Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 5 de diciembre de 2011

Tenshi - Capitulo 1 - La llegada - Parte III

Lamento haber tardado en subir este trozo, no fue culpa mía sino culpa de mi ordenador. Espero que hayan tenido un agradable fin de semana.




Mi único acompañante, el cual sólo era un sirviente para mí, se acercó a nosotros quedándose atónito. Sus ojos se volvieron océanos agitados, llenos de rabia y pude leer en su mente que la detestaba. Ella tal vez ocuparía su lugar, ya que estúpido no era y sabía que él no era el prototipo ideal de discípulo. Sin embargo, no dijo nada y únicamente aguardó alguna respuesta o comentario acerca de mis propósitos con aquella niña.

Conocí a Frederick cuando no tenía ni una moneda en sus bolsillos, prácticamente andaba descalzo sobre la nieve en Barrow, Alaska. Sus cabellos dorados destacaban contra la oscuridad reinante, la cual prácticamente te partía en dos como si fuera un cuchillo. Había huido de casa hacía años, prácticamente mendigaba o robaba. En los días que eran noche intentaba guarecerse en los escalones de iglesias, también en algunas cabinas telefónicas y baños públicos. Sus ojos eran el espejo de la fortaleza y la humillación. Aquel cadáver errante tenía una mirada terrible cubierta de belleza y unos rasgos poco habituales en la ciudad.

Su familia provenía de Sarajevo, se habían asentado en Estados Unidos huyendo de la miseria y la miseria les alcanzó asfixiándoos. Su padre se había guiado por el alcohol, cuando Frederik tenía doce años terminó arrollado por un automóvil cuando se encontraba en estado de embriaguez. Su madre terminó haciendo la calle, esperando que con el dinero que consiguiera su hijo pudiera alimentarse. Si bien, él hizo único acto heroico sin búsqueda de recompensa alguna. Se marchó de casa con catorce años, lo hizo buscando de ese modo liberar a su madre y que esta recobrara el orgullo. Después supo que fue en vano, su madre murió suicidándose al no tenerlo cerca y eso le impactó convirtiéndolo en hielo.

Siempre le había visto danzar bajo la nieve, desplegando su aspecto ambiguo para mí y dejando que el frío calara hasta su corazón. Jamás le había visto mostrar emoción alguna hacia el mundo, como si no tuviera sentimientos y fuera un títere al cual le dan vida otros. Sin embargo, sé leer en su mente y en los cortos destellos de sus ojos. Su amor era ardiente, era el hombre más pasional que jamás había tenido la oportunidad de conocer. Él me amaba y por eso seguía a mi lado, aunque en él sólo veía una compañía para las largas noches de invierno.

No hay nada peor que tener compañía y sentirse solo, porque así es como notaba mi alma. Frederik era buen orador, un excelente pianista gracias a las doctrinas de su infeliz padre y su cuerpo apetitoso. Si bien, no buscaba ni sus dotes como artista ni las de amante. Él se quedaba a mi lado contemplándome, igual que hacía con los cuadros de las galerías de arte, esperando que iniciara alguna conversación, a veces tenía suerte que le mirara o contara alguna historia.

Aquella niña lo trastornó. Siempre había permanecido con la esperanza de ver en mis ojos la ternura que ella me despertaba, o sentir como lo rodeaba mientras rozaba mis labios sobre su frente. Era un joven necesitado de afecto que tras una larga década había acumulado egoísmo y crueldad hacia otros.

Después de algunas horas tras mi llegada, justo cuando la pequeña ya descansaba calmada en una de las habitaciones, él vino a mí. Yo contemplaba los últimos suspiros de la noche. No estaba lejano el amanecer y sabía que pronto los rayos del sol cubrirían todo.

-¿Qué tiene ella que te fascina tanto?

No me sorprendió su pregunta, durante varios minutos la estuvo formulando de mil formas en su mente hasta que la lanzó. Su tono de voz era frío, pero no así sus palabras o el lenguaje que podía sacarse de ellas. Sus largos cabellos rubios, casi blancos, rozaron mi espalda al apoyar su cabeza en esta y sus manos me rodearon por la cadera. Aquellos abrazos de aquel cuerpo tan gélido como el mío, a pesar de ser un simple humano, me perturbaban en exceso.

-Deberías formular mejor tus preguntas.

Fue una respuesta que removió su alma, pero no así su apariencia. Miraba por la ventana, apoyado en el alfeizar, mientras sentía la noche y a él rodeándome. Mis sentidos se agudizaban siempre que llegaba el término de la velada como si me recordara que debía guarecerme.

-Sí, quizás.-susurró mordiendo su rabia antes de contemplar el jardín prácticamente helado, al igual que yo lo hacía.-¿Qué no tengo yo?

-Ha sufrido tanto, su alma ha descendido a los infiernos y los ha soportado con entereza. Soy incapaz de nadar en su mirada, me ahogan sus recuerdos y me destrozan. Cuando me contemplo en ellos es como si mirada al cemento líquido y le preguntara qué hay de mi alma.

Sus manos se volvieron puños aferrándose a mi camisa, apoyó su frente contra la cruz de mi espalda y exhaló un suspiro cargado de rabia, además de temores.

-Yo también he sufrido.

Intenté leer sus pensamientos, pero estaban tan revueltos. Podía ver imágenes nítidas de su infancia, así como de la miseria de su adolescencia y el dolor que sentían sus pies helados hundidos contra la nieve. Aquello era como ver una película mal montada. Venían imágenes de cualquier dirección y fecha, todo debido a la carga emocional que siempre contenía.

-Sí, pero tomaste todo como una aventura para desafiarte y te volviste egoísta.

Había alzado su rostro para seguir viendo el jardín, intentando evadirse. Sonrió amargamente, pude verlo por el reflejo del cristal.

-¿Egoísta? ¿A caso tú no lo eres?

Me giré para contemplar sus mejillas sin color, tan pálido como un lienzo pulcro e imperturbable. Notaba su mirada cargada de matices, aunque un mortal sólo vería la expresión fría y pretenciosa de siempre. Palpé sus labios con mis dedos pulgares mientras acaparaba su rostro con mis frías manos.

-Todos los vampiros somos egoístas, todos sin excepción. Elegimos almas cuyo perfume nos cautiva, e incluso excita, para beber sorbo a sorbo su vida y acaparar sus recuerdos e ideas. Codiciamos almas como aquel aprendiz de perfumista, ese libro que te regalé hace tanto tiempo.

Cerró sus ojos dejando escapar un suspiro, uno de esos que huyen de labios de las jovencitas que se resignan a no ser amadas.

-¿Y eso dónde me deja?

-Me pides amor como si fuera tu amante, y no puedo dártelo. Pero te considero un igual y leal amigo, el cual no quita la soledad aunque la hace más llevadera. Tus conversaciones no son circunstanciales, las pocas palabras que nos concedemos en las noches son auténticos diamantes.-me incliné sobre él y besé sus labios lentamente, saboreando su lengua insistente en no doblegarse.-Nunca pidas a un vampiro más de aquello que ya te da.

-Me gustaría ser pétalos de cerezo en vez de ser nieve, pero uno no decide si nace en primavera o invierno.-murmuró antes de apartarse.-Espero que descanse maestro, le veré al atardecer.

Su forma de caminar era como la de un auténtico animal salvaje, sabía como captar mi atención por unos breves segundos para después desaparecer rumbo al piso superior. En ocasiones bebía de él algunos sorbos, hundiendo mis colmillos en su fría piel mientras el gemía como si pudiera tenerme en su lecho. Sabía que era su forma de regalarse a pesar de ser inaccesible para el resto.

1 comentario:

MuTrA dijo...

Ya te echaba de menos. Espero que se solucionasen los problemas con el pc.

Me gusta, me gusta. Ya espero con ganas la siguiente parte. ^^

Besotes. :*******

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt