Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 27 de noviembre de 2010

Dark City-Novela- Capitulo 19 - Lluvias de otoño y nieves de invierno (X)


Al regresar a casa él no estaba, tampoco el pequeño y hermano parecía desaparecido por completo. Yo me tumbé en la cama y deseé no despertar en días. Estaba agotado, hasta dentro de unas semanas tendríamos unas pequeñas vacaciones, muy merecidas a mi parecer, aunque no iban a ser como yo deseaba. El concierto del año nuevo, para recaudar fondos, sería lo único que haría en meses antes de meternos en el estudio. La vida que llevaba no era como yo esperaba, aún mi yo adolescente pedía que hiciera algo para solucionarlo.

Por primera vez quién fallaba no era yo, sino él. Tal vez tan sólo necesitaba un tiempo, una pausa en el amor y la pasión que derrochábamos, o quizás quería hacerse el fuerte frente a una situación que le absorbía. Fuera como fuese yo me vía reducido al tiempo de recreo, aquel que como cuando eres niño esperas con ansiedad y luego se esfuma como si fueran breves segundos.

Las noches siguientes mantuvieron silencios y fríos abrazos. Por mucho que me esforzara nada cambiaba. No comprendía si la presión le estaba ahogando, si el orgullo agotó su parte romántica o si había hecho algo mal sin apenas notarlo. Me decidí por preguntar qué sucedía y él optó por mirarme respondiendo un “nada”.

Después de años conociendo a cientos de personas, de tener una cierta edad, uno termina sabiendo por experiencia que esa palabra no acarrea cosas positivas, que esa calma no existe y que la tormenta está a punto de caer.

-Te pasas meses fuera, sales y entras sin darme muchas explicaciones, me he mantenido firme en mi trabajo lo único que me está aportando felicidad. Tú me tratas como un objeto, el cual lo tienes y te hace feliz para luego arrojarlo. No Atsushi, no me pasa nada.-dijo apartándose de mí para dormir al otro extremo de nuestro lecho.

Esos reproches los odiaba, así como odiaba él que me hubiera comportado frío sin lograr responder que le amaba. Ambos nos convertimos en estúpidos al borde de una locura, de gritar un “no puedo más” o “necesito tiempo”. Esa noche fría se convirtió en gélida.

Pocos días después de aquello la tensión se relajó, ambos comenzamos a tener cierta proximidad y también complicidad en la mirada. Cuando creí que todo se solucionaría... la tostada cayó de nuevo por el lado de la mantequilla.

Jasmine interrumpió en casa con unas pocas cosas en una bolsa, sus ojos hinchados me hicieron ver que no era una disputa convencional. Llegó literalmente como si le arrastrara el demonio al centro de los infiernos.

-¡No sé como se ha atrevido a meter a esa fulana en casa! ¡Esa maldita estúpida con cara de mosquita muerta!-vociferaba aquello dejándonos como estatuas de sal, mientras que Jun simplemente dejaba de jugar.-¡Maldito sea! ¡Me creí realmente que ambos cuidaríamos del pequeño! ¡Soy estúpido!

-¿Por la niñera?-pregunté atónito, no sabía qué podía haber sucedido.

-¡Lo sabía! ¡Tú tenías que estás detrás de todo esto! ¡Tú! ¡No te vale joder tu propia vida! ¡No! ¡Tienes que joder la de todos! ¡Y te llamas amigo! ¿¡Amigo!? ¡Menos mal que eres mi amigo!-se vino hacía mí y me abofeteó tan duro que creí que me había sacado uno de mis empastes.

-¡Jasmine cálmate!-exclamó Phoenix tomándolo de las muñecas, pues estaba dispuesto a darme una soberana paliza.

Yo no me defendí porque ante mí la imagen de Jasmine era de delicadeza, de poderle hacer daño con un sólo golpe, y era incapaz de atreverme a levantarle la mano.

-Yo sólo hablé con él, dijo que deseaba más tiempo para ambos y no quería que el niño fuera un impedimento. Sabe cuanto amas tu tienda, cuanto deseas ser libre, y no quería darte tantas obligaciones de una sola vez.-intentaba explicarme pero sus ojos cada vez me daban más miedo, parecía una Gorgona.

-¡Por eso tiene que contratar a una maldita pechugona con aires de zorra inglesa!-chilló tan agudo que tuve que taparme los oídos, era insufrible ese tono de voz desmedido.

-¿¡Pero qué pasó!?-dijo Phoenix aferrándose bien a él y este terminó por derrumbarse llorando.

Decidí dejarlos a solas y marcharme con Jun lejos de un ambiente menos violento, no quería que escuchara las absurdas teorías que podrían venir a partir de aquella contratación. Era sólo una niñera, únicamente estaría para cuidar al pequeño cuando ellos no pudieran y no una sustituta.

Me marché a caminar, a pesar que las nubes amenazaban tormenta. Llevaba mi gabardina negra que cubría la ropa que llevaba, excepto por el cuello blanco de mi camisa. Aquel abrigo me resguardaría de una fuerte llovizna, igual que el sombrero a juego que usaba. Necesitaba olvidarme de nuevo de quién era, desaparecer en las sombras de aquella enorme ciudad.

No tardó mucho en comenzar a llover de forma fuerte, notaba como los hombres de Kamijo me seguían la pista y a la vez como deseaba perderme incluso de ellos. La lluvia me relajaba, pero sentir que cada movimiento era vigilado me asfixiaba. En otro momento no me hubiera importado, pero necesitaba paz y soledad.

Terminé caminando por más de tres horas bajo una tormenta intensa, a veces se levantaba un aire fuerte que casi me tiraba hacia atrás. No era día de paseo, si bien era perfecto para no tener que tropezarte con estúpidos y payasos.

Di por finalizado mi recorrido al ver un prostíbulo, uno de esos tugurios de mala muerte, entré sentándome en la barra del bar. La camarera tenía exceso de maquillaje, pero bajo todo aquel potingue había una mujer con una voz agradable. Sus ojos verdes se clavaron en mí y sonrió leve.

-Hacía mucho que no veía a uno como tú por aquí.-comentó apoyándose en la barra del bar, dejando ver su exuberante escote.

-¿Un hombre calado hasta los huesos?-pregunté sonriendo de lado.-Ponme un whisky.

-No, un asiático.-respondió mientras me servía mi bebida.-Y nunca había visto uno con tu presencia, trasmites oscuridad y poder... un magnetismo felino muy interesante.-susurró cerca de mi oído y yo simplemente sonreí.

-Gracias por sus halagos.-dije antes de dar mi primer trago.

-¿Te puedo dar un consejo?-murmuró.-La del fondo te hará bien, cura corazones rotos.

Miré hacia donde ella había señalado con su mirada, sonreí al ver aquella chica rubia de ojos claros y boca pequeña. Tenía aproximadamente la edad de Phoenix, tal vez un par de años más, y parecía nórdica.

-¿Qué edad tiene?-pregunté dando un leve trago, saboreando el whisky mientras miraba aquella sirena.

Tenía una hermosa melena rubia que cubría sus hombros, sólo llevaba un top en la parte de arriba, y su escueta minifalda dejaba ver bien sus largas piernas.

-Veintidós, aunque aparenta un par de años más por la vida que lleva.-respondió.-Se paga así sus estudios y también sus vicios. Ahí donde la ves mataría por un poco de amor por parte de un caballero como tú, un hombre discreto y a la vez inusual.-susurró en mi oído.-¿Quieres que Beauty te de placer? Tu mujer nunca se enterará.-la llamó con un pequeño gesto con su mano y ella se aproximó.-Beauty le has interesado a este caballero.

-¿Cuánto?-pregunté antes de terminarme el whisky.-Completo.

-Cincuenta.-respondió antes de pegarse a mí y mordisquear mi cuello.

-De acuerdo.-dije levantándome para pagar mi consumición.-Trato hecho.

No pensaba, realmente sólo quería olvidarme de mis problemas y así era la mejor forma. Si no encuentras en casa algo sales a buscarlo fuera, si Phoenix se enteraba de esto simplemente le reprocharía que me tuviera tan abandonado. Soy un hombre con necesidades, aún hoy en día esta necesidad surge como una llamarada abrasadora.

La agarré de la cintura y la llevé hacia la escalera. Arriba estaríamos más cómodos para conocernos como se merece. Ella abrió una de las habitaciones, para luego rodearme con sus brazos besándome con insistencia. Mis labios se desgastaban en los suyos, mientras su mano derecha acariciaba mi entrepierna por encima de mi bragueta. Que una chica como aquella besara no era lo habitual, pero lo acepté agradecido.

-Beauty.-susurré en un jadeo.-Hazme un hombre feliz por unos minutos.-ella sonrió sentándome en la cama.

Aquella habitación era simple, tan sólo constaba de una enorme cama y una ventana con vistas a la ciudad más decadente. Apagó la luz y la única claridad que entraba era gracias al neón del bar próximo al antro.

Bajó la cremallera de mi pantalón y sacó mi miembro, el cual ya empezaba a despertar. Se lo llevó a la boca y me demostró lo diestra que era con su lengua, mucho más incluso que mi pareja. De aquellos maravillosos inicios pasó a ponerme el condón y moverse sinuosa tras tenerlo entre sus piernas. Fue un sexo glorioso, que valió la pena.

-Dime tu nombre real.-dije antes de subirme la cremallera.

-Es el real.

Jamás conocí a una mujer con un nombre tan apropiado a su físico. Era hermosa, no importaba nada más. Me había hecho olvidar porqué acabé en un antro como aquel.

Pagué sus servicios y me marché a encontrarme de nuevo con la lluvia. El agua torrencial lavaría mis pecados y mis recuerdos. Llegué a casa al filo de la media noche, lo hice con un brillo en la mirada de satisfacción total. Era como si esa chica, junto a la tormenta, me hubieran hecho entrar en un hipnotismo intenso.

-¿Estás son horas de volver?-preguntó Phoenix.-¡Jasmine está mal!

-Mal por sus celos, pero no es el único que ha estado mal.-respondí.-No es al único que su matrimonio se le hunde.-él se quedó en silencio.-Piénsalo.

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Lestat de Lioncourt