Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 19 de mayo de 2009

Dark City - Swimming in Blood - Capítulo 6 (parte II)


Entre capítulos he dejado poemas, espero que no les haya molestado... pero no puedo guardar mis sentimientos.




Amaury William Rose era un músico extraordinario, una persona que lo daba todo por los suyos al parecer y huérfano en fatales circunstancias. Era el vocalista de la banda de rock-metal local con mayor trayectoria y éxito entre los jóvenes. Su voz la definían como la de una bestia salvaje mezclada en un cóctel explosivo con la de un ángel. Había abierto un local para la difusión de su música y de bandas locales. El estreno de su bar fue accidentado, su pareja se había amputado un brazo con la picadora de carne que tenían en el local para pequeños aperitivos. Le conocían por ser un deslenguado, un chico que siempre andaba en peleas si veía que algo no iba bien y sus ideales políticos eran muy apegados al anarquismo. Un revolucionario con talento que cada vez me recordaba más a mí.

Decidí que era hora de que volviéramos a casa, no iban a dejarla ver cómo terminaba todo. Los demás amigos del chico fueron apareciendo como de la nada. Un chico rubio de aires de cantante de metro, un joven de extraño y agresivo look, un joven delgaducho algo afeminado que tan sólo tiritaba jugueteando con el aro de su labio y varios más que se lamentaban de que un tal Axel estuviera fuera de la ciudad. Hablaban de venganza, pero en mi opinión era absurdo. Su pareja lo había dejado y él decidió suicidarse, el otro chico no tenía culpa de que Amaury tomara esa decisión. Era entendible, sin embargo absurdo.

-Debemos marcharnos, ellos te llamarán si sucede algo nuevo.-aún la aferraba y ella tan sólo lloraba.-Miho.-todos me miraban con ojos acusadores.-Pequeña.-murmuré tomándola del mentón.-Escucha tengo que volver, no puedo dejar a Phoenix solo ¿comprendes?-ella asintió.

-Vete, yo no me voy.-balbuceó con la voz tomada.

-Sí, supuse que no querrías volver a casa hoy.-acaricié sus cabellos.-Llamaré a Uta, no quiero que te quedes aquí sola.-me levanté y observé a todos cuando caminaba de forma sigilosa hasta el teléfono publico que había en el pasillo. No quería abrir el teléfono móvil porque estaba prohibido en todo el recinto, hacían interferencia con el material médico.

Ellos murmuraban sobre mi persona, en ese momento me di cuenta porqué ella me tenía en tan alta estima gracias a sus extrañas compañías.

-Anda Miho seguro que no le pasa nada.-murmuró aquel chico delgaducho y noté su acento, era extranjero y podría decirse que de países del norte de Europa.-Anda.-él también lloraba.-Edu seguro que se pondría mal al verte así.-alcé una ceja, ese chico sabía de su pareja ¿o hablaba del hijo de este?

-Cat, no tengo ánimos.-él tampoco los tenía y ella menos, muchos menos.

-Mi novio no debió de marcharse, ese maldito cromañón no lo hubiera dejado solo.-se abrazó a ella sollozando.

-¿Sí?-escuché el sonido de la voz de Uta tras el aparato.-¿Quién es?-interrogó.

-Ven al hospital, Uta. Amaury, el chico que le gustaba a Miho está en el hospital y ella no desea dejarlo solo.-sólo tuve un corte de comunicación y dudé si lo había escuchado o no, no me quedaban más crédito en monedas y volví donde estaba ella.

-Sakurai, vete. No tienes porqué estar aquí.-comentó ella mirando al suelo bastante desanimada.

-Eres mi hija, no voy a dejarte sola.-dije aquello tomándola por el mentón.-Te guste o no.-murmuré quedando de cuclillas.-Tu tío viene para acá, creo.-sonreí levemente y ella me devolvió la sonrisa.-Es en parte más tu padre que yo.-el chico que nos observaba no daba crédito.-Y tú déjate el aro de una vez, me pones nervioso.-saqué una pequeña risa a mi hija y él simplemente paró avergonzado.

Media hora después estaba aquí mi antigua pareja. Vestía unos pantalones ajustados y una camiseta aún más ajustada, parecía un niño más que un adulto.

-¡Miho!-se olvidó que estaba en un hospital y una enfermera lo mandó callar. Los amigos de aquel chico, y también de ella supuse, lo observaron de arriba hacia abajo.-Cariño, tito Uta está aquí.-se abrazaron y ella se derrumbó de nuevo.

Todos miraban a Yutaka, unos con asombro y otros comiéndoselo con los ojos. No sé porqué sentí ganas de matar a alguien, me giré resoplando y allí estaban aquellos ojos azules inquisidores. El chico flacucho me observaba fijamente.

-¿Qué?-pregunté y él sacó una piruleta.

-Nada.-respondió con total naturalidad y rió bajo.

-Atsu, ¿estás bien?-escuché a mi antigua pareja para tomarme de las ropas y abrazarme.-Dime que no te estresaste ni tensaste, por favor.-le miré como si fuera a matarle y al ver aquellos ojos tan sólo agachó la cabeza abrazándome.

-Mi yakuza, jamás vas a cambiar.-rió bajo.-Tranquilo, no lo diré más.-dijo observándome con una sonrisa encantadora.-Yo me quedo con Miho ¿de acuerdo? Ve y descansa.-puso sus manos sobre mi rostro y asentí.

-Ten cuidado con estos.-él también respondió con un leve movimiento de su cabeza.

Se apartó sentándome con mi hija, más bien la hija de él porque fue quien la educó. Atrapó sus manos y las besó. Miho simplemente se sentía más reconfortada.

-Si les ocurre algo a esos dos, pandilla de melenudos, os juro que no me haré responsable de mis actos.-caminé hacia la puerta dejando resonar mis pasos.

Ellos murmuraron algo, pero no les hice caso. Si les ocurría algo, por mínimo que fuera, ellos, y sus cuerpos, aplacarían mi furia. Cuando me monté en mi coche conduje directo a casa, si bien durante el trayecto no podía dejar de pensar en el rostro compungido de mi hija. Comenzaba a detestar al chico por hacerla llorar, pero en realidad me detestaba a mi mismo por haber hecho llorar en el pasado a Uta y a su madre.

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Lestat de Lioncourt