Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 23 de mayo de 2010

Dark City - Capítulo 17 - Ironías del destino XIV


-Error Mario, no lo detesta.-le corrigió.-Simplemente aún no se siente cómoda con Atsushi, no...-se quedó unos segundos en silencio intentando averiguar como expresar lo que deseaba decir.-No se siente cómoda y debes entenderla. Y sé que esto lastima, a mí me lastima que todo esto esté pasando pero tranquilo. Quédate tranquilo porque ella vendrá a ti, tú no tienes porqué buscarla aunque se que te gustaría eso. No debes hacer lo que haces siempre, simplemente deja que venga.-me tomó del rostro y secó mis lágrimas.-Deja que Miho sea quien ceda, deja que sea ella quién te busque.-sonrió leve y yo me serené.-¿De acuerdo?

No dije nada. Tan sólo dejé que se marcharan sin dirigirnos ni una sola palabra más. Cerré la cancela y me fui hacia el patio trasero. Allí dejé a Jun sentado en un pequeño parque que teníamos para él. Estaba vallado para que la perra no entrara en contacto con la tierra donde él jugaba. Yo me senté en el tatami de la terraza. Me sentía estúpido.

Creo que todo padre, todo hombre, que conoce realmente la existencia de parte suya dentro de una mujer se siente orgulloso. Todo buen hombre. Porque hay hombres que no merecen ser tachados de hombres, sino de gallinas o estúpidos ambiciosos que no tienen ni dos dedos de frente. Yo supe tarde de Miho. Supe tarde su existencia. No pude hacer nada y para colmo en esos momentos mucho menos podía hacer. Era adulta, no una niña que podía obligar a que me viera al menos un par de horas al día.

-Dicen que el cariño no se compra ni se vende, se da.-murmuré observando el gran árbol de cerezo que había acabado de florecer días atrás.-Mamá ¿cómo puedo hacer entender a Miho que no soy el hombre que cree? ¿Cómo puedo hacerle entender que la quiero? ¿Cómo puedo hacer que venga a mí? Lo he intentado todo mamá.-susurré observando las flores moverse levemente en el viento, era como si el alma de mi madre rondara cerca del cerezo y muy próxima a mí.

Siempre tuve esa sensación y desde que Miho estaba en mi vida se hacía más intensa. Deseaba las fotos de Hidehiko, pero no podía dejar la casa sola y que Phoenix viniera encontrándose que me había marchado. Jun a lo lejos jugaba construir montones de arena, reía y parecía feliz. Él era feliz, pero yo no. Quería tener a mi hija, quería tener recuerdos de ella como los que iba teniendo con Jun, quería esos recuerdos al menos.

No sé cuanto tiempo estuve allí sentando divagando. Preguntándome qué recuerdos podía haber en esa cinta de video, en la caja de Hide o cuándo podría ver a mis nietos de mano de mi hija. Simplemente sé que Phoenix llegó y se sentó a mi lado abrazándome. La perra comenzó a hacer alboroto por todo el jardín y nuestro hijo reía. Yo seguía metido en mis asuntos, en mis preocupaciones más allá de mis empresas y los líos políticos.

-¿Qué sucede?-preguntó antes de tomar el sobre que había entre mis manos para curiosear.-¡Qué lindos!-exclamó.-¡La niña es preciosa! El niño parece más pequeño ¿no? Nació más pequeño y sigue siendo una ricura.-comentaba con los ojos brillantes lleno de emoción.-Están preciosos ¿cuándo te los trae? Yo quiero sostener a la niña, está toda preciosa con este pijama de gato.

-Nunca, tal vez.-dije desanimado.

-¿Por qué dices eso?-susurró devolviéndome el sobre.

-Miho no se siente cómoda conmigo y dudo que se sienta bien alguna vez. Así que dudo mucho que pueda ver a mis nietos y sé que si los veo sin que ella lo acepte tendría problemas.-murmuré antes de verlo a los ojos.

-Tan cabezona y estúpida como su padre.-suspiró.-Seguro que se arregla todo, voy a llevar al baño a Jun y a hacerle la merienda.-se giró hacia mí y sonrió.-Anda ve al salón, te llevaré algo de comer.-me besó en la mejilla para irse hacia donde estaba el pequeño y llevárselo en brazos hacia dentro.

Mi gato apareció sentándose a mi lado, ronroneando y buscando caricias. Yo simplemente empecé a dejar caricias sobre su pelaje. Lo tomé en brazos y lo pegué a mí siguiendo con todos esos pensamientos. Pero tenía que tener esperanzas, creer en las palabras de Phoenix de que todo se solucionaría al final. Sin embargo yo presentía que no iba a tener un buen desenlace.

El día fue calmado. Estuve descansando todo el domingo. Estuve hablando con Phoenix durante la noche sobre la cinta, él conseguiría que la cambiaran de formato e incluso mejoraran la imagen. Necesitaba ver el contenido de ese video y poder ver a mi hija cuando era una adolescente.

Seth vino tarde. Parecía estar en otro mundo. Últimamente salía mucho y llegaba prácticamente en las nubes. Sabía que no era cosa de drogas, sino de algo mucho peor. Un adolescente enamorado podía ser peor que un drogadicto, porque los adolescentes enamorados no piensan y no saben reaccionar ante los problemas que una pareja ocasiona. Solamente rogaba que la persona con la que salía tuviera cabeza o dos dedos de frente. Él también me preocupaba, mucho más que su hermano o que mis hijos.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt