Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 15 de junio de 2009

Dark City - Fuera de control - Capítulo 7 (parte I)



Capítulo 7: Fuera de Control


Fue duro, muy duro, llamar a mi antigua casa y que Clara aceptara la llamada. Más duro aún escuchar que mi hijo había sufrido un pequeño accidente el día anterior, mi hijo Hero. Era frágil, de constitución delgada, ojos parecidos a los de su madre salvo por el color y sobretodo algo infantil en sus formas. Lo había tenido todo, desde su nacimiento, y llamaba la atención con sus notas y también con sus problemas. Fue jugando, según entendí, pero eso no me dejó tranquilo. Yo no estuve ahí para levantarlo, tampoco para llevarlo al médico y mucho menos para acunarlo en mis brazos. No estaba. Simplemente ya no estaba en su vida diaria y eso me ahogaba.

Decidí ir a visitarlo, Clara me dio las instrucciones para que fuera a la hora pertinente y que mi mujer no estuviera. El niño no iría a clases, ya estaba acabando y sólo iba para repaso del curso. Al llegar a mi antiguo hogar, nada más cruzar la puerta, sentí que mi corazón daba un vuelco. Recordaba el día de mi partida, los gritos de Clarissa, la sonrisa de canalla de Lexter y el silencio que se hizo presente al cerrar la puerta de mi vehículo. Llamé al timbre, puesto que la llave ya no era la misma, y ella me abrió.

-Hola Atsu.-susurró Clara acariciando mi rostro.-Te ves más delgado y más pálido.-era como mi madre, al menos sentía su misma proximidad hacía mí. No era una sirvienta, era parte de mi familia.

-Hola Clara.-dije besando su mejilla.

-Hero está aún dormido.-comentó dejándome pasar hacia el hall.

-Iré a su dormitorio.-respondí y ella asintió caminando hacia otra sala.

Sabía que yo amaba a mis hijos, que eran parte importante para mí. Ellos eran esenciales en mi felicidad y estar tan alejado de él me envenenaba. Le había hecho tantas promesas que aún no cumplía que temía que cuando me viera me rechazara, jamás había mentido a mi hijo y seguramente él así lo sentía.

Entré en su habitación tras largos minutos parado en el marco de la puerta, no me atrevía a despertarlo por miedo. Fui hasta él y me senté en los pies de su cama, acariciando su rostro y observando todo. Tanto orden, tanta perfección y tan distinto a mí. Él se aproximaba más a su madre, era meticuloso en lo que hacía y muy distinto a Hizaki en formas. Realmente temía su reacción. Sin embargo, cuando abrió los ojos sonrió.

-Papá.-susurró restregando su mano derecha sobre sus ojos, estirazándose en la cama.-Papá he tenido un sueño raro.-murmuró algo adormilado aún.-Tú y mamá os separabais, era raro.-se acurrucó hacia mí y abrazó la almohada. Entonces, creo, que se dio cuenta que nada era un sueño por el vendaje de su brazo izquierdo.-No fue un sueño ¿verdad?-preguntó con la voz tomada, comenzó a llorar y se abrazó a mí.

-Hero.-susurré besando su sien, abrazándolo como jamás lo había hecho con él. Temía que viniera Clarissa, que me echara de la casa y que me largara increpándome.

-Hizaki me ha estado dando tus consejos y regalos.-en realidad yo no había hecho nada. Nunca le di a Hizaki ningún regalo para Hero, temía que me los devolviera. Mi hijo mayor había estado cuidando a su hermano y también que no se olvidara de mí. Sonreí acariciando su rostro y acomodando sus cabellos.

-Te eché de menos Hero.-dije apartándome de él para terminar por levantarme, quedando de pie frente a él.

-Yo también.-respondió observándome.

-Vine para llevarte al zoo y tomar un helado.-sonrió cuando escuchó eso.

Se levantó rápido y casi tropieza cayendo de la cama. Lo hizo con torpeza, pero me abrazó. Le hacía ilusión ir a ver las nuevas actividades y animales del zoo. Llevaba desde navidades diciéndole que iríamos, era prácticamente verano y aún no habíamos ido. Era una de mis deudas pendientes.

-Voy a ducharme y a tomar el desayuno.-dijo apartándose de mí tras ese abrazo, un abrazo que echaba en falta.

-Sí, ve.-le observaba como si no fuera real, como si fuera una loca evasión de mi mente o simplemente como si el tiempo hubiera retrocedido. Ver a mi hijo, al pequeño de los dos que tenía con mi exmujer, me hacía sentir de nuevo como si nada se hubiera desquebrajado.-Te estaré esperando hablando con Clara.-dije mientras él amontonaba la ropa que se iba a poner para el pequeño paseo.

Al salir de su cuarto fui al de Hizaki. Seguía tan desordenado como siempre, la cama sin hacer y revuelta. Los cds, ropa, las baquetas de la batería y las revistas se amontonaban en cualquier rincón. Los poster de chicas casi desnudas, los de grupos japoneses y algunas películas empapelaban la habitación. El olor a tabaco me hizo gruñir, ese maldito estaba empezando a fumar.

-Sin duda, tenía que ser hijo mío.-murmuré antes de sentir como la mano de Hero apretaba la mía.

-Papá.-su voz me trasladaba al pasado. Un momento más allá de las últimas noches que habíamos vividos todos juntos bajo aquella casa, a los inicios de aquella doble vida. Hacía casi tres años que Phoenix y yo nos veíamos, tres años que había decidido mentir.

-¿Ya estás?-pregunté observándolo aún en pijama.

-No, sólo quería preguntarte si algún día harás las paces con mamá.-aquello me dejó helado, no sabía bien qué decir. Me quedé callado, pensativo y algo aturdido.-Papá, dentro de poco es mi cumpleaños.-en dos meses, faltaban dos meses. Ya tenía todo pensado para regalarle, además estaba de acuerdo con Hizaki para hacerle una pequeña fiesta de cumpleaños que valiera para ambos.

-No lo sé cariño, no soy adivino.-comenté arrodillándome frente a él y le tomé del rostro.-Pero te aseguro que algún día todo esto será parte de nuestros recuerdos, no causará más daño a ninguno de nosotros y seremos felices. Nada será igual, sin embargo ya no habrá distancia en la familia. Incluso podrás jugar con Jun y cuidarlo siendo un buen hermano mayor, no como el desastre de Hizaki.-sonreí mientras se lo decía y él comenzó a llorar, se abalanzó sobre mí y yo lo tomé en brazos.-Vamos Hero.-susurré acariciando sus cabellos.

-Yo quiero que todo sea igual, quiero que sea igual.-parecía un ruego en vez de un imperativo, sin embargo era ambas cosas. Exigía que fuera de la forma que siempre fue, no como en esos momentos. No quería a sus padres desunidos e intentándole hacer olvidar con regalos, obsequios que quizás él jamás deseó.

-Nada es igual, nada. Todo cambia Hero y es parte de nuestro crecimiento como personas. Hay que aceptar que todo acaba y hay otras cosas que se inician. Pueden ser mejor o peor a las que teníamos, pero jamás de la misma forma. Ninguna persona es idéntica a otra, no hay situaciones iguales sino parecidas.-él me abrazaba con fuerza mientras lo mecía en mis brazos. Se estaba desahogando. Hasta ese instante se había comportado como todo un hombre, pero en realidad era aún un niño.

-No es justo.-susurró de forma trémula.

-La vida no es justa Hero, pero no por ello dejamos de vivirla.-lo bajé al suelo y sequé sus lágrimas.-Compórtate como un niño mayor, ya tienes casi trece años y deberías de saber que es una cifra importante.-

-Soy maduro, lo sabes. Pero no me gusta este tipo de cosas, sé que a veces parezco menor de lo que soy…-se quedó callado un momento para tomar aire.-Yo pensaba que tú y mamá os queríais.-aquello me rompió todos los esquemas, no sabía como explicarle algo tan complejo.

-Sigo queriendo a tu madre, sigo adorándola por todos los momentos buenos que he vivido con ella.-acaricié sus cabellos una vez más, los aparté de su frente y él sonrió.

-¿Entonces?-preguntó con los ojos algo iluminados con la mínima posibilidad de regresar al pasado.

-Pero no la amo. Ese es el pequeño problema.-dije tomándolo de los hombros.-¿No crees que hubiera sido cruel seguir con ella? Cruel para ambos. Ella engañada con la ilusión de que todo marchaba bien y yo lejos de la persona que realmente amo. También cruel para ti y para Hizaki.-asintió a lo que decía, se mordió el labio inferior y me abrazó.

-Lo entiendo, pero no me gusta.-susurró antes de besarme en la mejilla y marcharse a su dormitorio.

Cada uno tenía su propio cuarto de aseo, así siempre nos evitábamos colas en el baño principal. Verlo de nuevo, sentir su calor y también escucharle sin usar un teléfono... me tranquilizaba. Hero siempre fue la replica exacta de mi hermano en ciertos aspectos. Era un chico inteligente y dulce, sin embargo tenía arranques infantiles que no estaban acorde a su edad. Su coeficiente intelectual era alto, no de premio novel pero sí bastante elevado. Su aspecto delicado era un añadido, aparentaba fragilidad y eso le valía para conseguir cualquier cosa.

Estuve esperándolo una media hora en el hall. Clara y yo hablábamos sobre la vida que llevábamos cada uno. Ella sonreía cuando le contaba de Jun, decía que ese niño me robaría todo mi carácter agrio de las mañanas, para dulcificarlo, como cuando Hero era pequeño. Reíamos a carcajadas recordando las travesuras de mi hermano, siempre lo teníamos presente y también la voz de mi madre. Por supuesto confesé que tenía una hija mayor que Hizaki, una mujer ya, y ella se ilusionó al ver una fotografía que me regaló Megumi. Era tan parecida que terminó llorando aferrada a la imagen. Ella amaba a mi madre como a su propia hermana. En realidad se sentían hermanas y soñaban con viajar ambas a distintos países cuando mi hermano pequeño fuera mayor. Mi madre quería divorciarse de mi padre, alejarse de las costumbres, pero antes tenía que ver a su hijo pequeño ser todo un hombre. Nunca pudo disfrutar de la corta felicidad de mi hermano, jamás abrazar a mis hijos o escuchar la voz de Miho.

-Tienes que dejar verla, tienes que permitirme poder abrazar a esa niña.-los ojos de Clara brillaban llenos de necesidad. Podía palparse en ella el deseo de volver a ver a mi madre en la imagen de Miho.

-Sí, tan sólo espera que termine aceptando quién es y después te dejaré toda una tarde con ella. Cuando ambas podáis.-dije para luego besar su sien. Una sien que era rozada por unos cabellos níveos. Una mujer española que se marchó a Japón cuando era niña de la mano de su madre, buscando un futuro mejor ya que en España tan sólo había miseria. Una luchadora que parecía una niña entre mis manos entrelazadas con las suyas. Sin duda, el día que viera a Miho ella sería feliz y podría decirse que moriría con esa imagen grabada en su mente. Volver a ver a mi madre, esa era su idea y su deseo.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt