Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 25 de diciembre de 2011

Tenshi - Capitulo 5 - Alas rotas - Parte I


FELICES FIESTAS...
Yo las tengo, por eso no me hice cargo del blog y subí muy tarde el 23... bueno ya era 24



Pedir que un demonio rece es como mendigar un milagro. Si bien, yo ya rezaba en mi capilla cada noche como si fuera un ferviente sacerdote. Yo no rezaba al Dios cristiano, ni al judío, ni a otro cualquiera. Rezaba a alguien que escuchaba mis plegarias sin necesidad de ponerle cara o nombre. Yo simplemente conversaba con los ángeles, porque si los demonios existíamos debía ser cierto que habían almas puras.

-Ya lo hago.-susurré mostrando mis colmillos antes de dar media vuelta.-Mato pecadores, como hombres de buen corazón. Al igual que usted mata para comer, todos tenemos una pirámide alimenticia. Usted no es mejor que yo, lo lamento.-murmuré marchándome de aquel lugar que me regalaba una cascada de sentimientos contrapuestos.

La hipocresía reinaba en el mundo mucho antes de poseer conciencia. Vivíamos en un río de hipocresía que terminaba en un mar común llamado mentiras, verdades no reveladas y basura. Toda religión, sociedad, organización e incluso grupo familiar posee redes de hipocresía que se intercambian y conectan unas con otras. El punto en común es que esa persona cree tener razón, y que esa persona somos todos nosotros.

Se tacha a los vampiros de ser una de las peores plagas que han azotado al hombre, en los libros donde se puede leer como reales las historias de seres como yo. Para algunos somos dioses, para otros engendros. Incluso aparecemos en ritos de asentamientos y poblaciones perdidas en Nueva Guinea. En Rusia incluso se alimentaban de los cuerpos de supuestos vampiros, dando así por hecho que se acabaría el problema cuando sólo cometían un acto igual o peor que el supuesto inmortal. Estamos en creencias de cientos de religiones, países de los cuales ni se conoce el nombre, y sin embargo se nos tacha de mitos cuando se cree ser superior, si bien después hablan con respeto y pavor de los asesinatos cometidos por nuestra raza. Somos la peor plaga de la humanidad, pero nosotros simplemente nos alimentamos para sobrevivir igual que hacen los humanos. Una vez fuimos parte de ellos, nacimos de una mujer y se nos otorgó un nombre. Fuimos la esperanza de una familia, ahora somos la marca de la muerte.

Cientos de humanos se matan unos a otros por un trozo de tierra, en el cual no hay alimento pero sí petróleo o piedras preciosas. Un hombre mata a otro hombre por una herencia. Una mujer mata a sus hijos porque les impide ser libre y tener hombres en su cama. Los ancianos son olvidados y recluidos como bestias. Los dirigentes hablan de paz y de su búsqueda cuando piden que su ejército empuñen un fusil. Los humanos hablan de crueldad, de asesinatos terribles, cuando hablan de nuestra forma de alimentar. Olvidan quizás que ellos se alimentan de otros animales, como el león en la sábana. ¿Quién es el monstruo? ¿Quién el redentor? ¿Quién el hipócrita?

Si una enfermedad aflige a un creyente es una prueba de fe, si la enfermedad cae sobre un niño inocente pero ateo es un castigo. Según las religiones, no todas, esto es cierto y pueden comprobarlo según sus sagradas escrituras. Inclusive pueden llamarte Satanás si replicas lo contrario. Por eso yo creía y creo en Dios a mi modo, si alguien tiene que juzgarme que sea él y no una pandilla de inútiles hablando en su nombre. Dudo mucho que Dios hable con ellos, que los respete y los ame, viendo como comercian en su nombre, injurias y juzgan sin conocer.

Si no maté al sacerdote fue para que tuviera un acto de fe, porque yo no era como él. Yo no juzgo a las personas, mato sin juzgarlas. No importa que tan bueno sea, sólo busco saciar mi apetito. Usualmente busco personas solitarias, sea por la causa que sea, aunque en ocasiones la sed no me concede ese privilegio y pocas veces juego a descubrir todo de mi víctima. Mi instinto de cazador era insaciable, pero me gustaba jugar a ser el mejor actor de este maldito mundo. Jugaba al ajedrez con mis pobres peones, hasta hacerlos caer aferrados a mis ropas y yo a sus cuellos.

Mis pies regresaron a tocar el asfalto, mojándose de nuevo con la nieve que había caído y que aún caía. El frío se enterraba en mi dura piel, mis ojos oscuros se deslizaban por las mejillas sonrojadas que en ocasiones, breves instantes, se cruzaban por las calles de la ciudad. El vaho que salía de ellos, al respirar, me recordaban a las altas chimeneas que antes poblaban las ciudades. Fábricas que contaminaban y que eran como cigarrillos que jamás se consumían. Nadie veía en mí a un asesino, un demonio, y simplemente podían comentar algo sobre mi atuendo o mis rasgos. Pasaba inadvertido, no tenía piernas de macho cabrío ni cuernos que limar. Tampoco parecía el clásico vampiro con capa y colmillos demasiado grandes como para hablar correctamente, sólo era un hombre buscando refugiarse en su abrigo. Era la víspera de Navidad, la música sonaba y los pensamientos iban dirigidos a regalos, celebraciones y sentimientos. Mis únicos pensamientos estaban dirigidos a las palabras que me había ofrecido el párroco de aquella iglesia, la cual tardé meses en regresar y únicamente fue para cerciorarme sobre el confuso sentimiento que me ofrecía.

Cuando llegué a la mansión aquella noche Frederick se encontraba frente a un abeto, pequeño y flaco, el cual decoraba. Me quedé parado frente a él, mientras escuchaba una vieja cassette de canciones grabadas de la radio. Se movía de un lado a otro con el ceño fruncido y los ojos fijos en el abeto. Siempre hacía lo mismo, aunque jamás tuvo recompensa por su trabajo. Él dejaba sus propios regalos, también algún detalle para mí, bajo el árbol y los abría con la ansiedad de un niño pequeño. A decir verdad, es de los pocos recuerdos que poseo de Frederick en un estado similar.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt