Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 4 de diciembre de 2010

Dark City - Novela - Capitulo 19 - Lluvias de otoño y nieves de invierno (Xl)


Aquella noche no durmió conmigo, lo hizo en la cama de su hermano mientras él tal vez estaba disfrutando de su juventud. A pesar de ser mi primera noche solo en aquella cama no me importó, fue en parte liberador. Sabía que poco a poco ya no habría marcha atrás y todo se derrumbaría.

Por la mañana no tenía que hacer demasiado, tan sólo tomar los informes de mis empresas y martirizarme más con sus quejas, además de las quejas de Jasmine. Algo en mí hizo que me vistiera de forma discreta y me marchara de nuevo al antro buscando a Beauty.

Cuando llegué los parroquianos a penas se veían, nadie venía tan temprano salvo los que buscaban algo rápido. Ella estaba sentada en su lugar habitual y yo me senté a su lado. Nada más hacerlo me sonrió y puso su mano en mi bragueta.

-No ha sido una buena noche.-dije apartando los cabellos de su frente.-Haz al menos que la mañana sea agradable.-me besó en el cuello metiendo dentro, de mis pantalones, su mano.-Vamos a esa habitación tuya para que pueda olvidar.-me masturbaba en aquel rincón oscuro, donde a penas se podía ver nuestras siluetas.

Sacó la mano, pero no se levantó para guiarme hasta su cuarto. Ella se subió sobre mis piernas y se contoneó leve sobre mi bragueta, rozándose lentamente. Jadeé agarrándola de la cintura y ella sonrió. Metí bajo su escueta falda mi mano, aparté aquel minúsculo tanga e introduje uno de mis dedos.

-¿Me quiere?-preguntó en mi oído.-¿Me desea?-susurró antes de morder leve mi cuello.

-Estás húmeda.-murmuré estimulandola lentamente.-No soy el único que desea sexo.

Se levantó para caminar hacia la escalera, sus tacones sonaban sobre aquellas losas baratas. Yo la seguí agarrándola del trasero, pellizcándolo leve, para luego tomarla por la cintura y subir junto a ella a una de las habitaciones.

Era la misma, una habitación simple sin demasiadas comodidades, pero esta vez pude verla con mejor detalle. Dejó la luz encendida mientras se desnudaba para mí, así como me bajaba del todo la cremallera y sacaba mi miembro. Se lo llevó a la boca y comenzó dejarme sin pensamientos cuerdos.

Me fui quitando la ropa, esta vez quería cuerpo a cuerpo y que únicamente nos separara el preservativo. Ella se quedó de rodillas esperando a poder seguir. Me levanté de la cama y puse mi miembro en su boca, aunque no duramos demasiado con los juegos.

Pronto estaba colocándome con rapidez el preservativo para entrar dentro de ella, dominándola por completo sobre aquel colchón donde la tendrían tantos otros como pudiera. Sus piernas se abrían para rodearme con ellas, mientras gemía y yo jadeaba. Mi boca se pegaba a su cuello y lo mordía dejando una marca.

Ella realmente disfrutaba y yo no deseaba parar. Si bien, cuando terminé me salí y me saqué el preservativo sentándome en la cama. Ella aún intentaba recobrar el aliento, pero no se lo permití. La coloqué sobre mis piernas e introduje la punta de mi miembro entre sus labios.

-Te pagaré bien por esto.-dije antes de comenzar a meterlo por completo.

Empezó a chupetear aquella zona tan sensible, era placentero y doloroso a la vez. Me tuvo dispuesto y no sólo por sus habilidades bucales, sino también por sus ojos clavados en los míos mientras acariciaba mis piernas. Hundí su cabeza entre mis piernas y gruñí jalando de sus cabellos, la movía y movía mis caderas.

Cuando acabé entre sus labios ni se inmutó, pero sí cuando me tumbé y la recosté a mi lado. Mis manos acariciaban su cuerpo y sus cabellos. Era demasiado agradable tenerla, porque no tenía que darle explicaciones y a la vez se abría de piernas si yo quería.

-¿Por qué?-preguntó algo confusa.

-¿Qué sucede?-dije acariciando su rostro con mis dedos.

-Los demás no son así.-respondió.-No se tumban a mi lado y no me acarician.-me tomó del rostro intentando leer en mis ojos.-No le hacen feliz y busca la felicidad a mi lado, pero yo no...-se quedó pensando tal vez la palabra adecuada, se notaba que aún no dominaba del todo el idioma.-Yo no soy la felicidad, soy una sirena que le empujará a la destrucción.

-Eres preciosa, tu sonrisa me agrada y el sexo es demasiado bueno. Por eso me quedo a tu lado, no intentes buscarle un porqué factible.

-No, tú no sólo vienes aquí por eso. Puedo escuchar, no cobro.-dijo aferrándose a mí.-Dime.

-Dejé a mi mujer porque el matrimonio no funcionaba, la dañé esperando encontrar la felicidad en los brazos de un chico de tu misma edad. Él estaba enfermo, ahora ya está recuperado y parece darme de lado al recobrar lo que una vez tuvo. Ya no se apoya en mí, creo que sólo está conmigo por el hijo que tengo... nada más.-ella abrió grande los ojos y después se abrazó a mí.-Ahora me evado contigo, no pienso que todo se hunde.

-Yo vine de Rusia buscando mayores oportunidades, estudiar idiomas y tal vez cursar estudios de interpretación o danza. Amo la danza.-dijo con una sonrisa.-Pero no conseguí aprender nada, sólo algo el idioma.-cerró sus ojos, para luego abrirlos y acariciar lentamente mi rostro.

-Sabía que tenías que provenir de algún lugar parecido a Rusia, no muy lejano.-ella rió bajo cuando confesé aquello.

-¿Por qué no piensas que todo hundirse?-murmuró antes de besar mi cuello acomodándose bien entre mis brazos.

-Me evado con el sexo, sobretodo si me lo ofrece una mujer como tú.-era un halago, puesto que ella era preciosa.

-¿Cómo yo? ¿Qué es como yo?-dijo tomando mi rostro.

-Me recuerdas en rasgos a mi mujer, cuando la vi pensé que tendría suerte si se fijaba en mí. Éramos unos adolescentes prácticamente.-reí bajo.-Casi me echo a reír como loco cuando supe que ella estaba interesada en mí, es más quería que dejara de estar de cama en cama con otras mujeres. Ella quería ser la única.-la miré a los ojos y sonreí.-Era joven, de piel clara, ojos azules con una profundidad y fuerza incomparables, sus cabellos eran dorados y no demasiado largos. Tú me recuerdas a ella, eres una mujer fuerte. No me niegues eso, hay que serlo para estar en un lugar así y soportar lo que todos queremos.-ella se quedó en silencio acariciando mi torso.-Eres el canon de belleza femenina que me agrada. No quiero decir que esté enamorado de ti, pero tu belleza y tu forma de ser en la cama me hacen olvidar que pronto estaré solo.

-No me gusta.-murmuró.-La soledad, no me gusta.-me miró a los ojos y yo aguanté los suyos.-Supero la soledad con recuerdos, con pequeños recuerdos. También con música, cine, libros y café.

-Eres una joven extraña.-dije acariciando su rostro.

-¿Qué edad?-dijo sin apartar la mirada.

-¿Mi edad?-ella asintió.-Dentro de unos pocos años tendré la mitad de un siglo, cuarenta y cinco años son muchos años.

-No aparenta.-rió bajo.-Pensé que era más joven.

-¿Y tú? ¿Veinticinco?-negó.-¿Más?-volvió a negar.

-Dos menos.

Nos quedamos allí conversando sobre arte, el idioma y también nuestro pasado. Reíamos y en otras llorábamos. Puedo decir que ese día me hice su amigo, era el primer amigo que realmente tendría en la ciudad y en todo el país. Para mí ella era un capricho y de las pocas mujeres con las cuales podía hablar. Era agradable, demasiado agradable para ser sólo una chica por la cual pagaba por horas.

Al día siguiente regresé a verla, ese día me estaba esperando y nos tomamos una copa. Charlamos un par de horas en la barra. La conversación paraba de lo banal a lo íntimo y de lo íntimo al arte, para terminar riendo a carcajadas por estúpidos comentarios de un programa de televisión.

El sexo de esa noche fue más íntimo, no fue un sexo salvaje. Creo que simplemente quería olvidarme de Phoenix, sacarme su veneno, aunque fuera en brazos de aquella chica que conocí por esa necesidad de afecto. Pagaba más de lo acordado, ella lo valía. Creo que pagaba de más porque necesitaba pensar que ella estaría bien, que tendría algo más de suerte o esperanzas con unos cuantos billetes.

-¿Dónde vives? Es tarde para más clientes.-dije acariciando sus mejillas ya vestido para irme.

-Aquí.-respondió antes de besar mis labios pegándose bien a mí.

-Ven conmigo entonces, pasemos una noche lejos de todo esto conversando sin más. No quiero volver a casa y vivir una mentira.-la tomé del rostro acariciándola.-Somos amigos, además de cliente y...

-Puta.-respondió apartándose de mí.-No puedo, vete.

Besé su mejilla despidiéndome con cierta amargura. Hubiera estado bien ir a un pequeño hotel, prender la calefacción, tomar unas copas y hablar hasta caer rendidos por el cansancio. No supe porqué no quiso aceptar mi invitación, supuse que sería para mantener las distancias o cierto límite.

Esa noche al regresar Kamijo había dejado recado, quería verme, y tal cual llegué me marché. Eran casi las doce de la noche, aunque no importaba si tenía que aparecer en medio de la madrugada. Creí que se sentía perdido o preocupado, si bien era bien distinto.

El hombre que me abrió la puerta era un Kamijo preocupado, sí, pero enérgico y que parecía estar en paz consigo mismo. Yo fui tras él hacia la biblioteca y entonces me vino un aroma familiar, a sexo. Él se apoyó en la mesa y me miró directamente a los ojos.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt