Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 28 de enero de 2010

Dark City - Capitulo 12+1 - Dolor, sólo dolor (I)


Capítulo 12 + 1 Dolor, sólo dolor.

Nada podía decirme que tras una noche de sexo desesperado iba a notar tanto dolor, tanta amargura y agitación. Por eso merece un capítulo a parte, algo que explique tan desesperada situación.

Todo aquel que haya sido padre, o lo sea aún, sabe que un hijo es algo más importante que uno mismo. Por encima de tu descanso está tu hijo, por encima de tu felicidad está la de tu hijo, y aprendes a dejar tus deseos relegados a los de él. Cuidas y proteges a esa pequeña criatura desde que la matrona lo posa en tus brazos, lo observas y sabes que vas a consagrar tu vida a él. No importa lo grande y fuerte que se haga, tampoco que se convierta en lo que tú no deseabas para él, pues es tu hijo y como hijo lo amas. Es tu obra, tuya y no de otro.

Mis hijos siempre fueron mi fortaleza. Después de cada discurso iba a observarlos dormir. Mi mujer me abrazaba y besaba mi mejilla haciéndome sentir menos culpable. Pasaba poco tiempo con ellos, mucho menos de lo deseado. Como todo padre deseamos estar en todos los momentos de nuestros hijos, los más importantes y los menos.

Hizaki para mí era una de mis mejores obras. Él tenía una forma de ver el mundo muy parecida a la mía. Era pasional, demasiado, y eso me hizo ser abuelo de forma prematura. Pero comenzó a ser más centrado, a demostrarme que parte de su madre latía en él. Se enamoró, lo consiguió al fin y en esos momentos disfrutaba de algo llamado estabilidad. Había logrado que Olivier volviera junto a él, que las disputas puntuales fueran un absurdo y que el amor lo pudiera todo.

Hay que saber amar, hay que ver los defectos y virtudes al igual que hacer locuras por amor. Mi hijo hizo la mayor de todas y fue exponerse a la prensa. Se dejaba ver junto a su pareja, sonreía a las cámaras y saludaba satisfecho por lo que tenía. Conocía sus planes a corto y largo plazo. A pesar de ser impulsivo había planeado lograr que Olivier viviera con él y se casaran. Era aún un niño y quería comprometer su vida por entero a otro.

Parecía ayer cuando aún lloraba porque algún soldado de juguete se había perdido, o cuando los niños se burlaban de sus ojos rasgados, pero no era ayer sino diez años atrás. Se volvió un joven con futuro, un hombre fuerte, que fue capaz de ordenar la ejecución de aquel que había golpeado a su pareja y que planeaba asesinarlo.

Pensé que todo estaba solucionado en su vida, que tal vez el destino le pondría baches y que aún así lo superaría. Este no fue un bache, fue un muro. Un muro alto de ladrillos y cemento demasiado grueso. Un muro que casi hace que lo pierda.

En ocasiones he hablado de Yue. Yue era el hijo de uno de mis amigos, aunque a penas lo veía y era un chico retraído. Sabía que era obsesivo en ciertos puntos, que quería en sus manos todo lo que deseaba y como fuera lo lograba. Había conseguido que su padre admitiera que deseaba ser chef y no empresario, y eso es un logro. Si bien, lo que más ansiaba Yue era el amor de Hizaki.

En más de una ocasión intentó lo imposible porque Olivier dejara a Hizaki. Mintió sobre mi hijo, sobre su fidelidad y lealtad, y se mintió a si mismo haciéndose creer que aún le amaba. Hizaki no amó jamás a Yue, tan sólo sentía pasión y cariño. Es normal que cuando uno es joven confunda esos sentimientos o intente llevarlos al amor.

Son errores que todos hemos cometido, errores que no podemos evitar y subsanar es casi imposible. Hizaki pidió perdón, me consta, pero Yue tomaba esas disculpas como un acercamiento. Ese joven no estaba bien. Su padre lo metió en tratamiento y terminó dejándolo libre porque así lo pedía.

Hizaki había llamado temprano aquella noche, Phoenix y yo seguíamos nublados por la lujuria. Recuerdo esos días como momentos de pasión sin fin. Quería mostrarle que era suyo, que no debía de temer, y que me perdonara de alguna forma haber sido poco romántico. Llamó en mal momento, pero era mi hijo y se trataba de mi nieto.

Prometí a Phoenix que pagaría con creces tener que marcharme en un momento así. Sin embargo mientras me metía en la ducha él lo hizo conmigo. Nos complacimos de forma rápida y entregada, bajo el agua de la regadera. Sus gemidos despertaron a Jun, pero ambos seguíamos con aquella locura. Era demasiado provocador, demasiado. Su boca estaba enrojecida por morderse para no gemir demasiado alto, aunque terminaba haciéndolo rogando más y más.

Siempre decía que no comprendía a los hombres que dejaban a sus mujeres por chicas más jovencitas, que me parecía absurdo y que el amor que se tenía en pareja no podía dejarse por unos senos más firmes. Decía eso hasta que conocí a Phoenix, hasta que lo tuve para mí, y probé una pareja distinta y más joven. Él siempre estaba dispuesto y atento a mis necesidades.

Después de esa intensa ducha me vestí y fui a casa de mi hijo. Al llegar lo hice con un par de entradas para el teatro, Kamijo me lo había dado horas antes para ellos. Nosotros teníamos entradas para la ópera ya encargadas, lo había hecho a espaldas de Phoenix, y ellos disfrutarían de una obra de Shakespeare. Aún estaban intentando mejorar la escena de Lestat el vampiro, mejorarla para crear el otro musical de Armand. Intentaban comprar los derechos pero no había forma, era complicado que su creadora confiara en esos espectáculos. Olivier quería ver esa obra, pero por el momento vería La fierecilla domada.

Al llegar encontré a mi hijo vestido como lo hubiera hecho yo años atrás, traje chaqueta oscuro y camisa en un tono más claro. Sus zapatos relucían de limpios que estaban y su pareja estaba aún en la habitación del pequeño.

-¿Tenéis algo que hacer esta noche?-pregunté sacando las entradas.

-Pensábamos ir a cenar y distraernos por algún bar de moda.-respondió dejándome entrar.

-Pues dile a tu bomboncito francés que iréis al teatro.-dije dejándole las entradas frente a sus ojos.-¿No es mejor plan?

-¿La fierecilla domada? Me suena, creo que una vez vimos una película basada en esta obra.-comentó rascándose la cabeza.

-Hola, buenas noches.-dijo Olivier apareciendo en el pasillo.

-Buenas noches.-respondí clavando mis ojos en él.-Vengo a por mi nieto, aunque aún suena raro llamarlo así.-me apoyé en la barra americana y noté como Hizaki sonreía.

-Aceptalo, envejeces.-dijo largándose hacia el cuarto del pequeño.

-Espero que os guste el pequeño obsequio que os he traído, le dije a Kamijo que sería bueno que os distrajerais un poco y él pensó que sería una buena obra.-comenté.

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt