Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 14 de junio de 2009

Dark City - Swimming in Blood - Capítulo 6 (parte XII)


-Yo también canto.-respondió ella con una sonrisa en sus labios.

-Es un don que viene de mi madre, supuestamente también del padre de ella y de su madre.-no sabía eso, desconocía cosas de su abuela. Nunca preguntaba, no lo hacía por miedo a mi reacción. Siempre terminaba llorando, evocar a mi madre era terminar desquiciado por no haber hecho más por ella. Amaba a mi madre, la amaba por encima de cualquier cosa en este mundo y se marchó.-Miho tiene su voz.-susurré acariciando el rostro de mi hija y ella se sonrojó levemente.

-¿Lo juras?-interrogó agarrándome del cuero de mi mono de motorista.

-Lo juro.-susurré con una sonrisa.

-Oh, que bonito.-como no, saltó Hizaki rompiendo el momento.-Ahora es cuando suena el violín.-sonrió como un canalla, eso era. Un autentico rebelde que se imponía ante cualquiera.-Papá deberías de darle la cassette que tienes de ella, la que grabó con aquella nana para mí y para todos tus siguientes hijos.-había olvidado prácticamente esa cinta. Olvidado porque temía resucitar los fantasmas del pasado.-Mamá incluso se hizo copia de la canción. Amaba a mi abuela, seguro que cuando vea a Miho algún día no te mata Atsushi.-

-No lo hará porque no tiene motivos, fue antes de que nos casáramos. Además, si me llego a enterar que lo dices no sé que te haré.-dije bastante serio.-Si no se lo he dicho es para que no piense cosas raras, aún más raras de las que ya piensa aunque no abra su boca.-comenté sentándome bien en los escalones, como un crío al igual que mi hijo.

-Ya, lo sé.-dijo recostándose al sol, tostándose.-Hace buen día, y eso que a penas es primavera.

-Sí.-Miho a penas hablaba, estaba confusa. No sabía porqué, pero quizás temía que la ocultara porque no la veía como algo importante. Lo que sucedía era que no deseaba para ella los focos y la atención de tantas cámaras. Odiaba no poder pasear libremente por la ciudad, Hizaki simplemente por su fama ni se aproximaban a él, pero ella sería presa fácil.

-No quiero que pienses que me avergüenzo de ti.-dije tras un leve silencio.-Simplemente no quiero que nadie te acose, quiero que te sientas libre en este pequeño paraíso cosmopolita.-susurré dirigiéndome hacia ella para abrazarlo.

-Que tierno… así no eres conmigo.-comentó él mientras ella tan sólo se sonrojaba.

-Será porque tú sólo me das quebraderos de cabeza.-respondí mirándolo de reojo.

-Es porque yo soy su princesa, ¿verdad?-cuando dijo aquello no dudé en sonreír abiertamente y besar su sien.

-Así es.-dije observándolo a los dos.-A los cuatro os quiero por igual, sin embargo cada uno me despertáis una forma distinta de trato. Hizaki, ya no tengo porqué protegerte ya que tú lo haces solo. Jun y Hero necesitan un padre que les conceda caprichos, cariño y algo de mano dura cuando tenga sus errores. Miho, tú tan sólo me haces desear haberlo sabido en su día para que te hubiera conocido mi madre. Sé que ella deseaba tener a sus nietos en brazos, intentó durar lo máximo posible para ver a Hizaki pero tan sólo vio la ecografía.-y era cierto, tan sólo logró eso la noche antes de su muerte. Creo, al menos deseo creerlo, que se fue en paz tras saber que esperaba un varón.

-Creo que conozco bien a la abuela sólo de cómo habla de ella.-intervino Hizaki haciendo ese leve inciso.-Él la adoraba y tú eres como ella.-asentí a sus palabras. Me recordaba tanto a mi madre, su nombre y sus rasgos. Únicamente rogaba porque no se comportara aquel energúmeno como mi padre. Si bien, las referencias que tenía de él eran casi el hombre ideal. Un hombre convertido en príncipe azul con una reina que se había fugado de palacio y una princesa que intentaba quizás usurpar el puesto vacante.

Después de horas de conversación, para reposar la comida que nos trajo Yue, montamos de nuevo en las motos. Carrera tras carrera ellos hacían competición, quedaron en tablas y yo me burlaba de ellos al ser tan testarudos. Sin embargo, sabía que así era un Sakurai quisiéramos o no. Teníamos ese complejo de que éramos mejores, superiores, al resto y que por ello debíamos de demostrarlo en cada pequeña cosa que hacíamos. Por insignificante que fuera debíamos de ganar, de ser los mejores y el centro de atención de todos. Creo que por ello a veces no me importaba que cientos de reporteros me fotografiaran besando a Phoenix, o tal vez por ello lo toleraba.

Al regresar a casa, tras dejarlo a ambos próximos donde vivían, me tiré en el sofá con una sonrisa. Había sido un gran día. Jun jugaba con unos cubos de peluche que le había comprado, cuando se movían sonaban a un distinto animal. Él los agitaba únicamente para escuchar el sonido de cada uno. Los colores eran vivos y tacto agradable. Hacía pequeños montículos y después los hacía caer. Reía a carcajadas, mi pequeño estaba creciendo a pasos agigantados.

-Ven Jun, ven.-susurré y él dejó todo lo que hacía para gatear hacia mí. Lo tomé en brazos y besé su frente, para luego abrazarlo. Ya no lo sentía como el hijo de mi hermano, sino como mi propio hijo y me importaba bien poco lo que pudiera decir el resto. Era mío, mío y de Phoenix.

-Atsu, por favor quítate esa ropa.-me miré, le miré y Jun hizo lo mismo que yo hacía.-Ahora.-indicó como mandato, yo solo resoplé.

-Estoy agotado, no quiero moverme del sofá.-comenté.

-Está sucia, vas a manchar el sofá.-no había reparado en eso, pero es que ya no podía con mi alma.

-Atsushi Sakurai.-puso sus brazos en jarra mirándome de forma imperativa.-Me cuesta mucho el quitamanchas para esa tela tan delicada.-sonaba como mujer casada hacía cincuenta años con un esposo vago que jamás colaboraba.

-De acuerdo, me daré un baño y él viene conmigo.-cuando me refería a él lo decía por el pequeño. Bañarme con él reforzaba lazos afectivos, o al menos eso había oído. Phoenix también lo hacía de vez en cuando. Además, no lo hacía únicamente por ello. De la forma habitual tenía miedo que se escurriera y se ahogara. Así que siempre lo hacía, como ya dije hace tiempo si creo recordar, pero por culpa del estrés últimamente no tomaba ese pequeño relax.

Me llevé al pequeño en brazos, él reía ante mis cosquillas y recordé a Hero. Le había prometido tantas cosas, llevarlo al zoo por ejemplo, sin embargo sabía que no le hacía gracia a su madre que lo viera. Había bajado la guardia, no quería o no podía ser cruel conmigo. Al principio la tomó a la despechada, pero ahora era como si despertara de un sueño y viera que ya no podía ser aceptando todo.

La noche vino pronto y Phoenix aprovechó que emitían una película para hacer que la viéramos juntos, amaba ese maldito drama. Una madre perdía a su hijo, lo había secuestrado una mujer que no podía tener hijos y al cabo de doce años daba con su paradero. Siempre lloraba con las escenas, con cada una de ellas y se aferraba a mí. Yo únicamente la veía porque sabía que podía tenerlo bien pegado a mí, reconfortándolo, y sintiéndome necesario.

Descansé casi de un tirón. Estaba más tranquilo y sopesé quedar con mi hijo Hero para llevarlo a tomar batidos. También para hacerle ver que seguía queriéndole. Era necesario, hacía meses que únicamente podía oír su voz. Quería abrazarlo, sentir que seguía queriéndome como siempre y que seguía siendo el mismo. Hizaki me dijo que estaba algo más grande, un par de centímetros, y quería comprobarlo por mi mismo. Echaba de menos poder hablar con él, observar como dibujaba mientras se dispersaba su mirada. Esa mirada que a veces era de mi mujer. Era el más parecido a ella, Hizaki sin embargo era mi calco sólo que tenía paciencia y sabía algo más de autocontrol.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt