Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 27 de enero de 2010

Dark City - capitulo 12 - El ojo del huracán (XLVI)


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Sigo pidiendo disculpas por la tardanza de moderación de comentarios y visitas a vuestros blog... hay un par de comentarios que me pidan que vaya a visitarlos... pero realmente no puedo, no estoy de humor.

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-Hazlo y punto, es lo único que puedo decirte. Si no mueves tú el primer peón vas a terminar lloriqueando el día que se case con otro, o al menos que tenga una relación más seria. Y ese día no voy a ser tu hombro donde llorar, porque ya te dije una vez que te merecías todo esto por decir que el amor era un absurdo.-hice un inciso.-Buenas noches.-colgué y apagué el teléfono para no tener que escuchar sus quejas.

Phoenix intentó no reírse a carcajadas para no despertar a Jun. Se aferró a mí acurrucando su cuerpo junto al mío. Sus pies estaban helados y sus manos tibias. Acarició mi rostro y giró mi cara para que lo observara con esa sonrisa despreocupada que se formulaba últimamente en sus labios.

-¿Haces de celestino?-interrogó antes de besarme de forma dulce, pero sensual.-¿O más bien cupido? Un cupido de hermosas alas negras.-susurró en mi oreja izquierda, antes de mordisquearla y tirar de mí para que cayera sobre él.

-Soy tu ángel custodio, un ángel caído al servicio de un hermoso proscrito bendecido por la belleza.-susurré colándome entre sus piernas.-Sólo a tu servicio, eternamente condenado a la locura que me provocas.

-Atsushi.-dijo con la voz entrecortada al notar mis manos acariciando sus costados , hasta llegar a los huesos sobresalientes de su pelvis.

-Deja demostrarte que estoy condenado a ti.-dije antes de mordisquear, y lamer, su cuello hasta las clavículas.-Adoro que no uses pijama.

-Atsushi.-fue lo único que respondió abrazándome con fuerza, enterrando en mi espalda desnuda sus uñas.

-Gatito.-murmuré con una mueca burlona en mis labios; pues iba notando como perdía la cordura al sentir mis manos, siempre dispuestas a desatar el placer y hundirlo en la lujuria.

Lo había despojado de la poca ropa que tenía sobre su suave piel, y yo poco a poco había hecho lo mismo con la mía. Sus brazos me rodearon el cuello, pero no quería quedarme eternamente observándole.

-Atsushi.-murmuró agitado al notar mis labios navegar por su pecho.

-Ai shiteru.-dije ocultándome bajo las mantas antes de abrir bien sus piernas.

Nada más posé mi lengua sobre su piel noté como él tiritaba. Era demasiado sensible y eso me hacía sentirme con ganas de juegos. Mi boca empezó a estimularlo y mis manos lo agarraban rasguñandolo, sabía que mis dedos quedarían marcados en su piel. Gemía y respiraba de forma agitada.

Los doctores no comprendían que no podía mantenerme tranquilo, que por mucho que mi corazón no diera mucho de sí yo seguía retándolo con momentos como aquel. Prefería morir realizando el sexo más salvaje, que morir sin disfrutar de mi pareja y de la vida.

Una de mis manos se deslizó hacia su trasero y noté que estaba más que preparado, que me necesitaba. Salí de entre las mantas y lo volteé quedando de rodillas tras él. Lo coloqué en una pose sensual alzando un poco sus caderas, creando el ángulo perfecto. Pasé una mano por su espalda y terminé agarrándolo de la nuca, para pedirle sin ser brusco que se acomodara bien sobre el colchón. Sólo con verlo de esa forma ya moría de ganas, así que entré sin más.

-¡Atsushi!-gimió aunque su grito sonó adolorido.

Entraba y salía de forma profunda y rápida. Quería hacerle sentir que seguía dominándolo, que no importaba lo que dijeran los médicos y que no iba a dejar de hacerlo. Phoenix comenzó a tirar de las sábanas intentando sujetarse, porque mis movimientos lo arrancaban de la cama.

Salí de él girándolo de nuevo en la cama. Respiré de forma pesada mientras le veía agitado y vulnerable. Sonreí agarrándolo del cabello para dejarlo frente a mi miembro. Su lengua se paseó dulcemente por el inicio de mi sexo haciéndome jadear y gruñir. Tenía los ojos entrecerrados y sus mejillas algo rojas, parecía disfrutar de todo aquello más que otras veces. No le tocaba de esa forma desde antes de mi segundo ingreso, y parecía echarlo en falta.

-Así.-susurré.-Lento.-murmuré al notar que empezaba a estimularme de forma más apasionada.-Lento.-repetí antes de tomarlo por el mentón e inclinarme a lamer sus labios.-Túmbate.

Él se costó y lo puse de lado quedándome a su espalda arrompándonos. Comencé a frotarme pellizcando sus pezones y notando como volvía a gemir bajo.

-Atsushi.-dijo en susurros.

-Disfruta.-susurré lamiendo la cruz de su espalda, para luego enterrarme en él.-¡Disfruta!-grité en un gruñido y él se quedó sin aire tras un descomunal gemido.

Sabía sus puntos débiles y como hacerle gritar una y otra vez mi nombre, sabía hacerlo. Mordí su cuello y ayudé a darle mayor placer masturbándolo mientras lo penetraba. Se vino sin previo aviso, pero yo aún podía un poco más. Simplemente le di media vuelta para que me besara y mirara a los ojos.

-Mi amor.-susurró mostrándome su rostro perlado en sudor y sus cabellos arremolinados sobre su frente.

-Sabes lo que quiero.-dicho esto se metió bajo las mantas como yo había hecho antes y empezó su dulce trabajo.-Ai shiteru.-susurré antes de venirme siendo mimado por su boca.

Al surgir de entre las mantas me abrazó con una sonrisa que mostraba que se sentía pleno, complacido y sobretodo bendecido por la lujuria. Empezó a mordisquear y besar mi cuello susurrándome cuanto me amaba, yo me mantenía firme abrazándolo y dejándome regalar el oído.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt