranquilizador.-comenté besando su frente.-Debo de irme al despacho, despídeme de él por favor.-besé sus labios de forma apasionada y fui a mi despacho por mi maletín, me vestí apresurado, bajé y salí por la puerta trasera montándome en uno de mis coches de lujo.
No había pleno, tampoco reuniones de mi partido y fui tan sólo por unos documentos para trabajar en casa. Todo se canceló a última hora y lo supe poco antes de llegar al Ayuntamiento. Me hacía a la idea que tendría que lidiar con la oposición de mi partido, con los incompetentes de siempre y con los nuevos que en ocasiones me dejaban con mal sabor de boca. Fue una llamada de teléfono que contesté con el manos libres, era mi secretario y decía que no me molestara en ir a trabajar. Sin embargo, tenía que preparar las elecciones, habíamos postergado mucho estas y en una ocasión por mi culpa. Los ciudadanos estaban ansiosos de demostrar su poder como pueblo, pues eran ellos y no nosotros quienes ostentábamos la influencia en las decisiones.
Los dossier estaban en los cajones de mi despacho, unos discursos que quizás levantaban ampollas frente a los antiguos votantes. Pero, eso no me importaba. Me interesaba llegar a ser alcalde para hacer que brillara por completo la honestidad, sencillez y hacer todo lo posible para que la ciudad obtuviera lo más favorable.
No vi a mi secretario, tampoco a su auxiliar. Había contratado dos porque en ocasiones la agenda era muy pesada y tenía que hacerse cargo más de uno del papeleo, de todo lo que pedía en definitiva. Al entrar lo vi, vi a la culebra fumando y tomándose un café, como si nada.
-¿Qué haces aquí?-dije sereno mientras lo observaba desde la puerta.
Mi aspecto había rejuvenecido notablemente, mi ropa era de cuero y tenía una de esos pañuelos de moda, un pañuelo palestino gris.
-No eres el indicado para pasearte por un lugar donde domina la ley.-me asqueaba que alguien como él pudiera entrar impunemente, ya no solo en el ayuntamiento sino en mi despacho.
-Ley que puede comprarse.-dijo calando su cigarrillo para expulsarlo en mi dirección.-Anda señor candidato a la alcaldía siéntate.-comentó abriendo sus brazos y mostrándome el asiento.-Como si fuera tu despacho, estamos en familia.-me guiñó un ojo, ojo que quería moler a golpes hasta dejarlo paralizado y bien abierta su retina.-Te traigo las grandes, maravillosas, fabulosas y familiares nuevas noticias sobre tu hermosa princesa.-dio un trago a mi taza e inmediatamente me dije mentalmente que debía de tirarla, o como mínimo desinfectarla.
-Lastima, esa taza era mi favorita... ahora tendré que comprar lejía para lavarla.-Parecía un juego de niños, insultos y también porqué no golpes directos a la ulcera. Entonces recordé lo que había dicho y me percaté de aquel apelativo.-¿Princesa?-interrogué alzando una ceja.-¿Qué princesa? ¿Mi hija?.-me quedé en silencio y mi mirada se hizo de fuego.-Si le has tocado un sólo pelo a mi hija te juro que te mato. Haré que tu cabeza cuelgue como trofeo de caza y que tu piel sea parte de mi nuevo calzado.-el desgraciado tan sólo rió bajo por ello.
-No Sakurai, a mi sí me gustan las mujeres.-sacó un sobre y de estas unas fotografías.-Y mira, saliste protector, entonces... ¿Así serás con tus nietos?-dijo poniendo una de tantas en el escritorio para que la viera.-Algo le a de haber pasado ¿no crees?-chasqueó la lengua negando con la cabeza.-Mira que estar en urgencias...-se encogió de hombros tras echar el veneno de generaba, un día se mordería la lengua y se envenenaría.
-¿Qué?- Mi hija no podía cometer ese error, tener hijos joven sería duro y no estaba preparada. Por lo que sabía por Uta, demasiado alocada y además sin novio. Tomé la fotografía y casi la rompo de pura rabia.-¿Cuándo?
-¿Cuándo se folló al tipo ese? No sé, tal vez ayer, cuando se acostaron.-rió bajo con una sonrisa felina, deseaba partirle cada uno de sus dientes y colgarlos de mi cuello con una cadena como un trofeo.-El hombre que la abraza no se cuido y.-una carcajada fría cortó mi silencio como un navajazo.-Chan chan chan.-ese estúpido se burlaba de mí, de mi crispación.-¡Vamos por la pastilla que si no Papi Sakurai se infarta!-dijo sarcástico y burlón.-¿Quieres verlas? Aquí traigo más.-sacó otro sobre de entre sus piernas, donde probablemente ocultaba su maletín.-Y de paso, si quieres, te enteras bien de quién se la tira.
No hay comentarios:
Publicar un comentario