Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 22 de marzo de 2010

Dark City - capitulo 15 - La polvora en el aire VI


Un asesinato orquestado por la mafia es un asesinato perfecto. Solían ser coches que se aparcaban a un lado de la acera, el asesino se bajaba y disparaba. Después del ruido del disparo se escuchaba el coche acelerar y nada más. Era algo de segundos, no era algo que uno pudiera retener con fuerza en la memoria.

-Sea como sea debemos esperar.-comentó.-Doy por hecho que la policía actuará rápido.-yo no estaba seguro de ello, por eso preferí no decir nada al respecto.

-¿Crees que debería meter clinex?-interrogué.-Pero no he visto ni uno por toda la casa, deberíamos comprarle alguno de esos perfumados que usa.-comenté ya en el salón observando desde lejos su piano.-Y también algo de comer.

-Sí.-respondió asintiendo.-Pasaremos por el hipermercado antes de marcharnos.-comentó.-Compraremos algo que pueda comer y los pañuelos desechables.

-Pensaba hacerlo en la cafetería del hospital, allí venden pañuelos en una máquina exprendedora y podríamos comprarle dulces.-aunque no sabía si Kamijo era hombre de bollería industrial. Jamás me había parado a pensar qué es lo que comería o le agradaría. Siempre pareció alguien que comía excesivamente poco y que se cuidaba a la hora de llevarse algo a la boca.

-Sí, también bocadillos.-apagó la luz y tiró de mí.-Entonces mejor vayamos a la cafetería, así no perdemos demasiado tiempo.-se giró hacia mí y sonrió leve.-Seguro que estarán bien, quiero pensarlo así Atsushi.

-Yo también.-respondí antes de cerrar la puerta y guardar las llaves.

Nos dirigimos a una parada de taxis que había en el barrio. En cada barrio había un par de plazas para taxi, no tenían que pagar por aparcar en la zona y podían trabajar con cierta seguridad por cámaras de vigilancia. Algunos estaban próximos al aeropuerto, tiendas de moda, estaciones de tren o metro, biblioteca municipales y museos. Era simplemente por comodidad del visitante y del habitante de la ciudad. Fue una de las mejoras en la infraestructura, puesto que antes estaban mal localizados y sin seguridad alguna.

Al llegar nos montamos en el primer taxi que estaba en la salida. Dimos la dirección al hospital y me quedé en silencio. Mientras hacía el recorrido yo miraba los edificios. Recordaba vagamente conversaciones sobre sus gustos, su pasión o sus miedos. Entonces recordé que no había avisado a Mario. Busqué de inmediato mi móvil y marqué de forma precipitada.

-¿Sí?-una voz apagada sonó tras el aparato. Era la voz de Megumi, hubiera jurado que era ella.

-¿Mario?-pregunté de forma dudosa escuchando como se lo iban pasando, también bostezos y movimiento de sábanas. De fondo, junto a ese ruido, se podía escuchar pasos y una ducha abierta.

-Buona sera.-escuché tras un largo bostezo.

-Deja de tirarte a mi ex y ven al hospital.-dije de forma seca.-Kamijo te necesita.

-¿Kamijo? ¿Qué sucedió?-preguntó exaltado.

-Han disparado a su esposo.-respondí y colgué masajeando mi sien.

Phoenix no preguntó, tan sólo rió bajo por mi reacción. Me preocupaban esos dos, estaban empezando algo que ni sabían bien a dónde les iba a llevar. Suspiré y volví a mis pensamientos. Kamijo se había vuelto importante y a penas conocía nada. Era como un mundo que no deseaba ser descubierto.

Al pisar de nuevo el hospital fui directo a la cafetería. Compré galletas, varios paquetes de pañuelos desechables, café y chicles mentolados. Como pude lo llevé a la habitación donde ya estaba allí Phoenix. Entré en la habitación porque la puerta estaba abierta y cuando lo hice vi a Kamijo derrumbado en los brazos de mi pareja. Margarita y Selene estaban allí de pie.

-Discutimos por lo del bebé.-escuché decir a mi amigo.-Al final dijo que lo hiciéramos, me permitió el deseo...-susurró.-Pero ¿para qué quiero ser padre si no estará él conmigo?-preguntó sin apartar los ojos de Jasmine.

-Pero él no quiere eso.-se aventuró a decir Selene mientras yo dejaba la bolsa en la mesilla. Phoenix clavó sus ojos en ella como si fuera un ave rapaz.-Es algo que dijo hoy, estaba callado y se veía triste. No estaba animado como siempre, y le comenté que mañana cuidaría a mis sobrinos y dijo que los niños siempre complican las cosas.-yo tenía ganas de ponerle pegamento en los labios para que no dijera nada más.-Lo siento.-murmuró.-Estoy alterada y los policías me ponen nerviosa.-Margarita no dijo nada, tan sólo la abrazó.

-Con todos mis respetos.-dije mirándola fijamente.-Eso a ti no te incumbe.-fui algo grosero, pero realmente eso estaba de más.-Es el peor momento para alterarlo; o para decir cosas que sucedieron o no sucedieron.

-Atsushi déjala.-murmuró Kamijo comenzando a llorar.

Las pocas cosas que me confesó, los pocos deseos que me aventuró a contarme en confianza, era que deseaba ser padre. También me narró como perdió a su hijo, el dolor que sufría al ver su familia destruida por la enfermedad de su hermano y como se hundió ante la muerte de su mujer. Era un hombre marcado por la muerte, un hombre que llevaba la cruz de una enfermedad terrible y para colmo no conseguía ser feliz.

-Kamijo.-murmuré notando como se levantaba y me abrazaba.-No pienses en ello, ahora sólo hay que pensar en que todo salga bien.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt