Un asesinato orquestado por la mafia es un asesinato perfecto. Solían ser coches que se aparcaban a un lado de la acera, el asesino se bajaba y disparaba. Después del ruido del disparo se escuchaba el coche acelerar y nada más. Era algo de segundos, no era algo que uno pudiera retener con fuerza en la memoria.
-Sea como sea debemos esperar.-comentó.-Doy por hecho que la policía actuará rápido.-yo no estaba seguro de ello, por eso preferí no decir nada al respecto.
-¿Crees que debería meter clinex?-interrogué.-Pero no he visto ni uno por toda la casa, deberíamos comprarle alguno de esos perfumados que usa.-comenté ya en el salón observando desde lejos su piano.-Y también algo de comer.
-Sí.-respondió asintiendo.-Pasaremos por el hipermercado antes de marcharnos.-comentó.-Compraremos algo que pueda comer y los pañuelos desechables.
-Pensaba hacerlo en la cafetería del hospital, allí venden pañuelos en una máquina exprendedora y podríamos comprarle dulces.-aunque no sabía si Kamijo era hombre de bollería industrial. Jamás me había parado a pensar qué es lo que comería o le agradaría. Siempre pareció alguien que comía excesivamente poco y que se cuidaba a la hora de llevarse algo a la boca.
-Sí, también bocadillos.-apagó la luz y tiró de mí.-Entonces mejor vayamos a la cafetería, así no perdemos demasiado tiempo.-se giró hacia mí y sonrió leve.-Seguro que estarán bien, quiero pensarlo así Atsushi.
-Yo también.-respondí antes de cerrar la puerta y guardar las llaves.
Nos dirigimos a una parada de taxis que había en el barrio. En cada barrio había un par de plazas para taxi, no tenían que pagar por aparcar en la zona y podían trabajar con cierta seguridad por cámaras de vigilancia. Algunos estaban próximos al aeropuerto, tiendas de moda, estaciones de tren o metro, biblioteca municipales y museos. Era simplemente por comodidad del visitante y del habitante de la ciudad. Fue una de las mejoras en la infraestructura, puesto que antes estaban mal localizados y sin seguridad alguna.
Al llegar nos montamos en el primer taxi que estaba en la salida. Dimos la dirección al hospital y me quedé en silencio. Mientras hacía el recorrido yo miraba los edificios. Recordaba vagamente conversaciones sobre sus gustos, su pasión o sus miedos. Entonces recordé que no había avisado a Mario. Busqué de inmediato mi móvil y marqué de forma precipitada.
-¿Sí?-una voz apagada sonó tras el aparato. Era la voz de Megumi, hubiera jurado que era ella.
-¿Mario?-pregunté de forma dudosa escuchando como se lo iban pasando, también bostezos y movimiento de sábanas. De fondo, junto a ese ruido, se podía escuchar pasos y una ducha abierta.
-Buona sera.-escuché tras un largo bostezo.
-Deja de tirarte a mi ex y ven al hospital.-dije de forma seca.-Kamijo te necesita.
-¿Kamijo? ¿Qué sucedió?-preguntó exaltado.
-Han disparado a su esposo.-respondí y colgué masajeando mi sien.
Phoenix no preguntó, tan sólo rió bajo por mi reacción. Me preocupaban esos dos, estaban empezando algo que ni sabían bien a dónde les iba a llevar. Suspiré y volví a mis pensamientos. Kamijo se había vuelto importante y a penas conocía nada. Era como un mundo que no deseaba ser descubierto.
Al pisar de nuevo el hospital fui directo a la cafetería. Compré galletas, varios paquetes de pañuelos desechables, café y chicles mentolados. Como pude lo llevé a la habitación donde ya estaba allí Phoenix. Entré en la habitación porque la puerta estaba abierta y cuando lo hice vi a Kamijo derrumbado en los brazos de mi pareja. Margarita y Selene estaban allí de pie.
-Discutimos por lo del bebé.-escuché decir a mi amigo.-Al final dijo que lo hiciéramos, me permitió el deseo...-susurró.-Pero ¿para qué quiero ser padre si no estará él conmigo?-preguntó sin apartar los ojos de Jasmine.
-Pero él no quiere eso.-se aventuró a decir Selene mientras yo dejaba la bolsa en la mesilla. Phoenix clavó sus ojos en ella como si fuera un ave rapaz.-Es algo que dijo hoy, estaba callado y se veía triste. No estaba animado como siempre, y le comenté que mañana cuidaría a mis sobrinos y dijo que los niños siempre complican las cosas.-yo tenía ganas de ponerle pegamento en los labios para que no dijera nada más.-Lo siento.-murmuró.-Estoy alterada y los policías me ponen nerviosa.-Margarita no dijo nada, tan sólo la abrazó.
-Con todos mis respetos.-dije mirándola fijamente.-Eso a ti no te incumbe.-fui algo grosero, pero realmente eso estaba de más.-Es el peor momento para alterarlo; o para decir cosas que sucedieron o no sucedieron.
-Atsushi déjala.-murmuró Kamijo comenzando a llorar.
Las pocas cosas que me confesó, los pocos deseos que me aventuró a contarme en confianza, era que deseaba ser padre. También me narró como perdió a su hijo, el dolor que sufría al ver su familia destruida por la enfermedad de su hermano y como se hundió ante la muerte de su mujer. Era un hombre marcado por la muerte, un hombre que llevaba la cruz de una enfermedad terrible y para colmo no conseguía ser feliz.
-Kamijo.-murmuré notando como se levantaba y me abrazaba.-No pienses en ello, ahora sólo hay que pensar en que todo salga bien.
-Sea como sea debemos esperar.-comentó.-Doy por hecho que la policía actuará rápido.-yo no estaba seguro de ello, por eso preferí no decir nada al respecto.
-¿Crees que debería meter clinex?-interrogué.-Pero no he visto ni uno por toda la casa, deberíamos comprarle alguno de esos perfumados que usa.-comenté ya en el salón observando desde lejos su piano.-Y también algo de comer.
-Sí.-respondió asintiendo.-Pasaremos por el hipermercado antes de marcharnos.-comentó.-Compraremos algo que pueda comer y los pañuelos desechables.
-Pensaba hacerlo en la cafetería del hospital, allí venden pañuelos en una máquina exprendedora y podríamos comprarle dulces.-aunque no sabía si Kamijo era hombre de bollería industrial. Jamás me había parado a pensar qué es lo que comería o le agradaría. Siempre pareció alguien que comía excesivamente poco y que se cuidaba a la hora de llevarse algo a la boca.
-Sí, también bocadillos.-apagó la luz y tiró de mí.-Entonces mejor vayamos a la cafetería, así no perdemos demasiado tiempo.-se giró hacia mí y sonrió leve.-Seguro que estarán bien, quiero pensarlo así Atsushi.
-Yo también.-respondí antes de cerrar la puerta y guardar las llaves.
Nos dirigimos a una parada de taxis que había en el barrio. En cada barrio había un par de plazas para taxi, no tenían que pagar por aparcar en la zona y podían trabajar con cierta seguridad por cámaras de vigilancia. Algunos estaban próximos al aeropuerto, tiendas de moda, estaciones de tren o metro, biblioteca municipales y museos. Era simplemente por comodidad del visitante y del habitante de la ciudad. Fue una de las mejoras en la infraestructura, puesto que antes estaban mal localizados y sin seguridad alguna.
Al llegar nos montamos en el primer taxi que estaba en la salida. Dimos la dirección al hospital y me quedé en silencio. Mientras hacía el recorrido yo miraba los edificios. Recordaba vagamente conversaciones sobre sus gustos, su pasión o sus miedos. Entonces recordé que no había avisado a Mario. Busqué de inmediato mi móvil y marqué de forma precipitada.
-¿Sí?-una voz apagada sonó tras el aparato. Era la voz de Megumi, hubiera jurado que era ella.
-¿Mario?-pregunté de forma dudosa escuchando como se lo iban pasando, también bostezos y movimiento de sábanas. De fondo, junto a ese ruido, se podía escuchar pasos y una ducha abierta.
-Buona sera.-escuché tras un largo bostezo.
-Deja de tirarte a mi ex y ven al hospital.-dije de forma seca.-Kamijo te necesita.
-¿Kamijo? ¿Qué sucedió?-preguntó exaltado.
-Han disparado a su esposo.-respondí y colgué masajeando mi sien.
Phoenix no preguntó, tan sólo rió bajo por mi reacción. Me preocupaban esos dos, estaban empezando algo que ni sabían bien a dónde les iba a llevar. Suspiré y volví a mis pensamientos. Kamijo se había vuelto importante y a penas conocía nada. Era como un mundo que no deseaba ser descubierto.
Al pisar de nuevo el hospital fui directo a la cafetería. Compré galletas, varios paquetes de pañuelos desechables, café y chicles mentolados. Como pude lo llevé a la habitación donde ya estaba allí Phoenix. Entré en la habitación porque la puerta estaba abierta y cuando lo hice vi a Kamijo derrumbado en los brazos de mi pareja. Margarita y Selene estaban allí de pie.
-Discutimos por lo del bebé.-escuché decir a mi amigo.-Al final dijo que lo hiciéramos, me permitió el deseo...-susurró.-Pero ¿para qué quiero ser padre si no estará él conmigo?-preguntó sin apartar los ojos de Jasmine.
-Pero él no quiere eso.-se aventuró a decir Selene mientras yo dejaba la bolsa en la mesilla. Phoenix clavó sus ojos en ella como si fuera un ave rapaz.-Es algo que dijo hoy, estaba callado y se veía triste. No estaba animado como siempre, y le comenté que mañana cuidaría a mis sobrinos y dijo que los niños siempre complican las cosas.-yo tenía ganas de ponerle pegamento en los labios para que no dijera nada más.-Lo siento.-murmuró.-Estoy alterada y los policías me ponen nerviosa.-Margarita no dijo nada, tan sólo la abrazó.
-Con todos mis respetos.-dije mirándola fijamente.-Eso a ti no te incumbe.-fui algo grosero, pero realmente eso estaba de más.-Es el peor momento para alterarlo; o para decir cosas que sucedieron o no sucedieron.
-Atsushi déjala.-murmuró Kamijo comenzando a llorar.
Las pocas cosas que me confesó, los pocos deseos que me aventuró a contarme en confianza, era que deseaba ser padre. También me narró como perdió a su hijo, el dolor que sufría al ver su familia destruida por la enfermedad de su hermano y como se hundió ante la muerte de su mujer. Era un hombre marcado por la muerte, un hombre que llevaba la cruz de una enfermedad terrible y para colmo no conseguía ser feliz.
-Kamijo.-murmuré notando como se levantaba y me abrazaba.-No pienses en ello, ahora sólo hay que pensar en que todo salga bien.
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