Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 5 de septiembre de 2010

Dark City - Novela - Capítulo 19 - Lluvias de otoño y nieves de invierno II


Quería fundirme con la lluvia, el mal tiempo de un otoño casi invierno. Pero sobretodo quería hacerlo en unas calles demasiado familiares, más que aquellas lejanas ciudades en las que pasé mi infancia y juventud. Mi vida estaba en su apoteosis, por eso quería disfrutarlo donde los recuerdos me cuidaran y maldijeran a cada paso. Y esos recuerdos servirían para refugiarme de arduos días de horas de sueño perdidas, comida de avión, ensayos interminables, el calor de los focos y las multitudes coreando mi nombre.

Los primeros días los tomé para la familia. Desconecté los teléfonos, no encendí el televisor ni el ordenador. Quería vivir refugiado en los brazos de Phoenix. Él tenía descanso de su programa, iban a descansar de tu temporada hasta que llegara mediados de Enero, por ende lo tenía para mí.

Teníamos nuestros momentos de soledad cuando Seth se marchaba y Jun estaba en la guardería. El niño había empezado a canalizar sus enojos y su carácter se había vuelto más sociable. No teníamos tantas preocupaciones, sobretodo porque nos aislamos.

Recuerdo el segundo día tras mi regreso, lo recuerdo bien porque fue demasiado perfecto. Habíamos dejado al pequeño en la guardería y comenzó a nevar. Aún no era tiempo para nieve, solía nevar cerca del día de Navidad pero aún quedaban unos días. La temporada de nieves se adelantó y al llegar a casa me dediqué a entrar en calor junto a él. Sus labios rogaban besos más allá de los cómplices y deseables, creo que más cerca al calor del infierno.

Aquel día no llegamos a pasar del pequeño corredor de la entrada. Allí mismo le dejé claro cuánto le había echado de menos, cuánto le deseaba y sobretodo que su trasero me provocaba ser cada vez más violento en mis arremetidas. Yo sólo bajé la cremallera de mi bragueta, pero a él lo desnudé arrancándole prácticamente la ropa.

Estábamos acostumbrados a cualquier rincón, porque durante años fue donde se podía y se pudiera ser discreto. Una vez coincidimos en un viaje de negocios, más bien tomé el avión para encontrarme con él lejos de cualquier polémica. Habíamos alquilado un coche y en una carretera secundaria, bajo otra increíble nevada, le hice de todo en el asiento trasero y sobre el capó. Él deseaba más romanticismo, pero lo que siempre me excitó era todo aquello. Me complació aquel día más que nunca, sobretodo porque no paré de hacerlo hasta que literalmente no podía andar.

Desde aquel día en medio de la ventisca había pasado mucho tiempo, pero seguíamos con aquel ritual que me cargaba de adrenalina. Amaba ver sus mejillas rojas, sus labios entreabiertos y su piel blanca como la mismísima nieve. Exprimía cada segundo con ganas, con unas ganas propias de un adolescente y no las de un hombre adulto. Demasiados días fuera sin hacerle recordar que era mío.

Cuando acabamos lo llevé a la cama para que descansara, pero de vuelta a por el pequeño el tráfico se hizo demasiado intenso y yo terminé aparcando a un lado de la calzada. Había rememorado en la entrada de casa aquel día y quería repetirlo, pero de forma más rápida.

-Tengo un regalo para ti.-dije mientras me aproximaba a sus labios para besarlos lentamente.

-¿Qué es?-preguntó confuso, pero su rostro cambió cuando metí su mano en mi bragueta.-Aquí no, pueden vernos.

-Que nos vean.-susurré colocándome bien en el asiento.-Cúmpleme ese capricho.

Terminó por quitarse el cinturón y agacharse para poder posar su boca sobre mi miembro. Primero fueron lamidas, después leves caricias con sus labios y por último mordidas y tirones leves de aquella piel sensible. Succionaba con ganas mientras yo le guiaba agarrándolo de la nuca con una mano, la otra la tenía sobre el volante. Mi rostro era de pura felicidad, una satisfacción plena. Antes de acabar lo levanté para besarlo, luego lo devolví a su trabajo. Acabé en su boca y él tragó todo con una voracidad que jamás le había visto. Estuvo lamiéndolo hasta que no quedó rastro de mi simiente.

Nada más terminar todo besé su cuello y le dije al oído que le amaba, él estaba demasiado sonrojado y nervioso. No había nadie en la calle, salvo los coches que pasaban por nuestro lado y estaban más pendientes del tráfico que de nosotros. Además, los cristales se habían empañado y eso era una ventaja.

-Me muero si esto sale a la luz.-susurró después de ponernos en movimiento de nuevo.

Fuimos a por el pequeño y regresamos a casa. El día trascurrió como si fuera un día de las pasadas vacaciones, salvo que esta vez no había un calor pegajoso sino simplemente nieve y más nieve. Jun parecía entretenido observando como nevaba. La perra estaba dentro persiguiendo a mi pobre gato, aunque él sabía defenderse bastante bien y esquivarla en cada asalto.

1 comentario:

Tanya dijo...

Lestat...¿me recuerdas?. Me culpastes de tratar con mucha familiadidad sin conocer a las personas, de querer que me amasen, que me deseasen sin conocerlas. Me dado cuenta de que tenias toda la razon. Despues de lo ocurrido contigo volvi a cometerlo otra vez con otra persona. Pero por fin lo he comprendido y te pido disculpas.

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt