Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 26 de noviembre de 2011

Tears for you - Capítulo 18 - La locura (Parte IV)



Canciones y cantantes como este no se ven ni se escuchan todos los días. Skid Row era una banda increíble, ahora ya no lo es tanto. A mi parecer Sebastian era una gran parte de la banda y bueno... se perdió al abandonarla.


No hay nada más difícil que amar a alguien y tener que escribir esto...



Cuando eran casi las diez apareció Anne, me había estado buscando por la casa. Con su dulce y tierna voz me pidió dormir conmigo. Aguanté las lágrimas hasta que se durmió, e incluso tuve que reír cuando sólo quería hundirme un poco más. Si bien, nada más cerrar sus ojos y notar su respiración lenta, me aferré a ella llorando.

Sinceramente casi no pude dormir, no sólo por la terrible decepción sino porque necesitaba su calor y sus latidos. Siempre pensé que él me cuidaría y en esos momentos me di cuenta que quizás era una ilusión. Recordé nuestros primeros besos, tímidos al principio porque él me ofrecía sus labios con ternura y después yo los volvía tórridos. Demandaba en esos besos todos los meses, e incluso años, que deseé tenerle. Prácticamente empezamos a vivir juntos nada más comenzar. No podía despertar en casa solo, yo quería hacerlo con él a mi lado para poder besarle y abrazarle antes y después de dormir.

El desayuno fue tenso, él no cesaba de mirarme y preguntarme si ya no estaba molesto. Anne simplemente preguntaba una y otra vez si habíamos discutido. Yo guardé silencio y no probé bocado. Cuando ella se levantó para lavarse los dientes, él aprovechó para intentar acercarse a mí. Lo hizo sin disimulo alguno, simplemente se colocó tras mi silla acariciando mis cabellos e intentando pedir disculpas una vez más.

-Esta noche no he podido dormir.-dijo en un murmullo, antes de inclinarse para susurrar a mi oído.-Tu aroma, tu calor, tus latidos y todo tú me hacen falta en la cama.-besó mi cuello y mi mejilla.-Eres la única persona que he amado de verdad.

-Y sin embargo, no te importó tratarme como me han tratado toda mi vida.-dije antes de apartarlo de mí, levantándome y desafiándole con la mirada.-Richard, no quiero que me vuelvas a tocar.

-Pero, eso será duro para mí.-murmuró antes de tomar una de mis manos, eso hizo un efecto en cadena porque le abofeteé con la libre.

-¡Te he dicho que no me toques!-grité alejándome de él.-Tú y yo ahora somos compañeros.-dije dejando claras las cosas.-Delante de mi familia, para no preocuparles, haremos el teatro que sea necesario.-susurré nervioso.-Hasta que sepa como decirles a todos que quiero el divorcio.

-Ha sido una discusión, un estúpido error.-intentaba explicarse.-Yosh

-Uno que me ha hecho verte de forma horrible, porque ahora te odio y desprecio con toda mi alma.-las lágrimas surgieron solas, no podía reprimirlas más y vi que él tampoco.-Y no me llamo Yosh, me llamo Yoshiki.

-Mi ángel, no me puedes dejar.-murmuró precipitándose hacia mí, intentando rodearme con sus brazos hasta pegarme a él, y eso tuvo como resultado varias bofetadas hasta que se apartó.

-¡No soy tu ángel!-grité.-No te soporto.

-Papá.-escuché antes la voz de Anne, su voz llena de tristeza.-¿A mí tampoco me soportas?

Me giré mirándola, tan pequeña y frágil, que deseé envolverla entre mis brazos y no dejarla ir nunca. Negué con la cabeza, puesto que no podía siquiera hablar. Alcé su pequeño cuerpo del suelo y la pegué a mí, para besar su mejilla.

-Más te vale que no me la quites.-dije acariciando los cabellos de la niña.-Haré lo que sea necesario para que ella se quede conmigo, no contigo.

Salí de la habitación mucho antes que él pudiera decir nada, yo llevaría a la niña al colegio ese día. Lo hice en silencio sentado en la parte de atrás del coche, conducía Sebastian con un rostro serio. Nos había escuchado discutir, estaba seguro, y sabía que cuando yo decía algo lo cumplía. Quería el divorcio porque no podía soportar la infidelidad y esos modos que me mostró. No fue un error, fueron varios.

Aquel primer día fue insufrible. Deseaba volver atrás y sentir que él era perfecto para mí, que siempre me cuidaría y que jamás me engañaría. Quería verlo como un hombre íntegro, no un monstruo que era capaz de verme llorar y no hacer nada. Pasé el día tocando, todo eran melodías y canciones tristes. Con el piano siempre transmitía lo que realmente sentía.

El segundo despertar lejos de él fue aún peor, tenía la habitación llena de rosas y flores variadas. Había jarrones repletos de margaritas, tulipanes, amapolas, gardenias e incluso violetas. En la mesilla de noche había una caja con mis bombones favoritos, eran algo caros y no me permitía el lujo de comprarlos con frecuencia. No era por el precio, sino porque no quería acostumbrarme y dejarlos como algo especial.

-Papi.-murmuró Anne abrazándose a mí.-¿Vas a perdonar ya a papá?

-No cariño, estás cosas no se perdonan con flores y chocolatinas caras.-dije levantándome de la cama.-Quédate aquí, no tienes clases.-susurré arropándola.-Dame cinco minutos mi amor.-murmuré antes de besar su frente.

Fui directo al salón, donde me esperaba con una caja enorme de una tienda de modas. Tenía un par de entradas en las manos, que ni miré para qué eran. Él estaba algo sonrojado y con los ojos de un niño en plena Navidad. Sin embargo, nada me importó tomar las entradas y destrozarlas. Se quedó serio mirando como se hacían confeti.

-Saca todas esas flores de mi nuevo cuarto, los bombones si quieres los tiras y esa ropa no pienso ni mirarla.-comenté serio.-Y por favor, si tienes dignidad no dirás nada.

-No tengo dignidad, me estoy humillando por ti.-dijo tomándome de los brazos.-¿No ves que soy distinto a ellos? ¿No ves cuánto te quiero?

-Sólo veo a un miserable que me engañó con flores, y que esta vez intenta arreglarlo de nuevo con ellas.-susurré antes de apartarlo de un empujón.-Veo a un estúpido que me prometió que jamás permitiría que alguien me dañara, el cual me juró que nunca me haría llorar y que me dijo mil veces que controlaría sus celos.-susurré.-No confías en mí, ni en mis sentimientos. ¿Cómo pretendes que te los de?-murmuré con cierta rabia.-¡¿Cómo pretendes que olvide que estuviste a punto de hacérmelo a la fuerza?!

-Yosh, yo te amo.-fue lo único que pudo decir, porque prácticamente no podía hablar. Lloraba tan arrepentido que me dio pena, pero no ternura. En otro momento hubiera ido hacia él, besado sus labios y rogado que no llorara.-Yo te amo, te amo.-balbuceó intentando agarrarme.-Necesito abrazarte.-dijo de forma entrecortada.-Yosh.

-Yo necesito que no me toques.-siseé.-El lunes haré venir a mi abogado, será mejor que tengas uno para entonces.

Todo aquel día fue tenso. Intentaba que Anne no preguntara si ya no estábamos peleados, lo hacía enseñándole a tocar el piano. Él me contemplaba desde su sillón sin perder detalle. Sus ojos se veían tiernos, preocupados y llenos de amargura. Creo que los míos era una muestra clara de decepción y tristeza.

La Navidad estaba cerca, tan sólo quedaba una semana. Había venido rápido, demasiado. Durante todo el año me veía inquieto por esas fechas. Desde que estaba casado siempre pedía lo mismo, tener un hijo o una hija para poder ver la magia de la Navidad.

Normalmente cuando uno crece deja de creer en la magia. Los ojos de un adulto son distintos a los de un niño. Donde tú ves simple decoración, ellos ven la ilusión de unas noches en las cuales les traerán regalos y comerán dulces. El calor dulce de una canción se siente distinta gracias a un coro de niños, es como si fuera más cálida e inocente. La Navidad en realidad está hecha para los niños, porque todos quieren juguetes, pasar el tiempo jugando con sus padres y sus amigos, así como comer dulces y que le cuenten cuentos.

Los adultos sólo vemos consumismo, nada de diversión salvo si no nos emborrachamos en cenas de empresas. Sentimos que nos duele la cartera, no los dientes por el dulce, y que todo es falso. No hay nada en qué creer, no habrá tipo gordo entrando la chimenea y tres idiotas con camello.

Íbamos a divorciarnos en plena Navidad. Tras ese fin de semana, en el cual pude ver la ilusión de mi pequeña hada, tuvimos ambos que asistir a la representación de la escuela, nuestra pequeña haría de ángel. Entonces me sentí decepcionado de mí mismo mientras miraba su actuación de Anne, completamente ansiosa por vernos entre el público. Siempre había querido sentir esa magia de nuevo, como si todo fuera posible, por ello tomé de la mano a Kurou y sonreí como si nada pasara. Los niños son fáciles de engañar en esos casos, al menos ella lo fue. Se notó más segura, radiante de felicidad y con ganas de bajar para abrazarnos.

-Richard.-susurré en su oído.-Hagamos que tenga una bonita Navidad.-murmuré apoyando mi cabeza en su hombro.-Nos divorciaremos después, quiero que ella tenga una fiesta feliz.

-¿Crees que será menos duro después?-preguntó aferrándose a mi mano.-Yosh, mi ángel.-murmuró antes de rozar mis labios, lo cual permití para que ella no viera extraño mi rechazo.-Dame una oportunidad.

-Esto sólo lo hago por ella y por mi deseo de ver una Navidad con los ojos de un niño.-murmuré antes de perderme en sus ojos.-Sigo deseando el divorcio, lo siento.-besé sus labios como si jamás nos hubiéramos peleado.

-Te amo.-murmuró aferrándose a mis manos.-Yosh, te amo.-dijo antes de besarme otra vez, olvidando mis palabras.

Estábamos en mitad de una representación escolar y no le importó besarme de esa forma, sus mejillas ardían y su lengua lo decía todo. En esos momentos sólo quería aferrarse a que la Navidad no acabara. Era tímido, pero dejó a un lado sus miedos y vergüenzas para quedarse con esos últimos besos que yo le iba a permitir.

Cuando terminó el acto de Anne ella no se lo pensó, corrió hacia donde estábamos para sentarse en brazos de su padre. Tenía una sonrisa tan viva y dulce que me hizo estremecerme. Él también sonreía contemplándome como si fuera un ángel real.

-¿Por qué tan contenta?-pregunté.-¿A caso Nico te dio un beso?-dije acariciando sus mejillas.

Se sonrojó por mi pregunta, sobretodo porque Nico hacía de otro ángel. Ambos habían estado participando en la obra. Sin embargo, negó todo cuando pudo apartar de su mente la vergüenza.

-Porque tengo mi regalo de Navidad antes de tiempo.-dijo con cierto orgullo.-Pensé que no me lo daría.-me tomó de las manos jugando con mis dedos.

-¿Qué regalo?-pregunté con dudas.

-Ya no estáis peleados.-su sonrisa inocente me lo decía todo.

“Lágrimas en forma de copos de nieve
resbalan sobre tus sonrojadas mejillas.
No puedes ocultar tu miseria,
la máscara se rompió dejando su huella.

Lágrimas en forma de copos de nieve
sobre la tristeza y su cruel semilla.
No puedes ocultar tus deseos
mientras contemplas la nieve caer fuera.

Sueña, sueña y tal vez se cumplan todas tus ilusiones.”

Pasé horas asimilando que iba a destrozar su deseo nada más quitar la decoración de la casa. Sin embargo, no tenía corazón de dar marcha atrás y seguir con el plan original. Sobretodo, cuando llegamos a casa tras cenar fuera. Ella pidió dormir entre nosotros, quería dormir abrazada a sus padres porque había sido su deseo.

En cuanto pude quedarme a solas con él, lejos de ella y de su fantasía, noté que no era la única. Él había obviado mis palabras y se dedicó a besarme. Sus manos acariciaban mi rostro con tanta ternura, igual que mis caderas cuando tiraba de ellas hacia mí pidiéndome un beso más. Yo sólo agaché la cabeza y apoyé mi frente en su torso.

Sentía su fragancia envolverme, así como el calor de su cuerpo contra el mío a pesar de la ropa, y sin embargo no podía dejar de olvidar esos ojos dominantes y despreciables. Notaba como sus labios se deshacían contra mis mejillas y mi cuello, besándome con desesperación y cuidado. Estaba nervioso, como en nuestras primeras citas, y yo simplemente quería apartarlo sin ser muy brusco. No quería empezar a discutir y que ella nos escuchara, o nos viera, rompiéndole sus ilusiones.

-Richard.-susurré sintiendo una de sus manos colarse bajo mi camisa.-Richard, no.

-¿Por qué?-preguntó confuso.-Sólo quiero besarte y acariciarte bajo el muérdago, lo he puesto por toda la casa.-dijo muy sonrojado, estaba tan rojo que parecía una de las bolas navideñas de nuestro abeto.-Así no tendré más remedio que besarte.-intentó hacerlo, pero lo esquivé.

-Recuerda que es un trato.-susurré bajo.-Esto lo hacemos por ella.-sus ojos se aguaron y la decepción le cayó como un balde de agua helada.-No hace falta que finjamos, es más no quiero que lo hagamos, si ella no nos ve.

-Entonces no entendí mal.-dijo rompiendo a llorar.-Esto se acaba.-murmuró temblando.

-Sí, así es.-sus manos se aferraron con fuerza a mi cuerpo, aunque sin hacerme daño.-Richard...

-No me gusta que me llames así, aunque ella no esté delante.-balbuceó entre lágrimas.-¿Por qué yo no puedo tener mi deseo de navidad? ¿Por qué a ella se le cumple y a mí no?-dijo casi sin aliento.

-Papá a todos no se nos cumple antes de tiempo, sólo a los que les caemos muy bien.-dijo Anne entrando en ese momento en la habitación.-¿Qué quiere papá?-me dijo tirando de mi pantalón.-Papi Yosh ¿qué quiere papá? Yo tal vez se lo puedo dar antes, tal vez podemos buscarle su regalo y dárselo antes.

-Quiere que nieve.-dije poniendo mi mejor rostro.-Quiere mucha nieve, muchísima, y hacer muñecos en familia.-comenté intentando que él me soltara, pero me abrazó aún mejor.

-Pero nos resfriaremos y entonces no podremos ir a la fiesta del tito Kamijo.

Días atrás nos había llegado una invitación para celebrar todos juntos la navidad, cantando villancicos y comiendo dulces toda la noche. Ella se emocionó igual que en Halloween, porque sabía que vería a todos los niños que había conocido aquel día y podría jugar con Sho.

-Es cierto.-dijo él.-Mejor pido cacao caliente y galletas, como las que toma Santa.

Mi pequeña hada comenzó a reír y yo la tomé en brazos, directo al dormitorio. No era consciente de mis mentiras, sólo creía que todo sería tan bonito como yo lo imaginé meses atrás. Sus manos me acariciaban las mejillas, mientras que las de su padre iban a mi cintura. Aprovechaba cualquier oportunidad para aferrarse a la ilusión de ese engaño.

Cuando estuvimos todos en la cama pude notar como él esperaba besos, los pedía con la mirada. Estaba ansioso de mis caricias, como si jamás se las hubiera dado y quisiera conocer qué se siente. Sus mejillas cada vez estaban más rojas y él más nervioso. Se olvidaba de todo porque se dejaba llevar por su deseo.

Nada más dormirse Anne noté sus dedos jugar bajo mi pijama, lo hacían sobre mi ombligo, mientras sus ojos rogaban un poco más de esas mentiras. Aproximó su boca a la mía, pero yo me negué a seguir el beso que me ofreció. Su lengua estaba inquieta, desesperada por sentir las mismas ansias en mí o al menos despertarlas, y sin embargo yo me quedé inmóvil demostrando que no sentía nada. Sin embargo, tras ese vino otro y otro más intenso.

-Quiero hacerte el amor, quiero demostrarte que no te haré daño.-murmuró cerca de mi boca.-Sé que si te demuestro que estás equivocado, que si lo hago, olvidarás lo que ha ocurrido.

-Estoy decepcionado.-comenté.-No voy a olvidar nada.-lo dije con tal convicción que dejó de tocarme.-Evita besarme, lo detesto.

-¿No habrá milagro?-dijo en un susurro.

-No.-mi sinceridad era aplastante, pero también sus ilusiones.

“Besos fríos, como el hielo,
son los que te regalo.
No puedo darte magia
cuando ya no me queda esperanza.

Besos de cigarra
y lágrimas de cordero,
serán los recuerdos que tengamos
y que ocultaremos.”

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt