Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 26 de enero de 2010

Dark City - capitulo 12 - El ojo del huracán (XXLVIII)



Las ediciones que hago pertenecen a scan e imágenes que estan en google, pero las edito porque detesto ser poco original. Aquí pueden ver al modelo Mathias Lauridsen y Atsushi Sakurai, para dar imagen a este trozo del capítulo.


Sabía que aunque madurara seguía siendo un niño, un niño que quería ver a sus padres juntos. A pesar de aceptar mi nueva vida, mi nuevo hogar, no podía aceptar ciertas fechas sin su familia reunida. No me entendería hasta que descubriera que no importaba estar todos juntos para celebrar ciertas cosas, sino tener sentimientos mutuos de respeto y amor.

Subimos en el vehículo y noté como empezaba a llorar. No pude refrenarme y le abracé como cuando era un bebé. Solía ir corriendo por toda la casa y siempre terminaba tropezando. Tenía dos años y era ágil para su edad. Mi pequeño Hero siempre tuvo una sonrisa en sus labios a pesar de ser retraído, pero era fácil verle llorar cuando se tropezaba. Creo que únicamente lloraba cuando caía, porque siempre fue un niño feliz. En esos días no lo era, y no sólo por los golpes que otros le propinaban.

-Llévame a casa.-susurró cuando se sintió más calmado.

Como pidió lo llevé a casa y se bajó sin despedirse. Solía no despedirse, sobretodo de mí. Creo que simplemente le dolía decir adiós y más cuando sabía que podía ser durante semanas. Para mí también era duro no estar con él, pero nada podía hacer. Me parecía cruel sacarlo del que fue mi hogar, aunque fuera tan sólo unos días al mes. Sabía que Clarissa necesitaba a Hero, como también él la necesitaba.

Phoenix me vio llegar con aquellos regalos y sonrió encantado estrujando los peluches que le compré, sin embargo Jun no paraba de patalear gritando a pleno pulmón que todo era suyo inclusive Phoenix. A pesar de las clases de terapia por su comportamiento seguía siendo dominante y demandante. Quería toda la atención de todos y todos debían pertenecerle. Cada día me recordaba más a Hizaki y veía en él mis propios defectos.

Defectos que salían a flor de piel nada más recordar en brazos de quien estaba Yutaka. Sin embargo, Phoenix ya confiaba en mí y apenas surgía comentarios sobre mi antiguo amante. No sabía si ya creía en mí o tal vez se había resignado.

Aquella noche no dejé de pensar ni un segundo en Hero. Tenía que hablar con Clarissa, pero debía ser cara a cara y para ello tendría que ir en la mañana a su despacho. Sabía la dirección de su negocio, había adquirido mediante contactos algunas de las obras orientales que había conseguido para exponerlas en su galería. Una galería de arte tan exclusiva y magnífica era lo que necesitaba la ciudad, pero no podía hablar de ella con orgullo porque sabía que muchos se extrañarían por ello. Así que sería buen momento para visitarla, ver el catálogo fuera de la red y husmear, además de conversar sobre nuestro hijo pequeño.

Antes de irme a descansar tuve una llamada de Paulo. Me extrañó que llamara a las doce de la noche, pero suponiendo que había estado de campaña electoral no había podido en otra ocasión. Ya se aproximaba la fecha, ya no valían pactos, ya iban a ir a las urnas y aún sobrevolaba sobre el partido esa sombra de corrupción. No éramos los únicos, pero sabía que estábamos en problemas si se demostraba algo de lo que creían tener entre manos.

Su voz me sonó intranquila, parecía más que nervioso. Pude imaginármelo con la camisa mal abotonada, el cabello revuelto, las gafas sobre la mesa y una pose poco elegante. Era mi pose de derrota, de agotamiento, tras cada noche donde se iba decidiendo cada voto. Seguía con cierto interés los periódicos y las opiniones, además de las encuestas corrientes, pero quería escuchar sus impresiones.

-Atsushi.-susurró.-Necesito verte, necesito liberarme unos minutos y poder descansar de todo lo que tengo sobre mis espaldas. Me has metido en un embrollo que aún no sé como acepté, pero lo hice.

-Fue un pacto de demonios, recuérdelo.-dije con una sonrisa en mis labios.-Seguro que puede ir a los infiernos de Dante, sonreír al propio Lucifer y regresar.

-Dejemos las formalidades.-murmuró.-Estoy agotado, digo todo lo que está marcado en mis folios y sigo mi calendario electoralista; pero sólo pienso en ella y ella es todo lo que quiero.-dijo en un tono de voz muy baja, pero firme.-Ella, todo es ella.

-¿La mujer?-interrogué.-Aún no me has contado todo.-como pidió dejé la formalidad.

-Al llegar a casa, los días que no tengo que hacer nada y tan sólo debo dedicarme a mis escritos, paso el tiempo pegado a mi puerta observando la suya.

-¿Son vecinos? Eso simplifica mucho las cosas, si están pared con pared puede atacar en cualquier momento.-dije mirándome las uñas, sintiéndome superior a cualquier muchachito aterrado por las primeras flechas de cupido.

-Sí, dijiste que la vigilara y que supiera todo lo que le agradara para atacar.

-Tú, y sólo tú, eres el mejor caballo de troya.-me acomodé en la cama, puesto que ya estaba metido en ella y Phoenix se recostó sobre mi pecho mientras me escuchaba hablar.-Debes involucrarte en su vida, mostrarte misterioso y a la vez intelectual. Debes ser tú, eso es importante.

-¿Yo?-interrogó dudoso.-¿Sabes las manías que poseo? ¿puedes hacerte la idea, la mínima idea, de lo escrupuloso y neurótico que puedo ser? ¿Crees que es fácil decirle a una mujer perfecta que puedo ser lo que busca? La volveré loca.

-Loca la tienes que volver, pero loca de ganas de que no te vayas de su cama o que no la eches de la tuya.-intervine en su discurso de empollón desorientado.-Paulo escribes novelas románticas, haces relatos eróticos que calientan a cualquier mujer a pesar de ser homosexuales. Muchas desearían hacerte olvidar por completo a los hombres y entregarse a tus brazos, pero esa preciosidad se resiste. ¿Has pensado que eso es lo que te gusta de ella?

-No, no es eso.-respondió casi de inmediato.-No es eso porque ni siquiera lo he intentado, no puedo. Cuando llama a mi puerta me hago el ausente, incluso me quedo observándola por la mirilla para ver como se marcha a su casa. Atsushi, por favor, no soy capaz de hablar con ella.

-Estás perdido.-dije tras una sonora carcajada.-Eso que sientes es amor a primera vista.

-He escrito mucho sobre ello.

-Pero ahora lo estás sintiendo y ahora es cuando debes escribir sobre sus efectos.-no sabía que aquello le daría una idea, la idea que revolucionaría sus novelas y su forma de escribir. El muy idiota comenzó a narrar todo lo que sentía por ella y a mostrarse tal cual era en una novela con el título “pinturas al óleo”.

-Lo sé, algo empecé sobre el tema.-susurró.-Es lo único que me saca de la rutina, lo único que me hace olvidar que tal vez termino como alcalde y que quizás jamás la tenga.

-¿Me has llamado para esto?-pregunté deseando de escuchar un sí.

-Así es.-respondió escuché como aspiraba de forma profunda y soltaba el aire de forma pesada. Noté que ese suspiro era la respuesta de algo más allá de un amor de primavera, porque se estaba volviendo un tanto loco.-A veces quiero interrumpir en su casa, meterme dentro de su hogar entre sus cuadros recién pintados y hacérselo sobre sus bocetos. Quiero tenerla para mí sin importarme si a ella le apetece, pero eso es lo que llamamos violación. El no tener lo que quiero, el ser contrario a mis acciones y parecerme un acto ruin, me está haciendo sentir un estúpido. Más de una vez la he visto con hombres, sale con alguno y termina echándolos de su vida. ¿Sabes qué es tener a quien amas de vecina y escuchar prácticamente sus gemidos?-aquello era una confesión de culpa.-Más de una vez la he imaginado junto a mí, teniendo sexo con ella durante toda la noche, y sin embargo estoy con otra persona entregándome de forma más que pasional. He tenido al menos diez chicos en mi cama y he terminado llamándolos Claudia.

-Alto.-dije incorporándome un segundo.-No me interesa cuanto folles.-comenté de forma seca.-Más bien deberías no hacerlo porque esas fantasías te van a volver aún más loco.-pasé una mano por mis cabellos y terminé rascándome la nuca.-Invítala a tomar café.

-No puedo, Atsushi me quedo paralizado.

-Hazlo y punto, es lo único que puedo decirte. Si no mueves tú el primer peón vas a terminar lloriqueando el día que se case con otro, o al menos que tenga una relación más seria. Y ese día no voy a ser tu hombro donde llorar, porque ya te dije una vez que te merecías todo esto por decir que el amor era un absurdo.-hice un inciso.-Buenas noches.-colgué y apagué el teléfono para no tener que escuchar sus quejas.

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Lestat de Lioncourt