Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 22 de junio de 2011

Dark City - Capitulo 20 - Lluvia de Sangre ( II )

-No, nada.-me apresuré a responder.-Tan sólo estoy preocupado.

Tuvo que pasar veinticuatro horas para saber su paradero. Hubo una filtración de información del otro bando, decían que nuestras parejas habían sufrido un daño irreparable y vergonzoso. Pedían que Hiroto fuera a por ellas, él era la filtración.

Estábamos reunidos aún en mi casa. Kamijo hizo crujir sus dedos y miró serio los papeles. Toda la información que había sobre Dorian Lambert, aquel desconocido para mí hasta hacía unas horas.

¿Qué pudo haber hecho? ¿Qué? ¿Qué actos crueles? Lo miraba y podía ser mi hijo, por su edad, y no aparentaba maldad alguna en su rostro. Era atractivo, parecía el príncipe perfecto para cualquier mujer. Pero era un estafador, incluso se había casado varias veces con viudas que acabaron muertas y él heredando todo. Era un vividor, un estafador, un asesino de sangre fría y para colmo un cínico.

¿Podía creer todo lo que leía? ¿Podía? Incluso tenía fotografías de algunas escenas de sus crímenes, simplemente revolvían mi estómago y se quedaban grabadas durante horas. No podía cerrar los ojos sin ver aquellos cadáveres mutilados, maltratados o vejados. Incluso se había fabricado una marioneta con una de sus víctimas, con la cual llegó a dar una fiesta y alegaba que estaba ebria cuando esta se desplomaba sobre la mesa.

¿Existía alguien así? ¿Alguien tan retorcido y tan joven? ¿La maldad germinaba desde antes de nacer en un niño? ¿O las circunstancias? Temblé con una de las fotografías en mi mano. Eran animales destrozados, había estado probando a diseccionar humanos con vacas lecheras. Más bien, precisando sus cortes.

Cuatro horas después de la liberación, del rescate mejor dicho, de nuestras mujeres no sentí alivio. Todo lo que había leído sobre ese monstruo no era nada comparado con lo que supe. Al llegar a la clínica privada del amigo de Kamijo, a la cual nos condujeron, vi a las tres derrumbadas.

Corrí hacia mi hermosa Beauty. Su rostro estaba bañado en lágrimas. Parecía una niña pequeña pidiendo auxilio, ese demente la había violado y no sólo a ella... a las tres. Kamijo se derrumbó llorando aferrado a su mujer, sentía un dolor que no podía compararse con nada... tal vez al mío y al de Mario. Él sólo se endureció y juró venganza.

Dejamos que las cuidaran, que hicieran los exámenes pertinentes y mientras nos reunimos en la sala de espera. Kamijo dejó de llorar, se secó las lágrimas y volvió a esa pose con aura oscura. Podía palparse prácticamente, era una sensación que ahogaba.

-Quiero disfrazarlo de si mismo.-murmuró.-Ama el personaje de Dorian de Oscar Wilde, pero él no tiene retrato... démosle uno en el cual se vea cada día.-comentó levantándose.-Mario, prepara el avión privado... nos vamos.

Estuvimos varias horas juntos, planeando aquello con cuidado. Nuestras parejas se quedaron en observación. Yo simplemente no quería moverme del lado de Beauty, sin embargo quería la venganza que Kamijo me pondría en bandeja de plata. No podía dejar pasar esa oportunidad. La justicia no sería lo suficiente coherente.

Esa misma noche volamos a Inglaterra. Al parecer esa sabandija se escondía en Londres. Yo no me moví del avión. Estaba nervioso, tenía miedo que todo aquello no saliera como acordado y terminara con alguno de los tres heridos. Teníamos que salir bien de esta, nos estaban esperando en casa.

Cuando regresó Kamijo lo hizo con Dorian y su compañera, ambos estaban drogados. Kamijo les inyectó algo que los adormeció. Admito que cuando los vi tan presa fácil cierto remordimiento vino a mi mente, sobretodo al verla a ella.

Parecía una de esas rosas que crecen entre escombros. Una chica vestida de negro, piel extremadamente pálida, con una belleza angelical y venenosa. De ella poco sabíamos salvo sus dotes para los venenos y su nombre. Frente a todos, como mi buen amigo, era una cantante de éxito, pero tras su máscara se encontraba la próxima viuda negra.

-Elizabeth.-balbuceó enjaulado, no estaba aún adormecido del todo.

Su voz me produjo escalofríos, deseos de arrancarle las cuerdas vocales y tirarlo del avión sin paracaídas. La frialdad de su imagen contrarrestaba con su voz, algo aterciopelada... parecía la voz de la serpiente del paraíso.

Pusimos rumbo a Francia, sería menos de una hora de vuelo. Iríamos a una de las posesiones de Kamijo. En aquel enorme caserón cometimos el mayor de mis pecados, aún mayor que la muerte de aquel hombre que aún cae en mi conciencia y en mi pasado.

Allí nos esperaba Yuki, uno de los hombres de Kamijo y prácticamente un hermano. Él también tenía temas pendientes que saldar con Dorian. Desde ese punto todo lo recuerdo demasiado rápido. Todo fue precipitado, creo que nos habíamos contenido mucho tiempo.

Bajamos donde la mazmorra de aquel lugar. Lo hicimos con él practicamente consciente, ella dormía aún en brazos de Mario. Cada escalón era un paso menos para aquel delirio. Creo que lo saboreé a pesar de todo.

Primero desnudamos el cuerpo de Dorian. Era un cuerpo pulcro, sin una marca y de piel algo lechosa. No sabía su edad, no quise saberlo, pero sospechaba que no más de veinticinco años y quizás ni llegaba a esa edad. Después, lo recostaron en una mesa de tortura y lo engrilletaron.

Tuvimos que esperar a que despertara, pero lo hizo rápidamente al echarle Yuki un cubo de agua helada. Él despertó de una pesadilla cayendo en otra. Nos miró deshubicado, para luego mirar a ambos lados hasta que dio con Elizabeth. Ella estaba atada a la pared con unas esposas.

-¡Elizabeth!-exclamó intentando deshacerse de los grilletes.-No saben qué les deparará si nos matan. Mi jefe no se quedará de brazos cruzados, él actuará.

-A tu jefe se la suda, te lo aseguro.-comentó Yuki con una sonrisa siniestra.

Yo deseché la idea de mostrar mi rostro, tal vez porque con la cara descubierta no habría tenido el valor de hacer lo que hice. Necesitaba escudarme, era mi protección.

Kamijo se puso unos guantes que parecían garras. Los lamió con un gesto y una mirada sádica, jamás lo imaginé en él. Se había desecho de su camisa, no supe para qué hasta ese momento. Enterró sus uñas en el pecho de Dorian, él calló su dolor aunque sus ojos expresaban sufrimiento.

Mi amigo parecía un gato, esas agarras arañaban su piel dejando enormes surcos. Después tomó una fusta, con esta dejó otras marcas más pequeñas y que seguramente eran tan dolorosas como las primeras. Dorian no pudo más y se desmayó, momento que usaron para darle la vuelta y aplicar el mismo procedimiento.

No duró mucho dándonos su espalda, pronto lo giraron. Seguía inconsciente hasta que Mario tomó una maza. Con esta machacó su pierna. Gritaba, más bien maldecía y a la vez rezaba, jamás había visto a un demonio rezar. Sin embargo, tuve la sospecha que no era por él sino por ella. Cuando terminó Mario, juraría que podía ver los pequeños huesos astillados. Después de ese momento, me tocó a mí.

Tomé la misma maza y golpeé su entrepierna. Esos alaridos que parecían provenir del infierno, hicieron que ella despertara llamándolo desesperada. En ese momento Yuki le quitó la venda de los ojos, se la habían puesto al atarla, y sonrió tomándola del rostro.

-Mira bien todo lo que va a ocurrir.-susurró con malicia.

Giró el rostro de Dorian hacia ella y sin pensarlo dos veces le sacó el ojo. Como quién descorcha un cava. Fue un gesto rápido y siniestramente efectivo. El ojo cayó a los pies de Elizabeth, ella no paraba de chillar y llorar a la vez. Estaba viviendo una película de terror en toda regla.

Yuki los sedó de nuevo. Aunque Dorian estaba prácticamente inconsciente. Y ya no gritaba, ni se movía. Aquello había sido una gran conmoción para él, un hombre tan engreído... destrozado.

Regresamos al aeropuerto y viajamos a Londres nuevamente, fue un vuelo aún más extraño y silencioso. Nadie decía nada, todos estábamos sosegados y quizás con ciertos remordimientos por ella.

Del avión sólo bajó Yuki junto a Mario, regresaron en media hora. Yo me quedé sentado tomando agua, miraba mis manos y aún me preguntaba cómo había vuelto a tomar la justicia por mi propia mano. Sin embargo, algo en mí me tranquilizaba al saber que quizás jamás volvería a tocar a una mujer, que no podría destrozar su honor de esa forma.

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Lestat de Lioncourt